Crisis

Las crisis que el mundo padece sume millones de personas en depresión. Superar cualquier crisis se halla en poner toda nuestra confianza en el Cristo vivo que las padeció por nosotros.

Juan Antonio Monroy

12 DE ABRIL DE 2016 · 21:00

,I love you, te quiero

El pasado mes de febrero leí en el periódico francés “Le Monde” que la palabra más escrita el año 2015 en prensa que se publica en países de la Europa occidental fue “crisis”. El autor del artículo enumeraba una serie de crisis que por su amplitud yo no puedo repetir aquí en su totalidad.

  • Crisis política. Crisis económica. Crisis social.
  • La crisis universal de los auténticos valores humanos.
  • Crisis laboral, con varios millones de parados en la unión europea.
  • Crisis en el aumento de la violencia.
  • Crisis en la falta de seguridad. Se vive con miedo.
  • Crisis en las actitudes rebeldes de adolescentes y de jóvenes.
  • Crisis en el aumento de las enfermedades.
  • Crisis en los bajos salarios, que no permiten llegar a fin de mes a familias de trabajadores.
  • Crisis en la corriente emigratoria. Jóvenes que han terminado la Universidad y viajan de un país a otro en busca de empleo.
  • La reciente crisis inmigratoria, con millones de musulmanes llegando a Europa huyendo de la guerra.

Podría seguir enumerando las crisis que afectan a los países europeos, incluida nuestra España.

Y está la crisis más profunda, la más extendida, el miedo: vivimos en la era del miedo. Como lo escribió Kafka en su época, la más grave de todas las enfermedades es el miedo. Miedo a perder el empleo. Miedo a no poder alimentar a la familia. Miedo a enfermar y no disponer de recursos para el tratamiento adecuado. Miedo, mucho miedo al futuro. ¿Qué nos depara el mañana y el después del mañana?

Los cristianos formamos parte de la sociedad y por tanto nos afectan todas las crisis, las padezcamos o no. La gran diferencia entre quienes nos refugiamos bajo el paraguas protector de Cristo y quienes viven a la intemperie espiritual es precisamente Cristo, la persona de Cristo, el amor eterno de Cristo.

El santo apóstol Pedro dijo hace más de veinte siglos que “Cristo padeció por nosotros” (1 de Pedro 2:21).

Padeció por nosotros y por nuestras crisis. Esto se deduce de uno de los grandes capítulos del Testamento Antiguo. El capítulo que escribió Isaías con corazón quebrantado y con mirada profética puede ser reinterpretado así:

Su apariencia física quedó demudada por nuestras crisis. Fue despreciado por nuestras crisis. Fue desechado entre los hombres por nuestras crisis. Fue declarado varón de dolores por nuestras crisis. Experimentó quebranto por nuestras crisis. Fue menospreciado por nuestras crisis. Llevó nuestras enfermedades por nuestras crisis. Sufrió nuestros dolores por nuestras crisis. Fue azotado por nuestras crisis. Fue herido por nuestras crisis. Fue abatido por nuestras crisis. Fue molido por nuestras crisis. Fue castigado por nuestras crisis. Fue llagado por nuestras crisis. Llevó sobre sus hombros el pecado de todos nosotros por nuestras crisis. Fue angustiado por nuestras crisis. Fue afligido por nuestras crisis. Permaneció en silencio por nuestras crisis. Como cordero fue llevado al matadero por nuestras crisis. Fue trasquilado como oveja por nuestras crisis. Fue juzgado por nuestras crisis. Fue cortado de la tierra de los vivientes por nuestras crisis. Dispusieron su sepultura con los impíos por nuestras crisis. Fue sujeto a padecimientos por nuestras crisis. Puso su vida en expansión por nuestras crisis. Derramó su vida hasta la muerte por nuestras crisis. Fue contado entre los pecadores por nuestras crisis.

Las crisis que el mundo padece está sumiendo a millones de personas en la depresión. La superación de cualquier forma de crisis se encuentra en poner toda nuestra confianza en el Cristo vivo que las padeció por nosotros.

A Cristo lo tenemos aquí, dentro de ti y de mí, dentro de todos los que en Él creemos. Cuando lo miramos vemos en sus ojos el fondo de nuestro ser en crisis.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Crisis