El mundo global del siglo XXI vive un nuevo fervor religioso, a veces muy atípico

En conjunto, Europa no se hace más religiosa, pero en el resto del mundo asistimos a una explosión de los rituales y las creencias. Entre las religiones claramente en expansión están el islam y el cristianismo evangélico.

MADRID · 16 DE DICIEMBRE DE 2007 · 23:00

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Aunque, además del protestantismo y el islam, algunas de las líneas de creencias en auge en determinadas zonas geográficas no se alinean con las grandes religiones monoteistas. HAITÍ El deseo universal de comunicarse con los dioses se manifiesta de mil maneras por todo el planeta. A 150 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, la capital de Haití, existe una cascada de más de treinta metros de altura, y que funciona como un imán para miles de peregrinos cada 16 de julio. Se denomina Salto de Agua, y allí acuden, generalmente vestidos de blanco, hombres, mujeres y niños para transformarse en el receptáculo de los dioses. Para alcanzar la cascada deben atravesar varias escarpaduras de piedra caliza. Antes de que entren en contacto con el agua, se mueven imitando el movimiento de las serpientes: han sido poseídos por la diosa africana Damballah-Wedo. El contacto con el agua es lo que permite que el espíritu se meta en ellos. Ese instante culminante permite la entrada en un trance tras el cual los peregrinos caen derrumbados sobre las aguas. Piden a la diosa del amor, Erzulie Freda, que purifique sus cuerpos, en busca de fortuna o de fertilidad. Se trata de uno de los más importantes ritos vudúes. Quizá lo extraordinario es que muchos de esos peregrinos lleven cruces católicas colgando de sus cuellos, y que algunos también veneren a la Virgen del Carmen, un elemento sustancial del cristianismo en Haití. La leyenda cuenta que la Virgen se apareció a los haitianos en 1847 en este lugar, encima de una palmera, y que curó a muchos enfermos cerca de las cascadas sagradas. Resulta fascinante comprobar cómo aquí la tradición católica se entremezcla con las religiones africanas que forman parte del vudú. Cerca del 80% de los haitianos profesa el vudú, pero no reniega de su catolicismo. Una semana después del baño sagrado de la cascada, los peregrinos acuden a un lugar llamado Plaine du Nord. Cantan y tocan los tambores, al sentirse poseídos por Ougun, y se bañan en una piscina sagrada hecha de barro. Durante tres días enteros sacrifican animales en el fango, dejando que la sangre se mezcle con los excrementos de los animales, y arrojan grandes cantidades de alcohol y comida al cieno. El barro fermenta y despide un hedor insoportable, pero es algo sagrado. Sólo aquellos que están en un trance completo pueden entrar en él. TAILANDIA Al sur de Tailandia, los penitentes atraviesan con agujas sus cuerpos en un ritual sangriento y purificador; en el río Ganges, en la India, millones de peregrinos se acercan a sus aguas para depositar los cadáveres de sus difuntos en barcos que se pierden en la bruma; en las montañas sagradas del Tíbet, los fieles acuden desde diversas partes de China e India para rodear las cumbres a más de 4.000 metros de altura, desafiando el frío y la edad; en los volcanes de Sumatra, los fieles suben hasta asomarse al cráter para arrojar animales y regalos a los dioses, pese al calor y los gases. El deseo de entrar en contacto con los dioses es universal: si contabilizamos todos los creyentes (6.158 millones aproximadamente) de las 14 mayores religiones que existen en el mundo, suponen un 91% de la humanidad actual (estimada en unos 6.700 millones de seres humanos). Esta mayoría demuestra que el hombre es fundamentalmente un animal religioso. Hay algunas manifestaciones religiosas extremas, en las que se desafía el dolor hasta límites casi imposibles. Puket, al sur de Tailandia, se congregan en los distintos templos para honrar a las divinidades del emperador Tam Lao, responsable de los vivos, y Pak Tao, que dirige a los muertos, entre otros, y mortifican sus cuerpos atravesándolos con cuchillos y agujas, especialmente en la boca. Con estos implantes metálicos, los masong aguantan durante horas. Entran en una especie de trance, y cuando esto ocurre no sangran. Si el estado de trance desaparece, la sangre fluye de nuevo. La mortificación que reproduce literalmente la crucifixión de Cristo se recoge cada viernes de Semana Santa en la localidad filipina de San Pedro Cutud, en Luzón. La crucifixión se lleva a cabo con clavos reales que atraviesan las manos y pies, aunque éstos están dispuestos sobre un soporte de madera para aguantar el peso del cuerpo. Cada año, unas quince personas son crucificadas de esta forma. NEPAL La tradición animista, desde luego, no está presente sólo en África, sino que se reparte por los cinco continentes. En Katmandú, dentro de Nepal y cerca de la frontera con India, asegura este explorador, se mantiene la pureza de este tipo de celebraciones: los peregrinos depositan los cadáveres de los difuntos a orillas del río, y si pertenecen a una casta superior, se les quema primero la lengua. Si bien existe una aceptación total de la inevitabilidad del momento final, un deseo de ayudar al moribundo a pasar al otro lado es estar presente sin derramar una lágrima.

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