“El complot de María Magdalena”, por Gerard Messadié

Racionalistas franceses y alemanes de los siglos XVII y XVIII atribuían a María Magdalena lo que ellos llamaban el mito de la resurrección. El amor de Magdalena, decían, inventó la leyenda de la resurrección.

04 DE ENERO DE 2018 · 21:00

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

"El complot de María Magdalena", por Gerard Messadié,

traducida del francés por Manuel Serrano Crespo,

editor digital Mangeleso, 518 páginas.

 

Una novela apasionante que trata del contexto histórico y psicológico del nacimiento del Cristianismo, con personajes que se mueven en torno a la muerte de Jesús, su resurrección y apariciones. Sacerdotes del gran templo enfrentados entre sí, miembros del Sanedrín judío radicalizados en sus posiciones, Roma y Jerusalén, Pilato y Herodes, Saulo de Tarso, profetas, apóstoles, Lázaro y sus dos hermanas, supersticiones que debilitan el orden social y religioso.

¿Pudo ser María Magdalena la fundadora del Cristianismo? ¿Fue autora de un complot para salvar a Jesús de la muerte? ¿Consiguió sobornar a los soldados romanos y recuperar el cuerpo herido de Jesús? Messadié cuestiona el contenido de los Evangelios “y se atreve a sacar a la luz la naturaleza humana de Jesús”, según escribió en el 2002 el periódico francés “Le Figaro”.

Gerald Messadié fue periodista y novelista francés. Estudió con los jesuitas en el colegio Sainte-Famine de París. Nacido en El Cairo en 1931 entró en contacto con las sociedades más cosmopolitas de su entorno: judías, cristianas y musulmanas. Dominaba varios idiomas, entre ellos el árabe y el español. Durante 25 años fue redactor jefe de la revista francesa “Science et Vie”. Hombre de gran cultura, apasionado por la teología y el esoterismo, publicó numerosos ensayos sobre creencias religiosas. Durante algunos años vivió en Roma. El escritor italiano Alberto Moravia lo definió como “una granada a punto de estallar”. Parte de sus libros han sido traducidos al español, entre ellos “Historia general del diablo”, “Historia general del antisemitismo”, “La revelación”, que tiene como subtítulo “Judas el bien amado” y “El complot de María Magdalena”.

Aquí el autor francés da pruebas de una imaginación embriagadora, próxima al delirio. De todos los autores mencionados en mis comentarios de crítica literaria Messadié rompe los records. Un proverbio español dice que no corre más el que más camina, sino el que más imagina. Con su imaginación desbordada Messadié supera a los atletas etíopes. Es el escritor que mejor maneja la leyenda y la fábula, especialmente cuando identifica a María Magdalena.

Unos autores afirman que María Magdalena, María de Betania y la mujer anónima que cita Lucas en el capítulo 7 de su Evangelio eran la misma persona. Otros ignoran a esta mujer y sostienen que las dos Marías, la que vivía en Betania y la que vivía en Magdala eran la misma.

En esta línea está Messadié y se esfuerza en demostrarlo.

En los 33 capítulos de la novela el autor cita a numerosos personajes que son familiares a los lectores del Nuevo Testamento. Nombra repetidamente a Saulo de Tarso y a los discípulos del Maestro. Introduce a Abel como hijo del apóstol Pedro y a Maltace, madre de Herodes Antipas, de quien dice que era seguidora de Jesús. De todos estos personajes a mí me interesa principalmente uno: María Magdalena, “a la que yo atribuyo por necesidades de la novela un apellido imaginario, Ben Ezra”, confiese Messadié en la página 496.

Tal como lo he indicado, para Messadié, María de Betania y María de Magdala eran la misma.

