El papa, más Ignacio que Francisco

Intentando centrar el debate y nuestra perspectiva de la notoriedad informativa en torno al papa Francisco.

24 DE ABRIL DE 2013 · 22:00

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Fundamentalmente porque –como en el resto de medios de todo tipo y tendencia- ocupa parte (sólo parte) de nuestra información y opiniones. Pero palpamos especialmente a través de los lectores ideas, posturas, que no podemos responder una a una, ni sería oportuno hacerlo de esa forma. Así que intentamos hacerlo desde este Editorial. En primer lugar, como ya es más que obvio, creemos que es importante analizar las declaraciones y posturas del nuevo papa, porque esto es noticia para todos, y en nuestro caso especialmente porque afecta a la sociedad, el Evangelio y los evangélicos en el mundo entero. La “reforma” del nuevo papa ya puede decirse que no es una reforma en profundidad que lleva a un replanteamiento de las cuestiones básicas de la fe volviendo a la perspectiva netamente bíblica, sino una modificación de aspectos sociales y éticos en cuanto al alejamiento de una vida de riqueza, del boato propio del papado tradicional, un mayor acercamiento a los pobres, y una actitud más cercana a las personas. Posturas e ideas todas ellas positivas, pero que dicho sea de paso, aceptarían en teoría aplicarse de la misma forma partidos políticos, instituciones y ONGs de cualquier ideología. Es decir, se trata de algo similar a la contrarreforma que inició Ignacio de Loyola ante la impulsada por Martín Lucero. ¿Es esto una reforma del cristianismo que tradicionalmente proclama el Vaticano? En absoluto. Es una Reforma del estilo de vida que vivía la jerarquía del Vaticano y de ahí para abajo cada palo aguante su vela. Lutero quiso cambiar las bases de la fe cristiana y las ataduras doctrinales que él entendía erróneas, volviendo para ello a los principios de Sola fe, Sola Gracia, Sola Escritura (muy por encima, pero no anulando, el Magisterio y Tradición). Por su parte Ignacio de Loyola sólo intentó modificar los vicios que eran el resultado de las bases mal puestas en la Iglesia católico-romana. Lutero humano y pecador. Ignacio humano y pecador. Francisco humano y pecador, y todos nosotros humanos y pecadores. Pasamos al punto siguiente. Nos preocupa que la fe sea una cuestión moral (coincidimos en posturas morales, luego somos lo mismo, algo que podría aplicarse de la misma forma general también a nuestras coincidencias con el judaísmo y al cristianismo ortodoxo, por ejemplo). O de palabras comunes cuando estas palabras tienen muy diferentes sentidos. Ponemos un ejemplo. Publicamos una noticia en la que proclamaba Francisco que “No se puede amar a Jesús fuera de la Iglesia (católica)”. La palabra (católica) la añadimos nosotros, y no la dijo Francisco, algo que es cierto. Pero es que para la Iglesia católica la única Iglesia es la católica. Porque –repetimos- el lavado de Francisco al cristianismo vaticano es sólo de la fachada, por dentro todo sigue igual. Podríamos hablar de la misma forma de términos y conceptos como salvación, gracia, sacerdocio y otras muchas palabras comunes a católicos y protestantes pero que tienen muy distintos significados. Y volviendo a este ejemplo anteriormente mencionado, en una carta dice una lectora (no sabemos si cristiana evangélica o no, es igual al caso) que los evangélicos aceptamos esta frase quitando el término "católico". Nos parece totalmente incorrecto, es más, grave. A Jesús se le conoce fuera de toda Iglesia, (cada cual en su camino de Damasco (aunque sea dentro de una iglesia). Y se le ama a nivel íntimo y personal, y como consecuencia, en una comunidad de fe (a veces ayudados por la comunidad de fe y otras a pesar de la comunidad de fe). La relación personal con Jesús es individual, intransferible y totalmente personal. Su expresión y desarrollo es en comunidad y sociedad, pero nunca al revés. De hecho, pensamos que (a pesar de los pesares) hay seguidores de Jesús dentro del catolicismo romano, de la misma forma que hay quienes no son seguidores de Jesús aunque sean miembros de una Iglesia evangélica o protestante. Finalizamos. No entendemos que se nos cuestione por publicar lo que dice Francisco, ya que es noticia, pero como lo es lo difundimos. No compartimos gran parte de las ideas del catolicismo romano, pero desde el respeto diferimos cuando opinamos. Y no nos vamos a arredrar ante nadie que quiera coartarnos, sea por llamarnos por lo anterior prensa amarillista, polémicos o divisores. Actuamos en conciencia, y estamos convencidos hasta ahora de haberlo hecho con bastante ecuanimidad, en lo que es de interés informativo, y la defensa de la verdad que nos rodea y aquello en lo que creemos nos demandaba. Ni más ni menos. Es nuestro deber y nuestro derecho, y quienes lo cuestionan es porque no les gusta que los demás tengan esta libertad (que por cierto, ya se nos ha negado, a veces por sangre y fuego mucho tiempo). Podremos acertar más o menos, atinar o equivocarnos, pero nos negamos a que se nos quite -de una u otra forma- nuestro derecho a hablar, a decir que el rey (o el papa) está desnudo, si eso es lo que vemos. En definitiva, y como punto final, creemos que al que busca a Dios le halla, y a quien le llama se le abre, pero será siempre y sólo a través de Jesús, el Jesús que es Verbo hecho carne y revelado en la Palabra. Después, y a partir de ahí… hablamos.

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