Violencia en Francia: `un grito desesperado de atención y ayuda, aunque nadie puede estar de acuerdo con ella´

En estos días estamos oyendo mucho y viendo imágenes a través de los diferentes medio de comunicación, en torno a la problemática de Francia con los jóvenes, la mayoría de ellos de la segunda generación de inmigrantes, aunque haya también entre ellos jóvenes franceses que viven en situación de desventaja social en barrios dormitorios y marginales de las grandes ciudades francesas. La situación está llegando tan lejos que están poniendo en jaque a todo el Gobierno francés.

Madrid · 14 DE NOVIEMBRE DE 2005 · 23:00

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Incluso se ha llegado a declarar el toque de queda para poder controlar mejor la situación. Multitud de actos vandálicos, miles de coches quemados, cantidad de jóvenes detenidos y puestos a disposición judicial. Es la rebelión de los excluidos del sistema, de los que, quizás, por el simple hecho de tener la tez un poco más morena o llevar un nombre marroquí o latinoamericano, tienen especiales problemas para el trabajo y para encontrar una identidad personal dentro de la sociedad francesa. Así comienza Juan Simarro su artículo de esta semana en Protestante Digital (“La rebelión de los excluidos”) en su columna habitual (De par en par). Simarro no es sólo un teórico (licenciado en filosofía y escritor); sino un hombre práctico, ya que es fundador y Director de Misión Evangélica Urbana en Madrid, que atiende a colectivos necesitados desde hace 20 años (estos días precisamente se celebra el XX aniversario). Piensa Simarro que se trata de personas dentro de familias desestructuradas y que son vistos, a pesar de su nacionalidad francesa, por ser ya de la segunda generación de inmigrantes, como diferentes, y que posiblemente pertenezcan a bandas urbanas, bandas latinas o marroquíes. “En los países ricos de acogida todo va muy bien mientras estas bandas son rivales y se pelean entre ellas mismas”, pero la situación se complica cuando el odio y la violencia “ya no se dirige a la rivalidad entre ellos, sino que la pasan como protesta ante la sociedad civil”. Esto implica al resto de países de Europa, incluida España, donde puede ocurrir el mismo fenómeno “si cambia la dirección de la violencia y, lo que es una violencia entre bandas rivales, pasa a unirse y asociarse entre ellos, y se dirige en contra de la sociedad civil en general”.  Otra cuestión importante, es que cada vez hay un número mayor de franceses entre ellos, dice Simarro, debido a que son jóvenes “en marginalidad y desventaja social de los países acogida” que les impide una identidad adecuada que buscan en las bandas y la delincuencia que les el vacío existencial que tienen. “Quizás lo que no quieren” reflexiona Simarro, es sentirse solos y desamparados mientras sus familias viven “agobiadas por el afán de encontrar un trabajo y, en muchos casos, explotadas por las sociedades capitalistas de acogida”.  La solución no es sólo “una cuestión policial o judicial, sino que entran en juego otras carencias pedagógicas y de dar sentido al ocio juvenil. Es necesario invertir más fondos en políticas sociales y culturales”. Deben, por lo tanto,  potenciarse políticas asistenciales más fuertes y, especialmente, en los institutos y centros de enseñanza para adolescentes. Por eso no está de acuerdo con su expulsión, como se pretende en Francia, “pues su violencia es, en el fondo, un grito desesperado de atención y ayuda a sus problemáticas, aunque nadie puede estar de acuerdo con la violencia”. Se deben crear con urgencia, nuevos parámetros sociales con los que estos jóvenes se puedan identificar, dice Simarro, y aquí “tienen una gran responsabilidad los movimientos cristianos”. Pueden escuchar una entrevista en audio a Juan Simarro sobre este tema AQUÍ (4MB)

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