Discerniendo los tiempos

La panorámica que tuvo Jesús al abrir los ojos no podía ser más pesimista y contraria a cualquier cambio.

14 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 04:00

,farol, nieve

Jesús nació en un momento en el que había un Imperio que desde Roma controlaba el mundo entero.

Israel estaba convulsa entre la agitación del nacionalismo judío y la depravación moral de los gobernantes políticos.

La agitación social y política estaba en consonancia con una clase religiosa apegada al poder, al uso de la religión judía en su propio beneficio, y que convertía el propio Templo de Jerusalén, corazón de la fe de la palabra revelada al pueblo de Dios, en un centro comercial y lugar de conspiraciones como lobby de poder.

El pueblo llano vivía atrapado por unos impuestos que les sangraban para mantener a los poderosos, y a los chupasangres intermediarios.

El consuelo y la fuerza que provenían de la fe genuina sólo observaban un conglomerado de normas, ritos y más cargas de sacrificios que no podían en general asumir. Y que en el caso de poder hacerlo, sólo servían para adormecer su conciencia sin una revelación espiritual que revolucionase sus vidas.

Había agitadores políticos (Barrabás era uno de ellos), ladrones por las calles, enfermedades incurables olvidados y proscritos.

En definitiva, la panorámica que tuvo Jesús al abrir los ojos no podía ser más pesimista y contraria a cualquier cambio.

Pero Él trajo una revolución que acabó siendo un tsunami fértil, una revelación de parte de Dios como nunca antes ni después ha habido.

Pero pasado el tiempo, volvemos a estar convulsos entre la agitación de los nacionalismos y la depravación moral de los gobernantes políticos (algunos -como en Brasil- mostrando a la bancada evangélica igual de corrupta que la del resto de los partidos).

La agitación social y política estaba en consonancia con una clase religiosa apegada al poder de todas las confesiones y religiones en su propio beneficio. De aquel pesebre ha nacido un Estado Vaticano, y el Evangelio algunos lo convierten en una estafa piramidal televisiva.

El pueblo llano vive atrapado por unos impuestos que les sangra para mantener a los poderosos, y a los chupasangres intermediarios.

El consuelo y la fuerza que proviene de la fe genuina a menudo sólo es una suma de supersticiones, creencias inciertas e irracionales (la fe en Jesús es de las pocas que cuenta con una base racional) y un relativismo moral que sólo sirven para adormecer la conciencia sin una revelación espiritual que revolucione las vidas.

Y continúan los agitadores políticos, los ladrones por las calles, y las enfermedades incurables de olvidados y proscritos.

En definitiva, la panorámica que tuvo Jesús al abrir los ojos no es muy diferente a la nuestra; sólo que muchos tenemos la posibilidad de vivir en estados democráticos.

¿Cuál es el camino? Intentaremos plantearlo algún día en este espacio. Pero lo primero es que no nos creamos que nos ha tocado un tiempo peor al que muchos cristianos -comenzando por el propio Jesús- han debido afrontar. Por ello, Dios tiene una voluntad, unos propósitos y un plan. Y eso es lo que debemos descubrir. El suyo, no el nuestro.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Discerniendo los tiempos