“Pablo, apóstol del Señor” volumen IV, por Félix González

Superando a otros biógrafos del apóstol, lo sigue de cerca. Viaja con él y nos hace viajar con ambos.

04 DE JULIO DE 2019 · 21:10

Pablo predica en Éfeso, un cuadro de Eustache Le Sueur, de 1649. / Wikimedia Commons,
Pablo predica en Éfeso, un cuadro de Eustache Le Sueur, de 1649. / Wikimedia Commons

El tercer volumen compuesto por el pastor y escritor Félix González lo dedicó íntegramente al Concilio de Jerusalén.

Después del Concilio tienen lugar dos importantes acontecimientos en la vida de Pablo. Uno: rompe relaciones con Bernabé y se hace acompañar por otro colaborador: Silas. En algunas ocasiones las personas que creemos pueden ayudarnos en determinadas empresas no son las más idóneas y hacemos bien en sustituirlas.

El otro acontecimiento es el inicio del segundo viaje misionero de Pablo.

Tratando del incidente entre Pablo y Bernabé, González juzga el tema desde su perspectiva de líder evangélico, obligado a promover y mantener la unidad entre los miembros destacados de la Iglesia. Pensando en Pablo y Bernabé, escribe: “Esta bonita unidad, esta gran amistad, se quebró un día. ¡Quién lo habría dicho! Y lo peor es que se separaron por algo que no tenía tanta importancia. Ambos habían enfrentado situaciones mucho más delicadas, y habían permanecido juntos. Ahora surge esta historia: ¿Debe venir Marcos con nosotros? Y los dos se separan”.

Respecto a Silas, el nuevo colaborador de Pablo, había estado predicando en la Iglesia madre en Jerusalén. El Nuevo Testamento lo identifica con su nombre romano, Silvano. Lucas incluye a Silas entre los varones principales de aquella Iglesia primitiva (Hechos 15:22). Según 1ª de Pedro 5:12, después de viajar con Pablo, Silas pasó a colaborar con Pedro (1ª de Pedro 5:12). Lucas lo presenta como profeta: “Y Judas y Silas, como ellos, también eran profetas” (Hechos 15:32). Los dos misioneros y amigos inician el segundo viaje evangelístico en el que participa Pablo. Lucas lo cuenta así:

“Y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias”.

Pablo y Silas inician un largo viaje. Viajar es nacer y morir a cada paso. En el 257 de “Las mil y una noches” se dice que hasta las piedras viajan. Salen oscuras del fondo del mar y atraviesan las inmensidades para colocarse en las diademas de los reyes y en el cuello de las princesas.

En su segundo viaje misionero Pablo lleva a Silas como compañero desde el principio. Timoteo se une a ellos en Listra (Hechos 16:1) y Lucas en Troas (Hechos 20:6). Bernabé deja a Pablo y se dirige a Chipre, llevando con él a Marcos (Hechos 15:39).

En el largo viaje el grupo pasa por Derbe, Listra, Troas, Neápolis, Filipos, Anfípolis, Apolonia, Tesalónica, Atenas, Corinto. En el puerto de Corinto el grupo continúa por mar, pasa por Éfeso y desembarca en Cesarea, siguiendo por tierra hasta Jerusalén.

Félix González acompaña a los cuatro misioneros en este largo viaje y nosotros lo acompañamos a él.

González se fija especialmente en la llegada de Pablo y demás componente del grupo a Europa. En una visión sobrenatural, cuenta, “Pablo vio a un hombre de pie, rogándole encarecidamente: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!” Macedonia, en la península helénica, fue la primera tierra europea evangelizada por Pablo. Sus habitantes -sigue González- “querían salir de sus tinieblas espirituales; querían ser liberados de las cargas de sus pecados, así como de sus temores interiores”. Y sigue narrando la situación con mirada de pastor: “¡qué cosa tan bonita es encontrar a hombres y mujeres sedientos del Evangelio! En estos casos resulta fácil hablar; las palabras salen por si solas y son absorbidas por los oyentes con gran avidez”.

Bellas 163 páginas las que escribe Félix González en sus comentarios al segundo viaje misionero de Pablo. Superando a otros biógrafos del apóstol, lo sigue de cerca. Viaja con él y nos hace viajar con ambos. Impresiona la conversión de Lidia, comerciante en púrpura que vivía en Tiatira. “Europa es nombre de mujer -escribe González- y precisamente Lidia es la primera convertida que registra la Biblia en suelo europeo”.

En Filipos, ciudad al este de Macedonia, donde Pablo predicó la primera vez, yendo el grupo al lugar destinado a la oración, se les enfrenta una muchacha supuestamente adivina que les sigue dando voces tras ellos. El episodio, sobradamente conocido por los lectores de la Biblia, motiva una defensa de la muchacha por parte de González. Puede que su opinión no sea compartida, pero tiene sentido lo que escribe: “la muchacha está diciendo la pura verdad. Lo que está haciendo es invitar a los oyentes a que asistan a las reuniones de Pablo. ¡No, el diablo no hace esto!”

González lee detalladamente el libro de los Hechos y nos ofrece los principales incidentes de aquél viaje. En Filipos es azotado por primera vez y sangre de mártires cristianos comienza a regar las calles de Europa. Después de azotado Pablo y Silas son encarcelados. Los habitantes de casas cercanas a la cárcel oyen cantos en la noche. Alguien en el cielo aprieta un botón y las puertas de la prisión se abren milagrosamente. Esto motiva la conversión del carcelero y todos los de su casa. González destaca este hecho, la intervención divina. Dice: “esta historia es prueba del cuidado de Dios para con los suyos. Mientras que Pablo y Silas se ocupan en la cárcel con la oración y la salvación de las almas, Dios se preocupa de la puesta en libertad de sus siervos”.

En su tercer viaje misionero Pablo asalta Atenas, capital del mundo griego, del arte y de la civilización en la época bíblica. A Atenas dedica el pastor Félix González su quinto y último libro sobre la vida y obra de Pablo. ¡Una maravilla! 167 páginas por donde desfilan las peripecias del apóstol, el genio, el misionero más fuerte y tal vez el mejor que ha dado el Cristianismo. Aventaja a sus compañeros en el judaísmo y a los demás apóstoles en el Cristianismo. “Me gastaré, me consumiré”, exclama. Más de veinte siglos después, otro hombre nacido en la tierra de Juan Ramón Jiménez, convertido en la patria de Lutero, experimentado escritor y pastor en urbes por donde anduvieron Vicente Blasco Ibáñez y Jacinto Benavente, nos descubre aspectos poco conocidos del gran Pablo. Las lecciones de espiritualidad que deduce de su vida, sus escritos y sus viajes nos acercan párrafo a párrafo hasta el corazón del Eterno.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “Pablo, apóstol del Señor” volumen IV, por Félix González