“Nuestro cometido es ser luz en política, no que esta oscurezca nuestras iglesias”

“No tengo grandes esperanzas sobre la madurez con la que las iglesias evangélicas pudieran afrontar una posible separación Cataluña-España”, opina Israel Suárez, asistente de Compromís-Equo en el Congreso.

Redacción PD , Jonatán Soriano

BARCELONA · 24 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 07:14

Israel Suárez, asistente de Compromís-Equo en el Congreso y miembro del Comité Nacional de GBU. Foto: I. Suárez,Israel Suárez
Israel Suárez, asistente de Compromís-Equo en el Congreso y miembro del Comité Nacional de GBU. Foto: I. Suárez

Israel Suárez (Ourense, 1992) es asistente de Compromís-Equo en el Congeso de los Diputados y miembro del Comité Estudiantil Nacional de los Grupos Bíblicos Universitarios (GBU). Aboga por unas elecciones que vayan más allá del voto y puedan permitir crear espacios de diálogo pacíficos entre los diferentes colectivos.

Además, y a nivel de GBU, advierte que una posible independencia de Cataluña no afectaría al espíritu de unión y colaboración en los grupos bíblicos universitarios, más allá de los problemas administrativos que pudieran generarse. Suárez también alerta de la falta de preparación en el movimiento protestante español para resolver problemáticas internas y colaborar mutuamente, y lo tilda de “muy dado a los divisiones”.

Con el joven politólogo continuamos la serie de entrevistas sobre las ‘Elecciones 27-s, que desde Protestante Digital realizamos antes de las elecciones en Cataluña, este domingo.

 

Pregunta: ¿Crees que el debate y votación sobre la independencia también tiene lugar y sentido en el ámbito protestante español?

Respuesta: Sí, creo que es sano afrontar este tipo de cuestiones de una forma madura y responsable, y para ello es absolutamente necesario sentarnos y hablar acerca de cuál es la situación política, cuáles son los condicionamientos exógenos que nos han traído hasta este punto y cuál ha de ser nuestro papel como cristianos en medio de todo esto. Esta es una oportunidad tremenda en la que, como evangélicos, podemos marcar la diferencia y aportar algo diferente, o podemos (como de costumbre) pasar de puntillas y confundir nuestro papel en la Historia. Pero para ello es necesario abrir un debate sano que nos ayude a sacar unas cuantas conclusiones.

 

P: ¿Consideras que este asunto político puede generar/está generando divisiones o tensiones en el seno de la comunidad evangélica?

R: La cultura evangélica española es muy dada a las divisiones de cualquier tipo. En general, creo que las iglesias evangélicas españolas no están preparadas para afrontar ciertos problemas que surgen en su seno y resolverlos de forma sana. Esto nos da un escenario bastante fragmentado en múltiples iglesias y denominaciones distintas, que incluso en bastantes ocasiones no se muestran muy partidarias de colaborar entre algunas de ellas. Por ejemplo, la reticencia de múltiples pastores a que sus jóvenes participen en organizaciones interdenominacionales como GBU. Este tipo de comportamiento no me da grandes esperanzas sobre la madurez con la que las iglesias evangélicas españolas pudieran afrontar una posible separación Cataluña-España.

 

P: ¿Crees que las iglesias y entidades protestantes de España deben posicionarse en este asunto dentro y fuera de Cataluña?

R: Definitivamente, no: no creo que las iglesias deban posicionarse con respecto a ‘independencia sí’ o ‘independencia no’. Y la respuesta que deberíamos dar tampoco es obviar el asunto o ni siquiera mencionarlo. La cuestión es afrontar con madurez el proceso político que estamos viviendo actualmente y preguntarnos: como iglesia, ¿qué podemos hacer? Muy a menudo vemos la idea de “no debemos participar ni preocuparnos por la política porque nuestra ciudadanía no está en este mundo”, o el otro extremo, que es dejar que una cuestión política genere divisiones en nuestras iglesias. Caemos siempre en el mismo error, que es no comprender cuál tiene que ser la relación entre el cristiano y la política: la idea principal es que los cristianos aprendamos a ser luz en política, y no que la política oscurezca nuestras iglesias. Y el hecho de que las iglesias o entidades evangélicas se posicionasen con respecto a este asunto podría generar fuertes divisiones en la familia evangélica. Las iglesias deben ofrecer un entorno sano que estimule al cristiano a crear su propia forma de entender el mundo con una base bíblica (es lo maravilloso del sacerdocio universal), pero no imponer un posicionamiento definitivo sobre determinadas cuestiones políticas como los nacionalismos periféricos, la distribución del gasto público o la subida/bajada de impuestos.

