Unidad: no llamemos diversidad a la confusión

Es querer convertir la diversidad de Pentecostés en la confusión de lenguas de Babel. Por mucho que superficial y aparentemente se parezcan.

27 DE JULIO DE 2014 · 22:00

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El papa Francisco pone flores ante una imagen de María el día siguiente de su elección.

El Papa ha consumado en su visita a una iglesia evangélica pentecostal italiana este 28 de julio una línea ambigua y ambivalente que realiza desde el inicio de su pontificado. Por una parte, ha mantenido inamovible todos los cimientos que en el Concilio de Trento reafirmaron a la Iglesia del Vaticano en los principios que la apartaron de las bases bíblicas del cristianismo del Evangelio de Jesús, tal y como los principios de la Reforma protestante contemplaban. No vamos a extendernos en el contenido de estas afirmaciones doctrinales que mantienen el principio de que Iglesia católico-romana e Iglesia evangélica son dos confesiones cristianas separadas por el abismo de una Biblia en común. Para ello les remitimos a estos artículos clarificadores: Pero por otra parte, junto a este inmovilismo, ha tenido continuamente gestos de acercamiento que en sí son positivos (el más reciente, pedir perdón a los evangélicos italianos por la persecución que sufrieron durante el fascismo o denunciar el uso del término decat para los pentecostales). Sin embargo, esa bondad del gesto se torna en pedir “unidad en la diversidad”, cuando por lo dicho antes es más bien pedir la mezcla en la difuminación. Es querer convertir la diversidad de Pentecostés en la confusión de lenguas de Babel, por mucho que superficial y aparentemente se parezcan. El mensaje de Jesús que los discípulos conocieron no es el que se enseña y predica en la teología del catolicismo romano. Y la iglesia que los discípulos impulsaron es en muchos aspectos contraria e incompatible en cuestiones fundamentales a la institución religiosa vinculada al Estado Vaticano. Sin duda la/s iglesia/s evangélica/s tiene/n multitud de imperfecciones, errores, y alguna/s hasta herejías. Pero no en lo esencial. Y si ocurre en lo esencial, uno puede salir de esa iglesia sin perder la salvación por ese hecho, y sin necesitar intermediarios en su relación con Dios; siendo consciente de que es su propia conciencia -delante del Dios de la Sola Gracia, Sola fe y Sola Escritura- quien va a presentarse a rendir cuentas ante el trono del Rey de Reyes. Ante el trono donde la Verdad y la Gracia se besaron (sin confusión alguna).

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