Horas confusas

Un nuevo cuento de Antonio Cárdenas.

17 DE MAYO DE 2018 · 20:15

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Las horas finales del Mesías fueron de una confusión e incertidumbre tales para el adversario, que éste no supo en ningún momento si para sus intereses era preferible matarlo o dejarlo con vida.

A priori, matándolo seguro que no se equivocaba, por lo que dispuso que los principales sacerdotes y los ancianos entraran en consejo para entregarle a muerte.

Pero no lo tenía del todo claro y le sometió a un interrogatorio de mano del gobernador. A pesar de crearle la falsa esperanza de su liberación, Jesús no creyó a Pilato y tampoco soltó prenda.

Así que siguió con la intención inicial de ejecutarlo.

Pero siguió dudando, “¿es mejor matarlo? ¿Qué pretende?”

“Humillarlo será el modo de que mueva ficha, y así actuar en consecuencia”.

Le desnudaron, le pusieron un manto escarlata, le colocaron una corona tejida de espinas, pusieron en su mano derecha una caña, e hincada la rodilla se burlaban de él diciéndole “salve rey”, le escupieron.

No reaccionaba, nada que no, y el adversario siguió dudando.

Pero algo tenía claro, hizo que escribieran en la cruz un rótulo que decía ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Pensando que mentiría más diciendo la verdad dejó este testimonio apurado por la confusión del momento.

Pero ocurre un giro inesperado, tras ver el adversario la conformidad con que el reo aceptaba su destino, cambió de tercio. “Parece que no quiere librarse de la muerte, ¡debo evitarlo!”, se dijo.

Desde entonces lo quiso disuadir con premura para que bajase de la cruz con la promesa de que creerían en él los sumos sacerdotes, escribas y fariseos. Era la última apuesta del adversario, entregarle los gerifaltes religiosos.

Pero la victoria ya estaba consumada, Jesús expiró triunfando sobre su adversario en la cruz.

“… y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”(Colosenses 2;15)

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