Protestantes españoles y la visita del Papa

La visita del Papa católico a España siempre ha levantado expectación y polémica.

10 DE AGOSTO DE 2011 · 22:00

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En la que coincide con las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) se repite este fenómeno. Sin duda entrando en cuestiones de protocolo, una clave es que nunca se sabe si quien visita España es el líder de un movimiento religioso o un Jefe de Estado extranjero. El primer caso es sencillo. Hace poco visitó España por primera vez un Secretario general de la Alianza Evangélica Mundial y fue recibido por el Ministro de Justicia. Representa a una organización que aglutina a más de 400 millones de evangélicos en el mundo, así que no parece una locura pensar que la misma actuación debería tenerse con el líder del movimiento católico mundial. El segundo caso –como Jefe de Estado- es más complejo. Pero no hemos visto al Gobierno o a instituciones públicas españolas (Ayuntamiento y Comunidad de Madrid) subvencionar un encuentro de algún Presidente de Estado con sus ciudadanos o simpatizantes asentados en España. Suponemos que de eso se encarga su Embajada, caso de producirse. Y así entramos en el aspecto económico. Quienes defienden que es una buena inversión, deberían aplicar el mismo principio con el Día del Orgullo Gay (y a la inversa). Por otra parte, quienes opinan que se debe financiar (de manera directa o indirecta) por parte de instituciones públicas, olvidan que esto implicaría que se actuase igual siempre que un Jefe de Estado-líder religioso visite España. Quizás no cuantitativamente, pero sí de forma proporcional. Algo que nos parece contrario al sentido común y práctico, así como entrar en una línea de mezcla de Iglesia y Estado tan mala como que un Estado aconfesional apoye a una sola confesión. Ni café del Estado para uno solo, ni café para todos.[i] Por último, no podemos dejar de afirmar que los evangélicos o protestantes españoles de forma mayoritaria (y hasta creemos que se podría decir que prácticamente unánime) asistimos a esta visita con una doble valoración. La primera, el respeto que toda persona merece, y máxime siendo el representante de un importante colectivo religioso español y mundial. En este sentido, se sigue cumpliendo en algunos que en nuestro país se va siempre detrás de los curas (del Papa en este caso). Bien para seguirles en la procesión con las velas, o bien corriendo tras ellos con una estaca. Una confesión religiosa tiene todo el derecho a manifestarse públicamente (lo que no quita todo lo hablado en cuanto a trato y financiación del Estado). La segunda valoración es nuestra postura respecto a lo que significa la figura del Papa católico. En especial su pretendido papel de representante Vicario de Cristo en la Tierra, y su supuesta infalibilidad en los dogmas que rubrica al margen de la que diga la propia Biblia. Su papel es totalmente contrario e inaceptable para la fe cristiana bíblica tal cual la entendemos y asumimos los evangélicos. Para acabar no entraremos en cuestiones políticas, pero sí dejaremos un par de preguntas: ¿ha tenido que pagar un precio político el Gobierno socialista por la visita del Papa, por ejemplo parar la Ley de Igualdad religiosa?, y ¿qué función jugarán cara a las próximas elecciones generales los reproches que va a hacer o no hacer Benedicto XVI a las leyes socialistas moralmente polémicas?


[i] Este principio es aplicable a cualquier país, y sea cual sea la confesión religiosa.

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