El elegante diseño de las garzas
Los diseños inteligentes que requieren mucha información jamás aparecen súbitamente del azar.
10 DE OCTUBRE DE 2019 · 19:20
Él extenderá su mano contra el norte;
aniquilará a Asiria
y convertirá a Nínive en desolación,
árida como un desierto.
Se tenderán en medio de ella los rebaños,
todos los animales del campo.
Pasarán la noche sobre sus columnas
tanto el pelícano como la garza. (Sof. 2:13-14, NVI)
La palabra hebrea anaphah, אָנַפָה, que aparece en las listas de los animales impuros (Lv. 11:19; Dt. 14:18), se refiere a las garzas, que son grandes aves acuáticas, elegantes y de cuello largo.
Aunque fundamentalmente consumen pescado, son capaces de tragar casi todos los pequeños animales que encuentran. Tienen las patas largas para poder caminar por las aguas poco profundas.
Su pico en forma de daga lo usan para capturar presas en una rápida arremetida, mientras que su visión binocular les permite identificarlas con precisión. Suelen pasar mucho tiempo en el suelo, casi inmóviles aunque, por supuesto, pueden volar cuando es necesario.
En las tierras de la Biblia se conocen numerosas especies de garzas o ardeidos, entre las que destacan la garza real (Ardea cinerea), la garza imperial (Ardea purpurea), la garceta común (Egretta garzetta), la garceta grande (Egretta alba), la garcilla bueyera (Bubulcus ibis) y el martinete común (Nycticorax nycticorax) entre otros.[1]
Una de las especies más abundantes en Israel, así como en casi toda Europa, es la garza real (Ardea cinerea). En hebreo actual se la denomina: “anafa afora”.
Tiene una envergadura de hasta 175 cm y, a diferencia de las cigüeñas y las grullas, que no son garzas, puede encoger mucho su largo cuello.
Ocasionalmente se la puede ver en otoño, en bandadas que vuelan en formación (V) sobre los estanques del norte de Israel y a lo largo de la costa mediterránea. A finales de marzo, se desplazan hacia el sur, llegando hasta Eilat.
El exquisito diseño anatómico y fisiológico que evidencian todas estas aves, para su perfecta adaptación al medio en que viven, no se debe a ellas mismas. Tampoco fue la casualidad ni las fuerzas ciegas de la naturaleza quienes las dotaron de semejante agudeza y precisión.
Los diseños inteligentes que requieren mucha información jamás aparecen súbitamente del azar. La singular morfología de las garzas, y de tantos otros organismos de este planeta, nos permite intuir la respuesta más razonable y lógica: la sabiduría infinita del creador de todas las cosas.
[1] Hume, R. 2016, Guía de Campo de las Aves de España y Europa, Omega, Barcelona, p. 89.
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