La cueva del áspid

Que los bebés puedan jugar sin temor sobre la cueva del áspid en el texto de Isaías, indica la revocación de las consecuencias de la Caída por medio de la creación de cielos nuevos y tierra nueva.

24 DE FEBRERO DE 2018 · 07:25

Áspid o cobra blanquecina descansando a la entrada de una cueva. Su color puede variar según las regiones. En el noroeste de África las cobras pueden llegar a ser totalmente negras. / Foto: Antonio Cruz,
Áspid o cobra blanquecina descansando a la entrada de una cueva. Su color puede variar según las regiones. En el noroeste de África las cobras pueden llegar a ser totalmente negras. / Foto: Antonio Cruz

Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora.

(Is. 11:8)

La palabra “áspid” aparece una decena de veces en la Biblia y deriva del griego aspís y éste del hebreo péthén, que significa “retorcer”. Se refiere a una serpiente más venenosa aún que las víboras (Dt. 32:33; Job 20:14-16; Sal. 58:4; 91:13; Is. 11:8). Muy probablemente se trata de la cobra egipcia o áspid de Cleopatra (Naja haje), llamada vulgarmente así porque se cree que fue la que usó la reina de Egipto para suicidarse.

Pertenece a una familia que incluye las serpientes más venenosas del mundo, los elápidos. Actualmente es rara en Palestina ya que su área de distribución preferente es el norte de África. Puede alcanzar hasta los dos metros y medio de longitud. Es de color marrón grisáceo y en ocasiones presenta rayas oscuras, aunque las de Egipto pueden ser totalmente negras. Poseen una capucha de piel desplegable alrededor de cuello que abren contrayendo las vértebras. Esto lo hacen para intimidar a los depredadores pero, si no funciona, se lanzan contra los agresores emitiendo un siseo, con la intención de morderles e inyectarles su potente veneno. Éste resulta mortal para el ser humano si no se trata a tiempo.

Habitualmente suelen vivir en desiertos y terrenos áridos, aunque también pueden penetrar en zonas urbanas. Al ser muy territoriales, atacan todo lo que suponga una amenaza para ellas. Se alimentan de otras serpientes más pequeñas así como de mamíferos de reducido tamaño, aves, huevos, sapos, etc. Después de inocularles el potente veneno, persiguen las presas gracias a su olfato lingual. Palpan el suelo con su lengua bífida y después la introducen en unas cavidades que poseen en el paladar para oler las distintas partículas. Las hembras ponen de 8 a 20 huevos en lugares ocultos -en ocasiones dentro de los termiteros- que eclosionan a los dos meses.

Muchas de estas serpientes son usadas tradicionalmente como un modo de ganarse la vida, por parte de los llamados “encantadores de serpientes”. Estos espectáculos han ido en aumento con el desarrollo del turismo y tal práctica ha repercutido negativamente sobre la población de las cobras en todo el norte de África. Lo curioso es que éstas no reaccionan ante la música de las flautas, puesto que son sordas y no pueden percibir las vibraciones transmitidas por el aire (no tienen tímpano ni conjunto de huesecillos), sino que siguen los movimientos del encantador. Las serpientes pueden detectar las vibraciones transmitidas por la tierra pero no aquellas que lo hacen por el aire. Cuando el encantador destapa la cesta de las cobras, éstas quedan deslumbradas y expuestas al resplandor de la luz diurna. Inmediatamente dilatan el cuello del disco porque se sienten amenazadas y se fijan en el primer objeto en movimiento que ven. Es decir, en el encantador que mueve la flauta, y por tanto ellas siguen también sus movimientos. A veces, incluso las acarician y besan en la cabeza. Esto que puede parecer una temeridad, en realidad no lo es tanto ya que les extraen previamente los dientes venenosos, o bien les cosen los labios, o incluso puede que el encantador sea inmune al veneno, por haber sido mordido en alguna ocasión anterior y sobrevivir. Lo que le habría permitido generar anticuerpos específicos contra dicho veneno.

Los científicos llevan años estudiando cómo reaccionan las células humanas a las toxinas del veneno de las serpientes, no sólo para encontrar antídotos -muchos de los cuales ya se conocen- sino también con el fin de desarrollar terapias contra el cáncer y otras enfermedades como las cardiovasculares.

La cobra egipcia representaba el Sol y era el símbolo del faraón en el Antiguo Egipto, por lo que era muy valorada por el pueblo. Sin embargo, en la Biblia las serpientes siempre se presentan como animales peligrosos, crueles (Dt. 32:33), astutos y prudentes puesto que constituyeron el instrumento de la tentación primigenia. De ahí que fueran malditas entre las demás criaturas (Gn. 3:1, 14). Habitaban en el desierto como los poderes maléficos, de ahí su relación con lo diabólico. Los hebreos primitivos creían que el veneno se originaba en sus estómagos al digerir determinadas hierbas amargas (Job 20:14). El salmista, aparte de teólogo y poeta, demuestra ser también un buen observador de la naturaleza de estos animales ya que es conocedor de la sordera del áspid (Sal. 58:4).

El profeta Isaías se refiere asimismo a esta serpiente venenosa para ilustrar el estado idílico de paz y justicia absoluta que imperará en el reinado del Mesías (Is. 11:8; 65:17). Que los bebés puedan jugar sin temor sobre la cueva del áspid, indica el final de la violencia y la maldad en la naturaleza. Es decir, la revocación de las consecuencias de la Caída por medio de la creación de cielos nuevos y tierra nueva.

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