Cristiano perseguido

Un poema de Ramón Molina Navarrete. (Selecciona Isabel Pavón)

27 DE ABRIL DE 2018 · 06:25

,

 

Cristiano perseguido

 

Aún recuerdo aquella noche
de misterio y despedida.
Jesús hablaba despacio
viéndose en Él que sufría
por saber que nos dejaba
roto por tantas heridas.
Nos dijo que nos amásemos,
que fuésemos luz que brilla,
que el que quiera ser primero
sea el último de la fila.
Nos dijo que era un amigo
que de amistad se moría,
loco de amor por nosotros…;
que iba lejos, a otra orilla,
a prepararnos un reino
para en él vivir la vida
de nunca más separarnos
por más que el tiempo prescriba.
Recuerdo que hubo un momento
de silencio, de precisa
claridad en su mirada.
Tembló el aire en sus aristas.
El Maestro cogió el pan
y ardió el mundo en su ceniza.
Pero antes de bendecirlo
nos dijo con voz tristísima:
“Si a mí, ¿veis?, me han perseguido
sin descanso, día a día,
también lo harán con vosotros.
Es la razón, la medida
de ser en mí la unidad
que todo lo multiplica”.

 

Y Jesús dijo verdad.
Dos mil años todavía
y hoy seguimos perseguidos.
Bien es verdad que en las vísperas
de ver pasar a los siglos,
en lugar de las espigas
hemos sembrado cizañas,
campos de sal fratricida.
Nos hemos ido olvidando
de la verdad trascendida,
demasiadas voces vanas,
demasiada cascarilla,
oración sin corazón,
corazón lleno de espinas,
desamor entre nosotros
y entre nosotros mentiras…

 

Campo abonado de escarchas
para que más nos persigan…
Y perseguidos estamos:
si crees, ya no eres artista,
ni avanzado, ni moderno,
ni sabio, ni progresista,
ni inteligente, ni culto.
Si crees eres un meapilas,
el retrógrado, el beato.
Si crees, eres en política
el extremo de la extrema,
el reaccionario, el fascista.
Si crees, te pagan con golpes
de incomprensión, de injusticias,
de soledades terribles,
de indiferencias precisas;
te traicionan, te abandonan,
te repudian, te critican,
te atan de pies y de manos,
te amenazan y te obligan
a que enmudezcas la voz,
y te encarcelan si gritas.

 

Pero qué contrariedad,
que efecto que en sí se gira
y se revuelve en su contra,
qué consecuencia distinta:
perseguir es despertarnos,
ver nuestra esencia más íntima,
llegar al mar de nosotros
y nadar en la autocrítica.

 

Perseguir es despertarme,
hacerme hoguera encendida,
terreno para la siembra,
greda que se sabe viva,
volcán de paz que se entrega,
conciencia que en Dios se obliga.

 

Y ahora comprendo quién soy,
de donde vengo, qué sílabas
componen mi abecedario,
qué lugar de bienvenida
ocupo en tu altar, Señor.
Ahora sé que, de rodillas,
continúo en aquella cena
de amor de tu despedida,
en que antes de hacerse llanto
la amistad que me rendías,
antes de partir el pan,
se encendieron tus pupilas
y, mirándome, dijiste,
con palabras trascendidas,
que si a Ti te persiguieron
conmigo también lo harían.

 

Y así viene siendo, Dios.
Y aunque me duele esta herida,
ya no me importa el dolor
ni me importa lo que digan,
porque sé que al ser de Ti,
y al ser de Ti el alma mía
y de Ti todo mi ser,
la batalla está vencida.

 

Así que vale, Señor.
Vale esta lucha que obliga.
Vale esta sombra en mi sombra.
Vale, Dios, que me persigan.

 

Yo lo acepto con amor,
con perdón, con alegría…
Pues a más persecución
más en Ti me crucifican;
y a más que sufro la cruz
más me acerco hacia tu orilla,
más me uno a tu presencia,
más fortaleza me envías,
más muerte tiene mi muerte
y aún más vida mi vida.

 

Ramón Molina Navarrete

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Poe+ - Cristiano perseguido