En esta tierra mía está mi origen

Un poema de Blanca Langa Hernández. (Selecciona Isabel Pavón)

29 DE AGOSTO DE 2019 · 21:00

Foto:  Myles Tan. Unsplash (CC0).,
Foto: Myles Tan. Unsplash (CC0).

En esta tierra mía está mi origen.

Aún conservo en mi piel olor a hierba

y un pálido reflejo de trigo en mi cabello

que la hoz del calendario

me tornará en ceniza,

y mis verdosos ojos

como el trébol

se volverán más dulces y más graves,

y ésta mi piel

gastada por los años

empezará a ser surcos algún día,

destinada a ser tierra de la tierra

que me parió a la vida

en una madrugada de verano.

 

Mas cuando llegue el día de mi viaje

esa ventana que siempre mira al mundo,

a los undosos mares de la espiga

mecida por el viento,

a las leñosas manos de los árboles,

esa ventana

donde vuelan mis ojos al espacio,

dejadla abierta,

para que no se duerman las palomas

que vienen a posarse en el alféizar.

 

Y, si me sobrevives,

di que he sido,

ven a sentarte donde te he soñado,

lee palabras que nunca recibiste,

siéntate ante mi mesa

y déjame que escriba con tus manos

y que siga mirando

un imposible cielo con tus ojos.

Apoya la cabeza en los cristales

y quédate en silencio,

no recuerdes.

 

En las dulces veladas del otoño,

en los raídos libros de poemas,

recóbrame otra vez.

En estas sobremesas sin palabras

en que apartan tus manos mis cuchillos

y mis versos suicidas,

en las blancas e inmensas cuartillas que emborrono,

donde fluye despacio la tristeza,

busca apenas la sombra de mi sombra,

esa invisible huella de mis dedos,

perdidos en los tuyos;

búscame junto al río

manso y claro

donde asoman los chopos a mirarse,

en el agua que canta como un verso tranquilo.

 

Tú sígueme viviendo aferrado a la vida.

Yo, enraizada en la tierra

como un árbol,

resolviéndome en trébol o en espiga,

creciéndome en la vid

o en la amapola,

sustentando tus pasos y mis pasos,

vestida con tu piel,

empezaré a vivir de otra manera.

 

Blanca Langa Hernández

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