Dos tortas

¿Todo está permitido siempre y cuando no te cacen?

  · Traducido por Victoria Diaz Melendrez

07 DE JUNIO DE 2019 · 06:45

Foto: Alain Auderset.,
Foto: Alain Auderset.

La ofensa

Yo entiendo rápido si me lo explican despacio…

Un amigo se burló de ese defecto que me caracteriza delante de mis hijos y de mis becarios.

Mientras que él solo se partía de risa, yo me sentía super humillado…

 

La segunda bofetada

Como ¨buen cristiano¨ me dije:

- ¡Bah… cierro el pico y olvido.

Pero Jesús no es de la misma opinión:

- Si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mateo 5:39)

Así pues, no tengo que “olvidar”, sino volverme a él y decirle:

- ¡Me has hecho daño!

Si es un tipo normal, se justificará:

- ¡Vale, pero no solo es culpa mía, también es culpa tuya!

(O de la sociedad, tenía derecho a hacerlo, bla, bla, bla…)

¡Y para mí eso será como recibir la segunda BOFETADA!

¡Paf!

Me vuelvo hacia mi colega y…¡increíble, me pide perdón sin pegarme!

Esa clase de amigos son raros (a conservar como un tesoro).

 

¿Todo está permitido siempre y cuando no te cacen?

Un antiguo músico de Saahsal llama a la puerta de uno de sus amigos. Llorando, le pide humildemente perdón por haberle criticado, y eso a pesar de que ese amigo no se había enterado de nada.

¡Sin embargo la gente solo pide perdón cuando es descubierta!

Ese último testimonio me impresiona aún más que el de ese cristiano con el que me encontré una noche, que había resucitado a muchos muertos! (¡En serio!)

Desde entonces, siento una inmensa estima hacia ese amigo en mi corazón (incluso si nunca se lo he dicho con palabras).

El valor de un hombre, no son ni los grandes conocimientos bíblicos, ni los títulos (de anciano, de obispo, de eminente responsable de las sillas alineadas a la izquierda del pasillo, ni de gran mandamàs de los apóstoles de los últimos días), ni la cantidad de milagros llevados a cabo, ni el talento de moralista ante los “seres inferiores” (es decir: los demás).

Lo que marca el nivel espiritual de una persona (por desgracia, a menudo todo eso sólo es un barniz religioso detrás del que uno se esconde…) es la capacidad de arrepentirse, de reconocer sus equivocaciones… y su capacidad de cambiar.

Lo que hace la grandeza de un hombre, es su humildad.

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