 

P: En caso de que se proclamase la independencia, ¿en qué crees que cambiaría la situación de las iglesias, denominaciones y entidades evangélicas?

R: Francamente, no soy capaz de hacer una buena previsión acerca de lo que podría ocurrir en relación a las iglesias o denominaciones (aunque creo que no soy demasiado optimista en ese sentido). Lo que sí puedo, como parte del Comité Estudiantil Nacional de GBU, es prever qué podría pasar en una organización evangélica como son los Grupos Bíblicos Universitarios. Actualmente los estudiantes de GBU en Cataluña conforman una parte muy importante de nuestro ministerio (Barcelona es, tras Madrid, la ciudad con más estudiantes evangélicos involucrados). Conozco muchos de esos estudiantes, y sé que una parte importante de ellos se siente únicamente catalán. Pese a ello, sí que se sienten parte del movimiento de GBU España, no tanto por la cuestión nominal de ser “GBU España” como de formar parte de un movimiento estudiantil que traspasa cualquier frontera. ¿Qué podría ocurrir si se declarase la independencia de Cataluña? Es probable que, por cuestiones administrativas, tuviesen que conformar su propio movimiento estudiantil como GBU Cataluña, y es bastante posible que, progresivamente, dejasen de asistir a los encuentros estudiantiles que reúnen a los movimientos de toda España. Pero esos estudiantes han formado parte de nuestra familia durante muchos años, y no me cabe duda de que las buenas relaciones entre nosotros seguirían intactas, así como la colaboración en proyectos y especialmente la oración los unos por los otros. GBU, igual que la iglesia evangélica en su conjunto, es un ministerio que no entiende de fronteras: “Unidos en Cristo, en la Misión, en la Universidad” es nuestro lema, y creo que esta perspectiva debería ser extrapolable a todo el mundo evangélico. Ojalá el ejemplo de los cristianos universitarios de todo el mundo nos ayude a entender que nuestro ministerio no se ciñe a una frontera político-administrativa ni a las cuatro paredes de un edificio, sino que formamos parte de una misión global con una perspectiva que va mucho más allá de lo local o lo nacional.

 

P: ¿Cómo se percibe desde Madrid todo este proceso? ¿Qué se espera del 27-s?

R: Últimamente es bastante habitual entrar en un bar a tomar algo con un amigo y que alguien, al fondo de la barra, esté hablando sobre el tema. Veo, por un lado, que para un madrileño cualquiera le resulta incomprensible que la decisión sobre si Cataluña se independiza o no, la tengan que tomar sólo los catalanes sin contar con la opinión del resto de España (así como en Barcelona uno se puede preguntar por qué tienen que opinar los demás sobre una decisión del pueblo catalán). Por otro lado, esta situación ha generado una cierta crispación hacia los catalanes: aunque no es un comportamiento generalizado, en determinados contextos ha aumentado notablemente el desprecio con que uno se refiere a los catalanes, los insultos y demás. Lo que sí se augura desde aquí es que el proceso finalmente fracasará y no se declarará la independencia de Catalunya. Bien por el frenazo que puede dar el Gobierno (a través del Tribunal Constitucional, probablemente), bien por el bajón electoral que pueda pegar la candidatura independentista, lo cierto es que en Madrid se espera poco de este proceso. Echo mucho de menos, en las conversaciones diarias sobre el tema, argumentos verdaderamente sólidos que vayan a la raíz del problema. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué un catalán podría no sentirse español? ¿Por qué basarnos en una mayoría hinchada de escaños y no en un porcentaje de votos para tomar una decisión? O, incluso: si la balanza se decanta por uno u otro lado por un porcentaje muy pequeño como un 55%, ¿qué ocurre con los sentimientos del otro 45%? ¿Puede buscarse una solución que trate de satisfacer lo mejor posible a ambas partes, o a un conjunto mayor de la sociedad? ¿Por qué no se está llevando a cabo una negociación pacífica? Pero, especialmente, ¿cómo vamos a ser luz como evangélicos en este proceso?

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