Juan José Cortés, mediador y pacificador de ‘Los Chorizos’

El padre de Mari Luz, la menor desaparecida y asesinada en 2008 en un caso que provocó una gran conmoción social, es mediador en el conflicto del pueblo de Estepa (Sevilla).

ESPAÑA · 14 DE JULIO DE 2014 · 22:00

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Vecino del barrio onubense de El Torrejón, padre coraje, pastor evangélico, portavoz social, ciudadano, acusado y perseguido, inocente, militante político o asesor en el Ayuntamiento de Sevilla. Juan José Cortés es todo eso. Y más. Porque, principalmente, el padre de Mari Luz, la menor desaparecida y asesinada en 2008 en un caso que provocó una gran conmoción social, es un mediador. Cada labor arriba mencionada reúne una característica común: mediar. Su mediación en Estepa entre el pueblo y el clan de “Los Chorizos” rellena el espacio que los Servicios Sociales de la Diputación Provincial y los de la Junta de Andalucía han dejado sin respuestas. Cortés oye a unos, oye a otros y se ofrece para el apretón de manos. «No se debe generalizar: ni acudir al estereotipo porque ni unos son todos ladrones ni los otros son el pueblo racista, ese adjetivo tan terrible con el que se los tacha», ha manifestado. Durante esta semana de subversión y violencia en Estepa (provincia de Sevilla), el jueves pasado, a la salida del ayuntamiento, Cortés arrimó el hombro a la causa y tiró de su repertorio de apaciguamiento. Mesura, paciencia, respeto a la Ley y confraternización: «Pronto organizaremos en Estepa un acto de convivencia entre gitanos y payos». «Las familias gitanas deben reconducir sus vidas sin robos» y «los estepeños han de tener un poco de paciencia con los mecanismos de la Justicia». Que se lo cuenten a él, que comprobó cómo un error judicial, al dejar libre a un asesino, se transmutó en el gesto funesto de una hija muerta. Mediar con el destino, con uno mismo, da las suficientes tablas. FRENTE A SU PROPIO DESTINO En la primera mediación relevante Cortés se las vio con el destino, con su propio destino,. Fue en enero de 2008. Su hija Mariluz había desaparecido y el asesino de su hija no se encontraba preso a causa de un error judicial, un error humano. En aquella primavera de 2008, Juan José Cortés, pastor de la Iglesia de Fidaldelfia en Huelva, inició su camino. Aplaca reacciones violentas, pero a la vez en apenas unos días, Cortés logra reunir más de dos millones de firmas en toda España para reformar el Código Penal. Cadena perpetua revisable para pederastas y asesinos. MESURA Y LUCHA CONSTRUCTIVA Su templanza en aquellos momentos de angustia le granjeó un carisma particular entre los investigadores policiales de aquella investigación. La figura de Juan José Cortés se agranda. Su sombra cobija a los desprotegidos, a los desamparados que acuden a él. La gente lo admira, lo respeta y va sumando adhesiones. Poco tardaría la política en verlo como un filón. Cortés abandona la militancia en el PSOE y se incorpora al equipo de asesores del PP. Imputado por un caso de lesiones, amenazas y daños en una reyerta familiar, Cortés sería finalmente absuelto después de que un cuñado confesara la culpabilidad del caso. Eso fue en marzo de este año en curso. Lo siguiente, su anuncio de que retomaba la labor de asesoramiento en el equipo de Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla. Durante estos seis años, Juan José Cortés ha mediado entre vecinos de uno y otro bando del barrio de El Torrejón, entre la Policía y la comunidad gitana, entre las ovejas de su rebaño, las descarriadas y las encauzadas. Ha mediado entre la rabia y la Ley, entre el ajusticiamiento y la Justicia, entre el ciudadano y la política, entre la impaciencia y la cordura. El asesinato de su hija Mari Luz propició la mutación.

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