Europa reencuentra sus raíces cristianas de la mano de la «canciller» protestante Merkel

En cierta forma, la canciller alemana de confesión protestante, Angela Merkel encabeza una nueva generación de políticos que se han significado públicamente por defender el papel de la religión en la sociedad, e incluso, la evidencia de las raíces cristianas del viejo continente.

Madrid · 25 DE SEPTIEMBRE DE 2006 · 22:00

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El próximo enero, cuando Alemania asuma la presidencia de la Unión Europea, Merkel tendrá la oportunidad de ejercer ese liderazgo de cara a reactivar el proyecto de Tratado Constitucional europeo, estancado desde que Francia y Holanda (en mayo y junio de 2005 respectivamente) rechazaran el actual texto en referéndum. Nadie duda de que la única fórmula para seguir adelante con este proceso pasa por una revisión del articulado. ¿Será entonces el momento de introducir en el preámbulo la referencia a las raíces cristianas de Europa? En este sentido Merkel no alberga dudas. Hija de un pastor protestante, el pasado 28 de agosto, tras un encuentro con Benedicto XVI en Castel Gandolfo en el que el proceso de integración europea centró la mayor parte de la conversación, la canciller alemana declaró «soy del parecer que se necesita una identidad europea, con la forma de un Tratado Constitucional y, desde mi punto de vista, debería estar ligado al cristianismo y a Dios, pues el cristianismo ha forjado de manera decisiva a Europa». Más aún, la reciente visita del Papa a Baviera ha ratificado la evidente sintonía entre el Pontífice y la canciller en esta cuestión. En la recepción de Munich, Angela Merkel se comprometió ante Benedicto XVI a trabajar, durante la próxima presidencia alemana, en pro del establecimiento de una base común de valores cristianos en la Unión Europea. Explicitado ya el objetivo, quizás entonces, uno de los más firmes apoyos para Merkel le pueda llegar precisamente del país que más se resistió a incluir la referencia a las raíces cristianas en el texto del preámbulo: Francia. Sería muy arriesgado pensar que acabará asumiendo la presidencia de la República Francesa la próxima primavera, pero lo cierto es que Nicolas Sarkozy se perfila como uno de los principales candidatos para ocupar el puesto de Chirac. Y lo sorprendente es que entre las iniciativas con las que ha querido preparar su campaña electoral se encuentra un libro entrevista en el que reflexiona sobre el laicismo, la fe, las iglesias y las convicciones que quiere trasmitir a sus hijos. Si finalmente los dos principales motores de la Unión alcanzaran un acuerdo en la mención de las raíces cristianas, no les sería muy complicado recabar apoyos en los países que, en la discusión del anterior texto, ya se habían mostrado a favor. Nada hace pensar que países como Irlanda, en cuya Constitución se hace una referencia a la «Santísima Trinidad», Austria o Portugal cambiasen su posición a favor. Mucho menos en el caso de Polonia, cuyo actual presidente, Lech Kaczynski, se caracterizó por acompañar a Benedicto XVI en cada uno de los actos de su visita al país en mayo. Tampoco parece previsible que el presidente italiano Romano Prodi cambiara el apoyo a esta referencia de su predecesor, Silvio Berlusconi. La gran duda vendría de parte española. En la anterior negociación, con Aznar como presidente del Gobierno, España fue uno de los más firmes defensores de incluir la referencia a las raíces cristianas. Pero ahora no hay una posición del Gobierno español ante una posible revisión del preámbulo.

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