Volkswagen y la (des)confianza

No podemos pedir confianza plena en “la” Iglesia, ni en ninguna persona de forma incuestionable.

03 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 19:00

,Volkswagen, logo

La estafa realizada por la empresa automovilística Volkswagen es una parábola de lo que ocurre en nuestros tiempos.

Lo que aparecía como un valor seguro, un coche de confianza, la garantía de solidez a la hora de comprar un coche, se ha desplomado ante la evidencia del engaño, la estafa, que ha llevado a esta empresa a mentir a sus clientes a cambio de aparentar una imagen y cobrar unas características mecánicas que no eran ciertas.

Este hecho, que es notorio por la trayectoria de la empresa y la cultura alemanas, es tristemente la rutina habitual en las entidades españoles (y muchas hispanas).

Que los banqueros tipo Bankia se hagan de oro mientras la crisis arrasa a sus clientes (que además les pagan el rescate por sus deudas), que se estafe con preferentes a los jubilados dejándoles sin ahorros, o que políticos de todo signo (Gurtel, los ERE de Andalucía, el 3% catalán) asolen la ética y la economía de nuestro país se asume como parte normal de la vida social y política.

Podemos trasladar esta situación a la realidad eclesial y espiritual.

Que en la jerarquía católica se estén produciendo escándalos financieros (el último en el propio Vaticano), revelaciones de abusos sexuales (tras Maciel, aparecen nuevos casos recientes) parece que se da como parte “normalizada” de la “madre Iglesia”, santa y pecadora como dicen sus defensores.

Pero el problema es que la iglesia evangélica se parcela con puntos negros de casos como el de la Volkswagen. No dejaremos nunca de insistir en lo contrario que es la llamada teología de la prosperidad al propio Evangelio, la gravedad de quienes manipulan a los fieles a favor de un “ministerio espiritual” que en realidad es sólo un negocio propio totalmente carnal. O la espiritualidad alejada de la realidad del próximo. O la creencia aparente de profundos incrédulos.

Decía José de Segovia en el pasado Culto de la Reforma que Dios se representa solo, y que a menudo quienes se llaman iglesia son/somos pésimos representantes de Dios.

Lo cual es cierto, pero a la vez las personas que forman la iglesia serán a menudo el primer (y a veces único) testimonio de Jesús y su Evangelio que muchos pueden tener.

No podemos pedir confianza plena en “la” Iglesia, ni en ninguna persona de forma incuestionable.

Sí en Jesús, pero entendiendo que esta sociedad desconfía. En parte porque le conviene desconfiar para huir de la confrontación que Dios hace al estilo de vida actual. Pero también, debemos tenerlo en cuenta, por la desconfianza que algunos (¿muchos?) de quienes asumen la etiqueta de cristianos han generado en su ejemplo y vida.

Que Dios extienda su gracia para cada uno de nosotros, y para esta sociedad perdida en su propia desconfianza. Es realmente un milagro que la Biblia, su mensaje, la figura de Jesús viva en los corazones, hayan perdurado hasta nuestros días; lo cual es en sí mismo una evidencia de que los milagros, afortunadamente, siguen ocurriendo.

Y en eso sí podemos confiar, en un milagro.

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