El 68 mexicano (I)

El alud de análisis y publicaciones sobre el 68 mexicano es ya bastante grande, y este año ha incorporado nuevas aportaciones. Uno de los mejores resúmenes es La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, de Jorge Volpi.

05 DE OCTUBRE DE 2018 · 10:00

Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México 1968, lugar de la masacre del 2 de octubre.,
Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México 1968, lugar de la masacre del 2 de octubre.

Hemos sido tolerantes hasta excesos, criticados, pero todo tiene un límite, no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como como los ojos de todo el mundo ha venido sucediendo; tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucción de las fórmulas esenciales, a cuyo amparo convivimos y progresamos. No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos.1

Gustavo Díaz Ordaz en su IV informe de gobierno, 1 de septiembre de 1968

Con justa razón un libro de Carlos Fuentes lleva por título Los 68: París-Praga-México (Debate, 2008), en donde pasa revista a lo acontecido en ese año inolvidable, pero en esos tres contextos tan diversos. Se acepta, por lo general que, en mayo de ese año en Francia, la revuelta estudiantil tuvo un carácter político propio del contexto de las luchas que se llevaban a cabo en ese país. Fue una “revolución de las conciencias”, una revolución moral. “Los estudiantes luchaban no con armas ni con violencia, sino con ideas”.2Lo sucedido en la entonces Checoslovaquia (“la primavera de Praga”) fue un feroz ajuste de cuentas del régimen soviético para poner en orden a uno de sus satélites ideológicos que pugnó por un cambio en el rumbo de sus acciones: “la historia de una ciudad castigada por los comunistas por ser congruentemente comunista”.3El movimiento mexicano fue, resume Fuentes, esencialmente anti-autoritario: “Pretendía la construcción de una sociedad futura en la que cupieran distintos discursos y no sólo uno hegemónico, en la que fuera posible disentir”.4Había que vivir en México en ese entonces para respirar la atmósfera dominada por un sistema hegemónico que llevaba casi 40 años en el poder, sin atisbarse siquiera la posibilidad de una sana práctica democrática. Todos los espacios estaban dominados por la omnipresencia de la “familia revolucionaria” y la cercanía de los Juegos Olímpicos, que pondrían al país ante los ojos del mundo, puso muy nervioso al gobierno ante la oleada de protestas encabezada por los estudiantes universitarios.

La diferenciación de estos tres procesos es muy necesaria ante la tendencia uniformadora que asumen algunos acercamientos a ellos, como si hubiera existido alguna relación orgánica o programática, o como si hubieran brotado de la misma mente malévola. Ésa fue precisamente la lectura del gobierno encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, el cual, presa de una intensa paranoia sobre la conspiración comunista que amenazaba al país, descargó toda su furia contra el movimiento que tímidamente exigía un mínimo de libertades para la población y algunos cambios estructurales básicos. “Filósofos de la destrucción” fue como denominó este presidente a algunas de las influencias externas de los estudiantes, ideólogos supuestamente radicales, como Herbert Marcuse, entre otros. Las palabras exactas de Díaz Ordaz en su IV informe de gobierno fueron: “La injuria no me ofende, la calumnia no me llega, el odio no ha nacido en mí. […] ¡Qué grave daño hacen los modernos filósofos de la destrucción que están en contra de todo y a favor de nada!”.5

 

Gustavo Díaz Ordaz, en el centro.

La fijación del sistema con las figuras de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara era, literalmente, enfermiza y contradictoria, pues de México salieron ambos a mediados de los años 50 para consumar la revolución en Cuba. En los hogares del país se recibía propaganda que alertaba sobre los males que se proponía instaurar el comunismo (“…la historia de lo que podía pasar”) y que buscaba que los padres de familia “controlaran” a sus hijos para no participar en las protestas. Así fueron de explícitas las palabras del general Marcelino García Barragán, cabeza del ejército, tal como se pudieron leer en la portada de un diarioal día siguiente de la matanza, el 3 de octubre de 1968.6Las protestas iniciaron, paradójicamente, por un pleito entre dos planteles de bachillerato.

