¿Quiénes se salvaron en la tragedia aérea de Colombia?

Queremos analizar dos perspectivas bien distintas tras publicar en Protestante Digital la noticia de que “Cuatro de los seis supervivientes son cristianos evangélicos”.

La primera es responder a algunas críticas acerca de que hemos utilizado la noticia en favor de una teórica defensa de que ser creyente de fe evangélica es una especie de garantía o seguro de que Dios nos va a proteger de todo mal.

Nada más lejos de nuestra intención, filosofía y práctica diaria como medio de comunicación. Aunque sin duda Dios cuida de una forma especial a sus hijos, publicamos a menudo cómo mueren cristianos a manos de yihadistas, o testimonios de cristianos que sufren a causa de sus creencias, o pasan crisis, aunque siempre con su convicción de esperanza y fe en medio de la prueba.

Y en este mismo accidente probablemente hay víctimas de fe cristiana evangélica, aunque aún no hemos podido confirmarlo. Lo publicaremos cuando lo sepamos a ciencia cierta.

El simple hecho de que dos de los supervivientes no fuesen evangélicos va en contra de esta supuesta idea, por lo que utilizarla nos parece totalmente fuera del contexto de lo que queremos comunicar.

Por ello nos sumamos sin dudarlo y desde el primer momento al dolor por la tragedia y por cada una de las víctimas y sus allegados, un sentimiento que no puede ser expuesto en una noticia que quiere informar, porque como medio profesional diferenciamos opinión de información.

Este Editorial si es opinión, y en la misma reiteramos nuestro enorme pesar y cercanía con todos quienes han sufrido la pérdida de un ser querido.

Pero hay una segunda perspectiva aún más importante que ésta que someramente hemos analizado, y es responder a la pregunta del titular: ¿Quiénes se salvaron en la tragedia aérea de Colombia?

No nos referimos a quiénes se salvaron físicamente de la tragedia, sino a aquellos que fallecieron y lograron la salvación eterna, la existencia en un infinito atemporal en la presencia de Dios mismo.

Y en esto sí somos categóricos, sin atender a lo políticamente correcto, o a las palabras al uso para tranquilizar conciencias.

No se salvaron los cristianos evangélicos, ni los católicos, ni los pertenecientes a otra religión o a ninguna (ateos o agnósticos).

No. Si atendemos a las palabras de Jesús, se salvaron con total seguridad los que le conocían y confiaban en Él.

¿Y los que no? Dice la carta a los Romanos que a quienes no tuvieron oportunidad de conocerle, serán juzgados conforme a su propia conciencia. Un juicio con una balanza en la que no caben trampas ni disculpas, y que cada cual sabe en el fondo de su propio corazón de qué lado se inclina.

Así pues, ningún afán tenemos de que quienes lean nuestras noticias sean de una u otra religión. Tampoco nada más allá de reflejar la realidad de lo ocurrido.

Pero si nos preguntan nuestra opinión, como ahora reflejamos en estas líneas, les conviene (si aún no la tienen) lograr la Gracia, el regalo de la vida eterna, que viene sólo a través de Jesús, sin intermediario alguno, para perdón de nuestras culpas y restauración de nuestra relación con Dios.

No para que sean cristianos evangélicos, sino para que aferrados a Jesús de Nazareth puedan atravesar el umbral que todos debemos pasar de una forma u otra y del que nadie regresa. Ese umbral que lleva a una eternidad con Él o sin Él.