Génova, Irlanda y el nuevo panorama espiritual

La Europa post-cristiana necesita a cristianos que comprendan que el evangelio es poder para cambiar vidas y transformar sociedades. Pero esto no sucederá agarrándose a los privilegios de antiguas estructuras religiosas.

Redacción PD

21 DE AGOSTO DE 2018 · 18:36

Una iglesia en Italia. / Pixabay (CC0),
Una iglesia en Italia. / Pixabay (CC0)

La tragedia de Génova ha vuelto a mostrar cómo tradiciones religiosas como la Católica siguen tratando de vivir en una cristiandad cultural que, en la práctica, ya es parte del pasado de Europa.

El funeral de estado de la aconfesional Italia volvió a ser dirigido por las autoridades católicas, obviando a conciencia la evidencia de que entre los muertos había personas no católicas, como los de la víctima de familia evangélica, y personas que no practicaban una religión.

Tal como sucedió tras los terremotos de Aquila y Amatrice, también esta vez se “asume que todo el mundo es católico, y se deja que la Iglesia Católica actúe en nombre del estado”, han criticado los evangélicos italianos. Las fronteras que separan las autoridades políticas del poder religioso son “borrosas”. La Iglesia establecida parece no comprender que la Cristiandad ya no es norma y que la espiritualidad de muchas personas ya no tiene nada que ver con los ritos que unificaron a la sociedad en el pasado. 

La visita del Papa a Irlanda es otra muestra de este desajuste. Las masas y el merchandising sólo desviarán por unos días la atención de la realidad de la secularización. Millones dejaron de confiar, también en ese país, en las grandes estructuras religiosas, conscientes de que a menudo se han servido a sí mismas dejando de ofrecer las ‘buenas noticias’ del evangelio. Como resumía el propio arzobispo Diarmuid Martin, “la Iglesia Católica tiene problemas para encontrar su lugar en la sociedad y cultura irlandesa”.

 

EL EVANGELIO QUE LLEGÓ A EUROPA

Vale la pena fijarnos, una vez más, en cómo se movían los primeros cristianos en Europa, pocos años después de la muerte y resurrección de Jesucristo. Nos damos cuenta de que trastornaron sus ciudades, no desde posiciones privilegiadas, sino desde los márgenes de una sociedad hostil. 

Leemos en Hechos que participaron desde el primer momento en la plaza pública para exponer su mensaje y contrastarlo abiertamente con otras ideologías del momento. Comprendieron que debían ser intencionales en sus acciones, y mostrar a sus vecinos cómo Jesús era un Rey mejor que venía a redimir todo lo roto, ofreciendo perdón y una justicia y esperanza definitivas. 

Estas primeras comunidades cristianas no reflejaban deseos de ocupar las estructuras de poder (políticas, religiosas, financieras) como una herramienta para hacer avanzar sus ideas. Supieron depender del Espíritu Santo y convertir en lugar de misión cualquier sitio en el que eran colocados por Dios. 

La Europa post-cristiana necesita a cristianos que comprendan que el evangelio es poder para cambiar vidas y transformar sociedades. Pero esto no sucederá agarrándose a los privilegios de antiguas estructuras religiosas.

 

LUMBRERAS EN UNA GENERACIÓN SIN REFERENTES

En una sociedad sin referentes, los cristianos evangélicos tienen la oportunidad de volver a ser puntos de luz que muestran a Jesús de forma práctica y real. Las buenas noticias de Cristo son tan relevantes hoy como lo eran en la Europa pagana del siglo I. 

El viejo continente necesita cristianos con respuestas, especialmente cuando países enteros son confrontados con preguntas sobre el sufrimiento, la muerte, y el propósito de la vida.

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