Los que dejan su patria

Gratitudes a Pedro Sánchez y a quienes acogerán a las más de seiscientas almas que navegan en el Aquarius.

14 DE JUNIO DE 2018 · 15:50

Pintura de Miguel Elías.,
Pintura de Miguel Elías.

No cuestiono a quienes tengan otro parecer. Pero no puedo callar, como cristiano que ha leído la Biblia y busca cumplir los numerosos mandatos sobre cómo tratar al extranjero. Otra cosa son las leyes e intereses del ‘mundo’, al menos así se nos predica respecto a otros temas ‘atractivos’ para alentar diatribas de la congregación. A veces son los ateos quienes nos dan lecciones de lo que es la práctica de los valores cristianos que decimos defender. Tampoco puedo callar porque soy fruto de múltiples migraciones, entre ellos mis abuelos paternos, de Asturias y Galicia, expulsados de España por el hambre.

Llámese cristiano aquel que de nuevo dejaría pasar sus fronteras a ese Jesús llamado el Cristo, y a sus padres buscando refugio. Lo demás es mucha perorata que vulnera los mandatos bíblicos.

Y agradezco. Claro que, por este hecho individual, agradezco públicamente a Pedro Sánchez y todas aquellas autoridades e instituciones que brindan esta acogida excepcional ante drama humano tan lacerante. Hacen que mitigue -en parte- la vergüenza propia y ajena que siento al pregonar mi cristianismo.

Y lo hago en prosa y en verso, dejando de lado toda hipocresía. Y asumo que puedan llamarme ‘progre’, populista, comunista, iletrado, iluso... Pueden hacerlo, que no encontrarán réplica alguna de mi parte, pues prosigo la travesía entrañado a mi Amado galileo, Poeta mayor del Reino, aquel que para mí es y seguirá siendo Verbo y Poema de Dios.

Bendiciones.

 

Carné de extranjería del abuelo emigrante.

 

LOS QUE DEJAN SU PATRIA

(Gratitudes a Pedro Sánchez y a quienes acogerán a las más de seiscientas almas que navegan en el Aquarius).

Dice Jacob, cuando empieza a resumir la historia de Israel: “Mi padre era un arameo errante”. Hoy me corresponde decir: “Mis abuelos fueron emigrantes de España y de Brasil que encontraron cobijo en la selva de Perú”.  Y agregar: “Los abuelos de mi esposa fueron emigrantes de Portugal, Colombia y Brasil, que terminaron sus días en la selva boliviana”.  Para, finalmente, dejar bien anotado: “Mi unigénito nació en la bruñida Salamanca”.

Si la expatriación es voluntaria o cultural, grato resulta el transtierro: eso me pasa a mí, privilegiado con mujer, hijo, trabajo y casa. Sin muletas para vivir, pero todavía sensible a los dramas humanos; todavía recordando de dónde viene uno, migración tras migración. El bisabuelo Pérez emigró de Asturias a Cuba (volvió, se casó y tuvo cuatro hijos); mi abuelo Alfredo y otros dos hermanos emigraron a Perú y Brasil (ninguno volvió, muriendo jóvenes o desapareciendo sin dejar rastro).

Conservo copia de una carta escrita por el bisabuelo y enviada a la Amazonía boliviana. Es muy elocuente: “Cabañaquinta, 10 de febrero de 1919 // Sr. D. Alfredo Pérez // Cobija//  Querido hijo, me alegraré que la presente te halle bueno por esta. Tu hermano y yo bien, tu madre regular desde la muerte de tu hermana, y la falta de no saber de vosotros acaba con ella poco a poco.// Querido hijo, llegó a esta Manuel González, de Avilés, el que me dijo que se había visto contigo en septiembre, y que estabas disgustado por no recibir cartas nuestras. Pues yo cada dos meses os escribo a los dos a Cobija. Mucho me extraña que vosotros no escribáis o que no se reciban vuestras cartas. Juan Zapico, que escribe todos los meses, reciben cartas de él, yo no creo que su padre haya sido mejor para él que yo para vosotros, en cambio me hacéis o nos hacéis sufrir mucho con vuestro silencio. Manuel Mejido, que escribió a sus padres, la recibieron. Todos, todos tienen la satisfacción de saber de sus queridos hijos menos nosotros que parece que nos tenéis olvidados. Cuando tanto trabajo os cuesta el escribir cuatro letras a vuestros viejos padres.// Muchas veces considero la diferencia de hombres a hombres. Yo, estando en Cuba, varias veces vendí el pan que había de comer para escribir a mis queridos padres. No quiera Dios que tengáis que hacer lo mismo.// Si os fuera posible, nuestro gusto sería que vinierais a esta aunque tuvierais que traer ciudadanía peruana o boliviana a la Quinta. Aquí el que quiere y puede trabajar hay modo de ganarse la vida, acaso mejor que en esa, y con más tranquilidad. // Recuerdos de Celedonio, un millón de abrazos de tu madre. Recibe el cariño que te profesa tu padre;//Antonio Pérez // PD. No estaré una hora tranquilo hasta no recibir una carta de cada uno de vosotros posterior al 11 de diciembre.// (Vale)”.

