La Memoria que vence a la Ley

Se llama Miguel García García. De madre murciana, padre almeriense y nacido en Catalunya, de donde se siente parte viva. Hijo de republicanos, catalán convencido, protestante en la España de Franco, defiende la Ley de Memoria Histórica, “pero para todos”.

15 DE OCTUBRE DE 2007 · 22:00

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Le hemos entrevistado en eMision, el brazo multimedia de Protestante Digital, pero tendremos que difundir sus 60 minutos de entrevista en las próximas tres semanas. No nos da tiempo a editar en pocas horas tanto contenido. Y lo lamentamos. Baste por ahora la noticia del reconocimiento a sus 50 años de pastorado en la misma iglesia. Nos ha relatado cómo vivió las bombas franquistas en su Barcelona de niño, pero sólo recuerda que, al caer una de ellas en el edificio vecino al suyo, su madre le abrazaba junto a sus hermanos mientras oraba: “Estamos en tus manos, Dios mío”. Su recuerdo de fuego, horror, ruido y humo está teñido de la luz serena de la fe de una madre. Llora al contarlo, a sus 81 años, porque no olvida aquel momento como uno de los más importantes de su vida. Porque Dios le salvó la vida terrena por unos metros, y la eterna por el testimonio vivo de una mujer llena de fe en medio del horror. Y eso es el Evangelio, fe que salva en medio del horror presente, fe que salva en medio del horror futuro. Y esta luz materna es la que ha llenado su vida, y parece haber llegado de forma perenne a su mente, enormemente lúcida. Habla de la necesidad de restaurar esa Memoria Histórica que le duele, como catalán que no podía hablar su idioma por decreto, que vio morir a su padre tras las represalias en una cárcel del régimen. Pero que a la vez sabe reconocer el daño que hubo en los dos bandos, dolerse por los paseos de la muerte “contra los que llamaban fascistas” en su Barcelona natal. Por eso pide justicia pero no sólo para uno de los bandos, y Memoria, pero también para todos. Dice que esa es la única forma de que dejen de existir las dos Españas, la nación del corazón partio, de las luchas fraticidas. El es el mejor ejemplo de que es posible recordar y perdonar, de que su alma dolida ha sido ya restaurada en la Ley de la Memoria histórica de la cruz. La Ley de la Memoria del perdón que vence a la memoria de la Ley del odio. Y así se ha proyectado Miguel hacia delante, con una vida fructífera llena de frutos junto a su esposa “de toda la vida”, Matilde Angosto, a la que “ama como el primer día”. Y Miguel no tiene pinta de decir ni media mentira. En medio de tantos intereses, políticas, apariencias y medias verdades (que es como decir medias mentiras), encendemos el testimonio de Miguel como si de un faro se tratase, y en su estela de luz vemos el mensaje del auténtico Evangelio, la vida cristiana que enseñó Cristo. Sencilla y poderosa, como la vida de Miguel y Matilde. Como la vida de su madre, la que oró por él, apoyada en un muro de carga por banco de iglesia; y con los estallidos de las bombas como música de fondo. Por favor, no dejen de escuchar –eso sí, la semana que viene- esta entrevista.

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