El presidente de la Conferencia Episcopal pide perdón para la Iglesia Católica por su papel en la guerra civil

En una iniciativa histórica, el presidente del episcopado, Ricardo Blázquez, aprovechó su discurso de inauguración de la asamblea plenaria episcopal para pedir perdón por el papel de la Iglesia en la guerra civil. Y tras entonar el mea culpa, solicitó también el perdón divino para todos los implicados en la guerra fratricida “más destructiva de nuestra historia” y abogó por una memoria histórica que “no abra heridas ni atice rencores”.

MADRID · 26 DE NOVIEMBRE DE 2007 · 23:00

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Lo había intentado el cardenal Tarancón en la Asamblea conjunta obispos-sacerdotes de 1971. Entonces, se sometió a votación una propuesta que decía así: “Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra civil entre hermanos”. Pero no logró ser aprobada. Treinta y seis años después, lo hace, a título personal y ante todos los obispos, el presidente de la Conferencia episcopal. Tras recordar el “período doloroso y agitado” de la guerra civil, y teniendo presente la “purificación de la memoria” solicitada por el Papa Juan Pablo II, Blázquez reconoció: “Sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos”. Una vez pedido perdón por “las formas de antitestimonio y escándalo” de la Iglesia, Blázquez suplicó también “el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra”. Y a continuación, el obispo de Bilbao, invitó a “aprender” la lección y “recordar la historia no para enfrentarnos, sino para recibir de ella o la corrección por lo que hicimos mal o el ánimo para proseguir en la senda acertada”. En este sentido y hecha la autocrítica, el prelado vasco se mostró partidario de “que se haga plena luz sobre nuestro pasado”, pero sin “imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la historia”. Porque, “la memoria colectiva no se puede fijar selectivamente”. Más aún, a su juicio, “no es acertado volver al pasado, para reabrir heridas, atizar rencores y alimentar desavenencias”. Lo conveniente es mirar al pasado “sin ira” y “sin ánimo de revancha”, porque “la búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad debe guiar el ejercicio de la memoria”. Como muestra concreta de esa sana recuperación de la memoria puso la reciente “beatificación de 498 mártires”, que “certificaron con su muerte la importancia de la fe en Dios”. Mártires que “tamben ofrecieron el perdón” y cuya muerte “es una siembra de paz y de reconciliación”. Pero a monseñor Blázquez tampoco le dolieron prendas para reconocer que también hubo otros mártires. “Aunque nosotros nos referimos a los mártires cristianos, mostramos nuestro respeto a las personas que han mantenido sus convicciones y han servido a sus causas hasta afrontar las últimas consecuencias”. Y concluyó: “la beatificación de los mártires no supone desconocimiento ni minusvaloración del comportamiento moral de otras personas, sostenido con sacrificios y radicalidad”. A la mayoría de los obispos les encantó el “mea culpa” de Blázquez. “Ha sido un discurso bello y profundo”, decían. Algunos, sin embargo, se hacían cruces por el “atrevimiento” del obispo de Bilbao, para implicar a la institución en una iniciativa de tanto calado como la petición de perdón por la guerra civil. Algo que, colectivamente, los obispos españoles todavía no hicieron. “Pero, desde ahora, ya nadie podrá acusar a la Iglesia de no haber pedido perdón. No estaría mal que otras instancias sociales y políticas hiciesen lo mismo”, advertía otro prelado. Era la penúltima plenaria de Blázquez. A cuatro meses escasos de la asamblea del próximo mes de marzo, en la que los obispos también estarán de elecciones, Blázquez quiso presentar su programa. De una forma indirecta, como se hacen estas cosas en la Iglesia. Con gestos, palabras y nombres propios. El gesto fundamental: la petición de perdón por el papel de la Iglesia en la guerra civil. Las palabras: diálogo, perdón, reconciliación, paz y Evangelio. Los iconos: Juan Pablo II y el cardenal Vicente Enrique Tarancón. Blázquez acudió al Papa que se puso de rodillas ante la humanidad para pedir perdón por todos “los pecados de la Iglesia”. Como aval de su propia petición de perdón. Y al cardenal de la transición, como símbolo de una etapa reciente en la que la “Iglesia estuvo a la altura del momento histórico”. Para el presidente de los obispos, Tarancón “fue un don de Dios para la Iglesia y la sociedad española”. Y sus objetivos: “Independencia de la Iglesia de todo poder político”, para convertirla en “instrumento eficaz de reconciliación”. Más aún, “buscó siempre la concordia, respetando la pluralidad y fomentando el diálogo”. MULTIMEDIA Pueden ver en video la petición de perdón de Ricardo Blázquez por la postura o participación de la ICR en la guerra civil española (4 Mb).

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