El párroco y sus feligreses

Un poema de Concepción Arenal. (Selecciona Isabel Pavón)

21 DE JUNIO DE 2019 · 06:10

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Un pueblo que, según dice la historia,

Se halla en el interior de Andalucía

Padeció, como de otra no hay memoria,

Una horrible sequía.

Consternada la gente

Mira el campo asolado,

Y si el agua no acude de contado

La mejor finca de aquel pingüe suelo

No dará la simiente.

Los ojos vuelven todos hacia el cielo,

Imploran con fervor y piedad mucha

Remedio breve a tan acerbos males;

Mas el cielo no escucha

Por razones que ignoran los mortales.

Viendo que inútilmente

Su piedad imploraban,

Impíos los más de ellos blasfemaban

Con boca maldiciente.

Era el cura del pueblo un virtuoso

Varón, modesto y grave,

Y oyendo aquel lenguaje escandaloso,

Por más que del deber hollen los fueros,

Dice con voz suave

A sus mal resignados feligreses:

"Una declaración tengo que haceros.

Hoy cesan de la suerte los reveses;

A mí, aunque pecador flaco e indigno,

El piadoso cielo

De esta revelación me creyó digno.

Su cólera justísima depone,

Y para enviar al abrasado suelo

La lluvia deseada

Que cada cual implora,

Sola una condición sencilla impone:

Que unánime dé el pueblo y libre voto

Por el cual determine claramente,

De empezar a llorar, el día y hora;

Si así no fuere, ¡el pacto queda roto!"

Cuando ésto oyó la gente

Cada cual a votar se precipita:

Uno quiere que llueva enseguidita,

Otro que el sol se vele con celaje,

Porque tiene que hacer cierto viaje

Que le importa muy más que la cosecha,

Votando así que el día

Siguiente ha de llover de su regreso.

"¡No", —le grita muy poco satisfecha

Una moza—; pardiez, no ha de ser eso;

Precisamente estoy de romería".

Otro yerba segaba

Tiene, y le haría el agua grave daño

Hasta verla encerrada.

Otro el agua no quiere en aquel año

Porque no es cosechero,

Sino tratante en granos

Cuya abundancia atasca su granero.

Y otros, en fin, con mil pretextos vanos,

Por no hacer el relato más prolijo,

Tantas dificultades opusieron

Que de acuerdo común no consiguieron

Señalar a la lluvia día fijo.

Dios no escuchó la charla inoportuna

Y el agua les mandó por su fortuna.

Entonces el buen cura así les dijo:

"¡Oh juicios de los hombres, juicios vanos!

¡Oh desdichada suerte!

Si la pusiera Dios en vuestras manos

Fuera vida infeliz y triste muerte.

Limitada razón y vana ciencia,

¿Por qué acusas impía

La dulce Providencia

Diciendo: "En su lugar mejor sería...?".

Sella ya el labio inmundo,

Que si Dios un momento

Su dirección fiase a tu talento,

Nuevo caos tornará a ser el mundo".

 

Concepción Arenal

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