Rematando a los heridos

Una persona lo es para no ser idolatrada, pero también para ser respetada como tal en cualquier circunstancia, incluso en lo más sórdido, inmoral o profundo de los errores.

23 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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Dicen que el peor ejército posible no es aquél que pierde una batalla, sino el que remata a sus heridos. En este aspecto, una tendencia que se exacerba en tiempo de crisis es la de “hacer leña del árbol caído”. A menudo se idolatra a las figuras políticas, sociales y líderes religiosos. Se las ensalza, se solicitan sus favores, se cierran los ojos ante sus defectos y errores. Pero de pronto, cuando caen en desgracia, parece como si una jauría humana se abalanzara sobre ellos pasando de superhéroes a repugnantes seres humanos, de intocables a ser brutalmente linchados sin dignidad alguna. Una persona lo es para no ser idolatrada, pero también para ser respetada como tal en cualquier circunstancia, incluso en lo más sórdido, inmoral o profundo de los errores. Lo hizo Jesús con el ladrón crucificado junto a él, con la mujer adúltera a punto de ser apedreada, con los leprosos llenos de llagas, con el político (recaudador de impuestos) que abusaba del pueblo, con la inmoral y marginada social samaritana, hasta con el centurión con su hija enferma que representaba a la bota de Roma que aplastaba a su pueblo. ¿Y nosotros? No es raro ver cómo les rompemos las piernas a los crucificados, apedreamos a las adúlteras, huimos de los leprosos, escupimos a los políticos, ignoramos a los marginados e insultamos a los que nos gobiernan. Esto, que en general denota una forma de actuar alejada de Jesús, es especialmente doloroso, grave, incoherente, cuando se trata de un hermano herido. Hay caminos de iglesias llenos de heridos tirados, algunos rematados por sus propios hermanos. A lo mejor (o a lo peor) tiene que ser un samaritano el que les ayude. Y muchos dirán ¿soy yo acaso el cuidador de mi hermano? Esta sociedad necesita sanadores de heridos. Sin negar la necesidad de justicia, de indignación, de que se asuman responsabilidades, pero viendo siempre a la persona que está detrás de las circunstancias que le envuelven. Como a cualquiera de nosotros.

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