Hay quienes guardan su oro y propiedades como reliquia o aval para ostentaciones varias. Otros, descendientes de pobres inmigrantes, guardan como un tesoro el billete de barco o el carné de extranjería de sus ancestros.

Ése es mi caso: he ahí mi riqueza.

 

Carné de extranjería del abuelo emigrante

 

TRES POEMAS DE MI LIBRO

‘LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS (1994 – 2014)’

Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2015


EL VIAJE

(Poema inicial)

Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos
y sé que vas diciendo
que ningún obstáculo te impedirá llegar a tu destino.
Un rayo ardiendo en la noche
para sacar brillo al faro de tu necesidad. Yo sé
que ahora dudas del inmenso ojo de la vida,
¡así, con tu puño lleno de hojas secas!, ¡así, con una rama
haciéndose ceniza!, ¡así, blasfemando hasta que
se te calienta el cráneo!
El pecho jadeante de la espera, lejos de varitas mágicas,
cerca del sudor fronterizo con signos de impiedad.
Gritas: “¡Abridme, aunque no tengáis
simpatías por mi llanto!”.
Sé que estás saliendo con una linterna sin bombilla
y sé que no te laceran las amonestaciones,
los vehementes reparos, el polvo que acumulas en tu
rostro. ¡Cuánto
padecer por lejanías! ¡Y qué del desgarro
por ir tras endebles o apetecibles trofeos!
Como un hombre enceguecido
esperas múltiples crucifixiones: allí, allí, allí…
Y gritas: “¡Dejadme un abrevadero donde mis labios
sacien su sed!”.
Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos

 

Pintura de Miguel Elías.

 


I


¡Cuidado!, ¡no te confundas!
Tener una casa no significa tener una patria.
Una casa, y luego nada,
o la ruda necesidad de partir pegado a tu sombra,
trocado en ruinas todo cuanto tenías,
errante por suelos sin color, por campos resecos
redoblándote la agonía.
Tormenta y más tormenta en el otro existir
al que eres lanzado, cerca
de ningún lado de lo tuyo, roto el cordón umbilical
por un inesperado amanecer:
exhausto,
desfalleciente cuando tus pies pasan puentes
y luego no hay reclinatorios
donde sollozar a cuentagotas o soltar vagidos de niño
u hombre enternecido.
No preguntes qué es la patria, porque sagradas
son la respuestas y pocos saben lo suficiente
de ese tembloroso suelo que muchos tamborilean
de fiesta en fiesta.
Tocarán a tu puerta, y será la señal
y no habrá ocasión para elegir.
Una casa, y luego nada, aunque invoques dos veces
con labios limpios
y alces tu lámpara con mansedumbre.
Irás a patria ajena
y callarás,
y aprenderás
como huérfano sin heredad.



II


Alguien radiografía el hospital de tu corazón.
El dolor te hace añicos
aunque por las calles todo sea jolgorio, aunque la llave
solar de tu memoria filtre el milagro de un amor
que ayuda a sobrellevar los contratiempos.
Aprovechando que nadie responde a tu esperanza,
dices: “¡Oh desentendimiento del mundo!”.
Así, hasta callar del todo, mientras tu corazón bombea
contraseñas para que el volcán no haga erupción
todavía.
Migraste con las mensualidades agujereadas.
Migraste olvidando fantasmas.
Migraste a América en un barco lentísimo.
Migraste a Europa por la reciprocidad intacta.
Migraste sin contar los años.
Migraste porque el cántaro no tenía agua.
Migraste hasta sudar el perfume de tus sueños.
Migraste para pisar la nieve.
Migraste adonde pudiste.
Migraste sin otra alternativa,
rápido en la polvareda, entumecido en la pupila del mar,
desesperado en los puestos de frontera.
Eres tejedor
de horizontes que muchas veces se deshinchan
después de nada,
después de nunca poseer pulseras de oro
que conmemorasen tus anhelos, parecidas al bumerang
demostrador que mereció la pena.
¡Encalma los empeños de tus largos días!

(…)

 

Alfredo Pérez Alencart con su libro 'Los éxodos, los Exilios'

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Barro del Paraíso - Los que dejan su patria