Dos antologías de Pérez Alencart

En algunas ocasiones he escrito que Alencart es poeta internacional, pero me está pareciendo universal. Creo que el protestantismo español no ha despertado aún a esta evidencia.

15 DE MARZO DE 2019 · 09:00

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Acabo de entregar a la imprenta mi último libro. Cuento mis viajes de evangelización y crecimiento de Iglesia por el subcontinente americano. La América que se expresa en español tiene 19 países. En mi libro trato 16 en los que he desarrollado actividades evangelísticas. Añado dos latinos, Haití y Brasil. ¿Qué sentido tienen estos apuntes autobiográficos?

Lo explico: en México y en Colombia, en Guatemala y en República Dominicana, en Perú y en Brasil, en todos aquellos países he visitado librerías, he hablado con algunos escritores y periodistas y el nombre de Alfredo Pérez Alencart ha surgido en todas las conversaciones. En algunas ocasiones he escrito que Alencart es poeta internacional, pero me está pareciendo universal. Creo que el protestantismo español no ha despertado aún a esta evidencia. Tenemos entre nosotros a un hombre que ha escrito treinta libros de poesía. Un hombre que ha sido traducido y se está leyendo en 26 países. Un hombre que ha sido distinguido con quince premios en España y fuera de España. Un hombre que, como se dijo de Rainer María Rilke, lleva el verso hasta la perfección. Alencart encadena versos, rimas, imágenes con una maestría implacable.

Una de las dos antologías que aquí comento salió del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en Salamanca. Intervienen 24 poetas. Se incluyen poemas de otros 42. Las pinturas ilustrativas son del egregio artista Miguel Elías. El libro tiene 406 páginas. Todas ellas están dedicadas a homenajear la figura de Miguel de Cervantes Saavedra. Todo lo bueno que se diga de él no será suficiente; millones de personas en todos los países han levantado en sus corazones un sentimiento de gratitud a lo largo de cuatro siglos tras haber leído las aventuras y desventuras del Caballero de la Triste Figura, Don Quijote de la Mancha, el libro que fascinó e inquietó en su época a monarcas y al pueblo sencillo.

Deslumbrantes, magníficas y magnéticas las 28 originales páginas de las que se dice que el acertado juego de traducir esos poemas al árabe fue de Cide Hamete Benengeli. 

De este Benengeli, morisco de las marismas tunecinas, ofrezco a los lectores el poema que titula Oración.

A Ti me vuelvo, gran Señor, que alzaste,

a costa de tu sangre y de tu vida,

la mísera de Adán primer caída

y adonde él nos perdió, Tú nos cobraste.

 

A Ti, Pastor bendito, que buscaste

de las cien ovejuelas, la perdida

y hallándola del lobo perseguida,

sobre tus hombros santos te la echaste.

 

A Ti me vuelvo en mi aflicción amarga

y a Ti toca, Señor, el darme ayuda

que soy cordera de tu aprisco ausente.

 

y temo que a carrera corta o larga,

cuando a mi daño tu favor no acuda

me ha de alcanzar esta infernal serpiente.

El antólogo y coordinador de este gran libro dedicado “al hidalgo poeta” Miguel de Cervantes es el formidable e incansable constructor de versos radicado en Salamanca, en cuya antigua Universidad enseña a las nuevas generaciones qué cosa es Derecho del Trabajo, el peruano-español Alfredo Pérez Alencart, de quien yo dije en los primeros párrafos de este artículo el alto concepto que tengo de su persona y su poesía.

Alencart firma un solo poema en la última página de la abultada obra. Toma prestado el título del libro y entrega sus versos Al hidalgo poeta. Helo aquí.

Tendida sobre su prosa,

la Poesía,

 

esa Dulcinea

que de veras le es fiel,

sin que muchos la vean,

 

antes y después de

la apariencia.

 

Lento desentierro

del hidalgo que no buscó

ser enterrado en su 

Prosema.

 

Raspemos la cera

para oír su música densa,

 

su pecho en libertad.

Otra Antología, igualmente obra de Pérez Alencart e ilustrada por su compañero del alma, Miguel Elías, homenajea a León Felipe, a quien Alencart lo admite muerto, pero lo quiere resucitado.

León Felipe Camino nació en Madrid en 1884. Al término de la guerra incivil española se exilió a México, donde murió en 1968. En sus versos se muestra amante de la bohemia de los caminos y la naturaleza. Oscilan entre la melancolía de Machado y la pureza verbal de Juan Ramón Jiménez.

Enamorado de Don Quijote de la Mancha desde que empecé a leerlo e investigarlo a los 24 años, al iniciar la redacción de mi libro La Biblia en el Quijote, cuando topé con el poema de León Felipe sobre el regreso del Caballero a la aldea después de ser derrotado en las playas de Barcelona, digo, en aquel instante me conmoví hasta lo más hondo de mi ser. El autor de la antología que estoy comentando ha tenido la delicadeza de imprimir en la solapa anterior del libro una estrofa de dicho poema.

En esta antología intervienen 29 poetas. ¿Cómo se las arregla Alencart para reunir a tantos escritores tan buenos y de tantos países distintos? Un día se lo he de preguntar.

El poema que cierra las 323 páginas del libro, escrito por Alencart, lleva por título una palabra fea, pero tan real como la respiración propia: Envidia. Lo encabezan tres líneas del propio León Felipe: “Español, más pudo tu envidia que tu honor”. Así versifica Alencart:

Nada de salvajes reflejos

si te instalas en el universo

no enloquecido,

 

lejos del fémur roído de la envidia.

 

Hoy tienes confianza

y te previenes sin bravura, humilde

ante sus zarpas,

 

escanciando sosiegos

o júbilos por dichas que sólo

a ti te pertenecen.

 

Bienaventurado eres

porque asfixias a la envidia

o te declaras en huelga de bracear

en pos de lo ajeno.

 

Aquí nace otro amanecer

que conviene preservar, mostrándote

apenas,

 

lejos de babeantes contiendas;

bien lejos de deshonrosas

palideces.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Dos antologías de Pérez Alencart