A las puertas de los 50 años de este crimen de Estado (se estima que hubo alrededor de 300 muertos7), el crítico literario Christopher Domínguez Michael (nacido en 1962 y con un pasado marxista que nunca niega), ha escrito en el transcurso del año, con su muy peculiar estilo, varios artículos en el mismo tono, fustigando duramente los énfasis de la conmemoración. El 31 de agosto afirmó:

De todos los movimientos juveniles que este año cumplen medio siglo, quizá ninguno resultó más parecido al 68 mexicano que la Primavera de Praga. Las diferencias, sin duda, fueron significativas. Allá, el partido único decidió encabezar la democratización y llegó tan lejos como se lo permitió la Unión Soviética, la cual, a través del Pacto de Varsovia, invadió el país y acabó en pocos días con la osadía del presidente Dubček, reinstaurando esa sociedad desalmada tan bien retratada en las novelas de Kundera. Acá, el partido (casi) único enfrentó la democratización demandada por los estudiantes con alguna faramalla de diálogo y tras violar la autonomía universitaria, hizo caer la represión sobre el movimiento sin necesidad de recurrir al socorro de ninguna potencia extranjera.8

 

Portada de El Universal el 3 de octubre de 1968.

Como era de esperarse, Domínguez encontró semejanzas y diferencias entre ambos casos, aunque entre las últimas señala la escasísima solidaridad que provocó en el mundo el movimiento estudiantil mexicano, que no obtuvo del gobierno la más mínima respuesta positiva. Sus observaciones son inquietantes, especialmente al referirse a la progresiva democratización del sistema político que se demoró, primero, 32 años para aceptar un triunfo de la oposición, y otros 18 para ser sustituido por un partido de centro-izquierda, como acontecerá a partir del próximo 1 de diciembre: “Dieciocho años ha durado la alternancia en México. En pocos meses sabremos si el Antiguo Régimen ha sido o no, restaurado”. Se trata de una alusión a los temores de que el nuevo gobierno reproduzca, de alguna manera, algunos de los vicios de los gobiernos priístas anteriores.

 

Portada del libro de Jorge Volpi.

El alud de análisis y publicaciones sobre el 68 mexicano es ya bastante grande, y este año ha incorporado nuevas aportaciones. Uno de los mejores resúmenes es (a sabiendas de las magníficas obras de Luis González de Alba, Los días y los años, 1970, o de Sergio Zermeño, México: una democracia utópica, 1978, entre tantos), aunque no es tan reciente, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, de Jorge Volpi (nacido ese año precisamente), y en el que, como una obra dramática en cinco actos y un epílogo, se pasa revista a lo acontecido desde una óptica crítica que la época ya permitía, más allá de la idealización de que ha sido objeto el acontecimiento. La manera en que abre su análisis es clara y sin fisuras: “La historia intelectual de un año sorpresivo. La empresa se antoja ardua: si se trata de rastrear los motivos de la imprevisión, las urgentes respuestas que los hombres y las mujeres del momento dieron a una realidad incierta, no habrá más remedio que rescatar su asombro. Hacer de la impericia y el sobresalto, de la espontaneidad y los equívocos, el sustrato elemental de este libro”.9

Sobre esa ruta analítica continuaremos esta serie a fin de reflexionar sobre los alcances de un acontecimiento que marcó para siempre la historia de México y que sigue siendo materia de apasionados debates.

 

Notas

1Karla Rodríguez, “‘Hemos sido tolerantes hasta excesos, pero todo tiene un límite’: Díaz Ordaz”, en El Universal, 1 de septiembre de 2018,www.eluniversal.com.mx/nacion/politica/hemos-sido-tolerantes-hasta-excesos-pero-todo-tiene-un-limite-diaz-ordaz. 

2Selene Aldana Santana, “Los 68. París-Praga-México,de Carlos Fuentes”, en Sociológica,año 23, núm. 68, p. 230,www.scielo.org.mx/pdf/soc/v23n68/v23n68a10.pdf.

3Ibíd., p. 232.

4Ibíd., p. 233.

5K. Rodríguez, op. cit.

6Puede verse un resumen del movimiento estudiantil de 1968 en el sitio:http://archivo.eluniversal.com.mx/graficos/especial/EU_mexico68/index.html.Cf. “UNAM da a conocer fotografías inéditas del 2 de octubre de 1968”, en El Universal, 3 de octubre de 1968,www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/unam-da-conocer-fotografias-ineditas-del-2-de-octubre-de-1968#imagen-1.

7“¿Cuántos muertos hubo el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco?”, en Publimetro, 2 de octubre de 2018,www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/10/02/cuantos-muertos-hubo-2-octubre-1968.html.

8C. Domínguez Michael, “Praga y Tlatelolco”, en El Universal, 31 de agosto de 2018,www.eluniversal.com.mx/columna/christopher-dominguez-michael/nacion/praga-y-tlatelolco

9J. Volpi, México, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968. Ediciones Era, 1998, pp. 19-20.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - El 68 mexicano (I)