Marruecos: a pesar de la represión, los propios medios marroquíes hablan del “peligro” de conversiones masivas al cristianismo evangélico

Las férreas leyes islámicas anticonversión imperan; el silencio y el secretismo se imponen, y esto hace que las cifras bailen. Pero lo cierto es que entre 7.000 y 58.000 marroquíes se han convertido al cristianismo en los últimos años. Entre 150 y 800 misioneros evangélicos (aquí, nuevamente, oscilan las cifras) operan en el país vecino, y con resultados más que notables.

Madrid · 25 DE JULIO DE 2005 · 22:00

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Hasta 58.000 marroquíes que antes profesaban el islam siguen ahora las enseñanzas de Jesucristo. Es imposible determinar con exactitud el número, ya que tanto los pastores evangélicos como su nueva grey se encuentran bajo la lupa del Gobierno marroquí, y no se prodigan en declaraciones. Pero la voz de alarma ya ha saltado, y periódicos nacionales como «Le Matin», «La Gazette du Maroc», «Le Journal Hebdomadaire» y revistas económicas y de actualidad como «La Vie Economique» o «Telquel» alertan del «inmenso peligro» y se aventuran a dar cifras. MEDIOS DE COMUNICACIÓN El semanario francés «Le Nouvel Observateur» es prudente en sus estimaciones y habla de tan sólo 150 pastores que se mantienen activos en Marruecos, pero el propio Gobierno del país habló de 800 en «La Gazette du Maroc». Se trata de predicadores protestantes que estarían desplegando su labor apostólica en las grandes urbes como Casablanca, Rabat, Marrakech y Fez, aunque también en pueblos remotos de montaña o en núcleos agrícolas, según desvelaba el periodista Olivier Guitta en «The Jerusalem Post» el pasado 5 de julio. Los pastores desarrollan su evangelización en hogares particulares, donde celebran cultos y se reúnen con sus feligreses para orar, desafiando las penas de tres años de cárcel para aquellos que abandonen el islam o que induzcan a otros para que lo abandonen. Cuentan ya con numerosas emisoras de radio y canales de televisión vía satélite (con base fuera de Marruecos); distribuyen DVD, CD y libros con el mensaje cristiano y gestionan numerosas páginas web. En varias librerías del país ya se pueden encontrar biblias traducidas al árabe y editadas en Estados Unidos o en Francia, algo impensable hace apenas unos años. COMIENZAN LAS MEDIDAS REPRESIVAS La convulsión por este hecho ha alcanzado incluso al Parlamento del país. El líder nacionalista Abdelhamid Aouad llegó a denunciar en la Cámara a principios de este año que «el fin que persiguen los evangélicos es el de convertir al 10 por ciento de la población marroquí para el año 2020». Aouad preguntó además al ministro de Asuntos Islámicos por las acciones que el Gobierno estaba llevando a cabo contra «la evangelización masiva». El ministro respondió que no había motivos para preocuparse, pero en marzo, las autoridades deportaron a un dirigente de la Iglesia de Sudáfrica que llevaba desarrollando su labor apostólica en el país desde 1999. Los analistas se devanan los sesos tratando de encontrar una razón que explique este fenómeno. Los más radicales, como los del diario «Le journal Hebdomadaire», señalan al propio George W. Bush, que estaría financiando a estos grupos para desmembrar al mundo árabe. La reciente visita a Marruecos del telepredicador estadounidense Josh McDowell, invitado por el ministro de Asuntos Exteriores y que fue recibido por el propio rey Mohammed VI, destapó la caja de los truenos, y se comenzó a hablar de infinidad de teorías conspiratorias. Mientras, los testimonios de conversos empiezan, tímidamente, a ver la luz. El rotativo francés «Le Monde» publicaba el pasado 5 de marzo numerosos de estos casos. Yacine, una conversa que rebasa los 30 años de edad, afirmaba que «se encontraba feliz de ver cómo se daba publicidad a los que habían abrazado el cristianismo». Pero el caso que, tal vez, ha sorprendido más a los lectores de «Le Monde» ha sido el de Myriam, una algeriana de 45 años. En 1985 era una fervorosa musulmana, cuando tuvo noticia de que una de sus mejores amigas se había hecho cristiana. Al principio la tachó de «impura» y se negó a dirigirle la palabra. Después «comencé a rezar por ella, para que volviera al islam». Dos años más tarde, Myriam accedió a leer la Biblia. Su conversión fue radical, a lo san Pablo. Ahora, es pastora protestante en el sur de Francia

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