Libro de los Hechos, de F.F. Bruce

Hechos se inicia con el relato de la resurrección de Jesús y va hasta los treinta años siguientes.

08 DE JUNIO DE 2018 · 06:00

Portada del libro. ,
Portada del libro.

Un fragmento de “El libro de los Hechos”, de F.F. Bruce, (Clie, 2016). Puede saber más sobre el libro aquí.

El propósito de Hechos no puede ser considerado independientemente del propósito del Evangelio de Lucas. Las dos partes, a pesar de sus diferencias estilísticas,(11) crean un todo integral, con un único propósito coherente. El autor no abandona a sus lectores a especular sobre cuál podría ser el propósito de su obra: él lo dice explícitamente en el prólogo a su Evangelio, que debería leerse como el prólogo a la doble obra. Aquí están sus palabras (Lucas 1:1–4):

“Como muchos han intentado compilar una narrativa de las cosas que han sido realizadas entre nosotros, tal y como nos han sido trasmitidas por aquellos que desde el principio fueron testigos y ministros de la palabra, me ha parecido bien también a mí, habiendo investigado concienzudamente todas estas cosas desde el principio, escribirlas en un informe para ti, excelentísimo Teófilo, para que tú puedas conocer la verdad acerca de estas cosas, de las cuales has sido informado”.(12)

Él mismo, al parecer, no podía pretender ser un testigo de los primeros eventos recogidos en su historia, pero ha tenido acceso a la información que los testigos pudieron suministrarle. No fue el primero en esbozar un relato basado en la información de los testigos (pensando, seguramente, en el Evangelio de Marcos que fue recopilado antes que el suyo), pero vindica que su informe descansa sobre una amplia y concienzuda investigación y que ha sido ordenada en la secuencia correcta.(13) […]

 

Portada del libro.

Lucas, (como el autor será llamado desde ahora), después anuncia que su propósito al escribir es dar a Teófilo (quien quiera que éste haya sido) un informe exacto y ordenado de los orígenes del Cristianismo, acerca del cual Teófilo tenía ya alguna información. Estaba ansioso de que Teófilo pudiera confiar plenamente en el relato que ahora le era entregado. La parte temprana del informe (contenida en lo que conocemos como el Tercer Evangelio) es en esencia una recopilación del testimonio apostólico del ministerio de la palabra, hechos, sufrimiento y triunfo, ampliado por el material recogido por el mismo Lucas.(20) El segundo volumen se inicia con el relato de la resurrección de Jesús y va hasta los treinta años siguientes; registra el avance del Evangelio a lo largo del camino que va desde Judea vía Antioquía a Roma, y finaliza con el heraldo en jefe proclamando el Evangelio en el corazón del Imperio con la aquiescencia en pleno de las autoridades imperiales.

Pero no es solo información lo que Lucas se propone dar a Teófilo. En el momento en el que escribe, el cristianismo era, usando una de sus propias frases, “una secta de la que en todas partes se habla en su contra” (28:22). Había una sospecha muy extendida de que era un movimiento subversivo, una amenaza contra la ley y el orden imperial. Y ciertamente a los ojos de aquellos que ostentaban la ley y el orden imperial, el cristianismo empezó con una grave dificultad. Su fundador había sido reconocidamente condenado a muerte por un gobernador romano por el cargo de sedición. Así Tácito estimó que su carácter criminal estaba basado parcialmente en el hecho de que debía su creación a un Cristo, quien “fue ejecutado por la sentencia del procurador Poncio Pilatos, cuando era gobernador de Tiberiades”.(21) Y así el movimiento, tan adversamente inaugurado, parecía estar acompañado por el tumulto y el desorden dondequiera que se extendía, en las provincias romanas y en la misma Roma. Lucas se propone lidiar con esta dificultad.

La crucifixión de Cristo se presenta en su Evangelio como un craso error de la justicia. Es verdad que Pilatos lo sentenció a muerte, pero ya había pronunciado su “no culpable” de los cargos que se le imputaban, y aprobó la pena de muerte solamente bajo presión y en contra de su mejor juicio.(22) Herodes Antipas, tetrarca de Galilea (donde la mayor parte del ministerio público de Jesús había tenido lugar), está de acuerdo en que los cargos traídos contra él no debían tomarse seriamente.(23)

De la misma manera en Hechos, una variedad de oficiales tanto gentiles como judíos, mostraban buena disposición hacia Pablo y otros misioneros cristianos, o al menos admitían que no había base para las acusaciones de sus oponentes contra ellos. En Chipre, el procónsul de la isla-provincia es favorablemente impresionado por Pablo y Bernabé, y por su mensaje y actividades.(24) En Filipo, una colonia romana, el jefe de los magistrados colegiados se disculpa ante Pablo y Silas por haberlos azotado y encarcelado ilegalmente.(25) En Corinto, el procónsul de Acaya, Galión (miembro de una influyente familia Romana), decreta que las acusaciones que le han sido presentadas contra Pablo por los líderes locales judíos, están relacionados con disputas internas de la religión judía, y lo declara sin culpa de ninguna ofensa contra la ley romana.(26) En Éfeso, los asiarcas, ciudadanos líderes de la provincia de Asia, se declaraban a sí mismos amigos de Pablo, y el jefe ejecutivo de la administración de la ciudad lo absolvió, a él y a sus asociados, de cualquier cosa de naturaleza sacrílega.(27) Durante la última visita de Pablo a Judea, los Procuradores Félix y Festo sucesivamente declaran no encontrar evidencias para ninguno de los cargos urdidos contra él por el Sanedrín, ni el intento de violación de la santidad del templo de Jerusalén, ni de provocar disturbios a través del imperio.(28)

 

NOTAS.

(10). Comp. A. N. Sherwin-White, Roman Society and Roman Law in the New Testament (Oxford, 1963), pp. 144–62, 172–89.

(11). El primer volumen confirma el género literario del Evangelio, el cual había sido establecido por Marcos; el segundo volumen sigue el precedente establecido antes por los historiadores Griegos (see E. Plümacher, Lukas als hellenistischer Schriftsteller [Göttingen, 1972]).

(12). Ver S. Brown, “The Role of the Prologues in Determining the Purpose of Luke-Acts,” en Perspectives on Luke-Acts, ed. C. H. Talbert (Edinburgh, 1978), pp. 99–111; L. C. A. Alexander, “Luke’s Preface in the Context of Greek Preface-Writing,” NovT 28 (1986), pp. 48–74.

(13). Contrasta la afirmación de Papías de que Marcos recoge las memorias de Pedro, “no en orden, sin embargo” (Eusebius, HE 3 .39.15). Papías probablemente utilizó algún otro registro como el estándar contra el cual evaluó el orden de los eventos en el Evangelio de Marcos.

(20). Comp. tres importantes comentarios: E. E. Ellis, The Gospel of Luke, NCB (Grand Rapids/London, 2 1974); I. H. Marshall, The Gospel of Luke, NIGTC (Grand Rapids/ Exeter, 1978); J. A. Fitzmyer, The Gospel according to Luke, AB (Garden City, NY, 1981–85).

(21). Annals 15.44.4.

(22). Lucas 23:4, 24.

(23). Lucas 23:15.

(24). Hechos 13:7, 12.

(25). Hechos 16:37–39.

(26). Hechos 18:12–17.

(27). Hechos 19:31, 35–41.

(28). Hechos 24:22–25:25.

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