La sabiduría del gavilán

Sigue siendo más lógica la respuesta de Job (la inteligencia) que la de Darwin (la casualidad).

24 DE OCTUBRE DE 2019 · 19:20

Ejemplar de busardo ratonero en pleno vuelo. Otea el territorio en busca de pequeñas presas, volando casi siempre contra la dirección del viento. / Antonio Cruz.,
Ejemplar de busardo ratonero en pleno vuelo. Otea el territorio en busca de pequeñas presas, volando casi siempre contra la dirección del viento. / Antonio Cruz.

El gavilán común (Accipiter nisus) es un ave de rapiña presente en Israel durante el invierno.

El término hebreo nets, נֵיץ del que se ha traducido esta especie, significa literalmente “flor” debido probablemente al brillo que refleja cuando vuela, ya que el vientre y la parte inferior de las alas suelen ser claros.

En la Septuaginta se tradujo al griego como laros, λάρος, mientras que la Vulgata latina lo transcribió como accipiter, que es también el nombre científico genérico de esta especie perteneciente a la familia Accipitridae.

No obstante, la palabra hebrea, que se ha traducido por gavilán común, podría corresponder también con otras especies de aves rapaces de características similares y que son frecuentes en Tierra Santa.

Especies como el ubicuo busardo ratonero (Buteo buteo), el busardo moro (Buteo rufinus), el aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) o incluso halcones de menor tamaño como el cernícalo vulgar (Falco tinnuculus) y el alcotán (Falco subbuteo). Por tanto, es arriesgado dar una identificación precisa.

A pesar de tal dificultad, todas estas aves eran consideradas ceremonialmente inmundas. No se debían ofrecer en los sacrificios ni tampoco consumir (Lv. 11:16; Dt. 14:15).

Quizás esto podría estar relacionado también con algunas prácticas de ciertas religiones periféricas a Israel. Por ejemplo, entre los griegos y los egipcios, los gavilanes y halcones eran considerados sagrados y venerados como si fueran divinidades.

 

El autor junto a uno de los dos halcones de granito negro situados a los lados de la puerta del templo de Edfú, en la antigua ciudad egipcia llamada por los griegos Apollinópolis Magna. / Antonio Cruz.

Al dios de la mitología egipcia, Hor (helenizado como Horus, Ώρος), se le representaba con cuerpo humano y cabeza de halcón. Se creía que era el iniciador de la civilización egipcia, así como el dios de la realeza en el cielo, pero también de la guerra y la caza.

Los gavilanes son animales diurnos que viven en bosques o en áreas abiertas con pocos árboles. Pasan casi todo el día ocultos, cazan gorriones, pinzones, petirrojos, mirlos, zorzales y palomas.

Aunque también se nutren de reptiles, anfibios, insectos y pequeños mamíferos. Los restos de sus presas, tales como plumas y huesos, se acumulan alrededor de los lugares de caza.

Hubo una época en que estas aves fueron muy perseguidas por el daño que causaban a las aves de corral o de caza y, por tanto, fueron diezmadas por el DDT y otros insecticidas persistentes, ya que consumían pájaros que se alimentan de semillas regadas con tales productos.

Sin embargo, estudios posteriores descubrieron que alrededor del 60% de la presas que consumían los gavilanes eran también perjudiciales para los cultivos humanos. Desde entonces son aves protegidas.

 

En el ancho patio de las libaciones del templo de Edfú, hay otra majestuosa estatua de granito negro del dios halcón Horus, con la corona doble del Alto y del Bajo Egipto. / Antonio Cruz.

El instinto de la migración de los gavilanes y de tantas otras aves, que emprenden viaje en invierno desde las tierras frías del norte hacia los climas más benignos del sur, le sirve a Job como una evidencia importante de la sabiduría creativa de Dios (Job 39:26).

Todavía hoy los ornitólogos se sorprenden de las largas rutas migratorias entre el hemisferio norte y el sur, así como de la resistencia y capacidad para no perderse que poseen estos animales singulares.

No cabe duda de que el tema de la migración de las aves, al que Job se refiere como argumento para el diseño divino, continúa siendo hoy un buen razonamiento, a pesar de los grandes avances científicos.

El hecho de que a la ciencia le cueste tanto descubrir cómo funciona, indica no sólo su complejidad fisiológica sino sobre todo el problema de su supuesto origen por azar o no inteligente.

En mi opinión, sigue siendo más lógica la respuesta de Job (la inteligencia) que la de Darwin (la casualidad).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - La sabiduría del gavilán