El sexo mandamiento del Vaticano

El obispo argentino enamorado, destituido a los pocos días de descubrirse su relación con una mujer divorciada.

26 DE JUNIO DE 2012 · 22:00

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Pocas veces la foto de un hombre y una mujer abrazados mientras se bañan en el mar ha sido tan vista y difundida. No porque tuviese en sí misma morbo alguno, ya que se trataba de dos enamorados de mediana edad con más ternura que erotismo. Las fotos que destapó la prensa argentina y que han dado la vuelta al mundo son casi de álbum de recuerdos de familia, de viaje de bodas de plata. Lo especial no aparece visible para quien desconozca el contexto. La gran cuestión es que el hombre es un obispo católico. Ella, para más INRI, una mujer divorciada. Las normas de la Iglesia Católica son claras en este tema: sus sacerdotes deben abstenerse por imperativo legal (que no bíblico) de tener relaciones sexuales, ya no sólo fuera, sino dentro del matrimonio (algo que se les prohíbe por mera tradición humasa). Por ello el Papa rápidamente, en pocos días, ha ejecutado las consecuencias de esta traición e inmoralidad sexual, y formalmente ha aceptado la renuncia del obispo Bargalló, lo que en realidad debe interpretarse como esa forma encubierta de proceder a una destitución manifiesta. No vamos a debatir lo antibíblico del celibato sacerdotal obligatorio (*), y como todo lo contrario a la Biblia perverso en sí mismo por dañino, especialmente si se hace “en el nombre de Dios”. Tampoco en lo doloroso de obligar a escoger a una persona entre su vocación y el amor como si fueran incompatibles, cuando no lo son o al menos no deberían serlo. Pero sí vamos a señalar algo que es mucho más terrible. Y es la rapidez con la que el propio Papa ha llevado adelante la ejecución de la condena al obispo Bargalló por haber abrazado en público (y en privado) a una mujer adulta en una relación mutuamente consentida y deseada. ¿Por qué? Porque contrasta de forma manifiesta, dolorosa, con la actuación papal y de todo el sistema jerárquico católico ante las situaciones de sacerdotes adultos que abusaban de niños o de personas que, por una u otra razón, se encontraban en manifiesta situación de indefensión. Llegando incluso con frecuencia el sistema jerárquico al encubrimiento y protección del pederasta de forma que continuaba con sus prácticas perversas con el consentimiento activo o pasivo de sus superiores. Mirada hacia otro lado por parte de los mismos que actúan como un rayo en casos como los del obispo Bargalló. Incluso tiene que ser la justicia ordinaria la que intervenga para que respondan los pederastas y sus cómplices encubridores, como ha mostrado el reciente caso de William Lynn, secretario de la archidiócesis de Filadelfia, condenado por mantener en contacto con niños a curas acusados de pederastia. (*) 1ª carta a Timoteo 3:2, y a Tito 1:6

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