La corrupción social y eclesial nace `del mito de la bondad natural del hombre´ dice el político evangélico M. Suárez

El político y responsable del grupo Participación en la Vida Pública de la Alianza Evangélica, Manuel Suárez opina que es necesario terminar con el pensamiento de que el hombre sea bueno por naturaleza. El político también ha dicho que el poder no es lo que corrompe sino que simplemente da más capacidad de hacer daño al hombre, que ya está corrompido en potencia.

MADRID · 22 DE JUNIO DE 2008 · 22:00

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La corrupción siempre surge de vez en cuando en la vida social y política. En España han sido casos recientes los de Marbella y Estepona, relacionados con actuaciones ilegales en urbanismo, o en Coslada donde parte de la policía municipal era una pequeña mafia de extorsión. En todos los casos un factor común: poder y dinero. Según el político y responsable del grupo de Participación en la Vida Pública, de la Alianza Evangélica Española (AEE), Manuel Suárez, este tipo de corrupción es inevitable y la podemos encontrar en cualquier esfera de la vida social y profesional, sin embargo Suárez ha dicho que “aquello que debería evitarse es que estas corrupciones se acaben estableciendo en un sistema y se repitan como normales”. Suárez establece una diferencia entre la aparición de la corrupción y su establecimiento, que vendrá dado por “el grado de permisividad de la misma sociedad”, según ha afirmado. Manuel Suárez cree que además el grado de permisividad en nuestro tiempo está alterado por la relativización de los valores éticos y el trastorno de conceptos claros como el bien o el mal. ¿EL PODER CORROMPE? Suárez ha puntualizado que no es el poder el que corrompe sino el ser humano, que ya está corrompido en potencia: “Lo que sucede es que el poder multiplica la capacidad de hacer daño de las personas”. También ha elogiado el sistema democrático por su realismo y porque procede de un concepto puramente protestante, y es que el hombre está corrompido en potencia, por lo que necesita estar controlado, sobre todo cuando accede al poder: “La democracia nos permite ese control aunque no sirve para hacer las personas buenas”, dice Suárez. Además “la democracia permite revelar el corazón colectivo de cada pueblo” –dice Manuel Suárez. En este sentido la democracia trata lo mejor y lo peor del ser humano en el gobierno de la sociedad, puediendo ser una ayuda o un factor más de perversión. De saber desarrollar el poder como un servicio y lograr un buen control del poder depende el buen ejercicio del gobierno democrático, opina Suárez. EN LA IGLESIA ¿Qué relación puede tener el modelo político-social con la iglesia? Según Suárez hay mucha: “El modelo y la cosmovisión con la que nos conducimos en la vida condiciona nuestra forma de gobernar”. Suárez dice que esto condiciona tanto el ámbito social como el eclesial. En su opinión los cristianos deben conducirse con una “profunda humildad y darnos cuenta de que no somos hombres perfectos porque, como dice Pablo, no nos predicamos a nosotros mismos sino que predicamos a Cristo y a Cristo crucificado”. El político defiende que es esencial entender que el creyente cristiano es regenerado por Cristo, y por este motivo de regeneración siempre debe seguir el modelo perfecto porque en caso contrario adoptaríamos los modelos de poder del mundo para aplicarlos a la iglesia. “Tendemos a ir hacia el abuso de poder por eso necesitamos ser controlados por el Señor y también por los hermanos”, tanto a nivel personal como en el aspecto eclesial o de entidades religiosas –concluye Suárez. Finalmente, cree que el líder cristiano debe asumir más que nadie que la autoridad es un servicio a los demás, como hizo Jesús, y que debe rendir cuentas a quien se lo pida, aunque también debe saberse respetar la autonomía y responsabilidad del liderazgo pero “hasta donde se logre obtener confianza y credibilidad ante los demás”, y no tanto por una cuestión legal o de normas. MULTIMEDIA Puede escuchar aquí la entrevista de Esperanza Suárez a Manuel Suárez (no son familia a pesar de las apariencias), sobre “Corrupción, política, Iglesia

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