En la novela, María (la supuesta Magdalena), Marta y Lázaro vivían juntos y compartían dos casas. Crátilo, a quien el autor presenta como secretario de Pilato, pregunta a María: “¿Dónde vivís? ¿En Magdala o en Betania?” La mujer en esos momentos en Magdala, responde: “esta casa es la de nuestra familia. Es la que nos legaron nuestros padres. Ambos han muerto y la conservamos por piedad, con toda su servidumbre, y también porque es mucho más fresca durante los meses de estío. Marta compró la casa de Betania hace algunos años, cuando iba a casarse con un mercader de Jerusalén. El mercader murió y ella conservó la casa. Cuando Jesús vino a Jerusalén, al principio, vivíamos allí, en Betania, de forma permanente”.

¿Ha resuelto definitivamente Gerald Messadié el desorden histórico que existe entre las dos Marías, la de Betania y la de Magdala, que ha enredado a tantos novelistas y ensayistas?

No lo creo.

Como tantos otros autores a lo largo de siglos, superados por el colombiano José María Vargas Vila en su novela “María Magdalena”, Messadié también admite que Magdalena estuvo enamorada de Jesús. Es contundente cuando hace decir a Nicodemo: “María Ben Ezra, por su parte, estaba apasionadamente enamorada de Jesús. No le preocupaba el destino de nuestra religión, y sigue pensando sin duda que Jesús es un profeta y está poseído por el espíritu divino, pero ella le ama como una mujer ama a un hombre”.

Otros dos personajes introducidos por el autor en la novela, Dositeo y Jeremías, muestran curiosidad por el tema. Jeremías inicia una pregunta: “esa mujer que vino con tu amigo Jesús…”. Responde Dositeo: “es una mujer y él es un hombre, y el amor humano les une. Antes de crear a Eva Yahvé dijo: “no es bueno que Adán este solo”.

¿Cuáles eran los sentimientos de Jesús hombre hacia María Magdalena? La imaginación de Messadié lo resuelve todo.

Dositeo habla con Jesús. El Señor le explica el poder del amor y éste pregunta:“¿Del amor terrenal?” Respuesta de Jesús: “es la forma del amor divino que se consiente a los mortales. El amor terrenal me concibió, el amor terrenal prolongó mi vida. María es la enviada del Señor”.

Tomás, el duro de corazón, sostiene una breve conversación con el Maestro. Surge el tema de Magdalena. Piensa para sus adentros: “era mejor reconocerlo de entrada, aquella mujer había tenido relaciones con su maestro; ahora bien, su maestro no podía haberse equivocado. El no comprendía esa relación, pero debía rendirse a la evidencia”.

Racionalistas franceses y alemanes de los siglos XVII y XVIII atribuían a María Magdalena lo que ellos llamaban el mito de la resurrección. El amor de Magdalena, decían, inventó la leyenda de la resurrección. Olvidaban que el amor de una mujer puede exaltar o destruir a un hombre, pero nunca resucitarlo de la muerte.

Messadié va más lejos. Magdalena no inventa la resurrección, impide la muerte. Lo que él llama complot en el título de la novela.

La capacidad inventiva del novelista francés no conoce límites. Según su fábula, Jesús no muere en la cruz. María Magdalena “estaba decidida a hacer lo imposible para salvarle”. Halando con Dositeo, el Jesús resucitado recuerda: “el poder del amor. Ella, su hermana y su hermano desafiaron el poder del Templo y del Sanedrín, e incluso el poder romano. Los tres, con otras mujeres, y también con un colega del Sanedrín, Nicodemo, sobornaron a los legionarios para que retrasaran la hora de la crucifixión. Y para que no me rompieran las piernas. José y Nicodemo me sacaron de la tumba. Contempla el poder del amor”.

En otro encuentro con Juan, Jesús refiere lo que ocurrió después: “abandoné la tumba la misma noche que entré. Estaba herido y muy debilitado. Tenía que restablecerme en un lugar seguro, fuera del alcance de mis enemigos, y fueron María, Marta, Lázaro y otros los que, poniendo en peligro su seguridad, hallaron este lugar”, la casa en Magdala.

Como puede deducir el lector, Gerald Messadié deja a un lado la historia y opta por la fantasía. Para él el relato de los cuatro Evangelios canónicos no cuenta. Ignora la Biblia. Prescinde de ella, la reemplaza por el invento. Nos presenta un cuento interesante y en cierto punto agradable, pero pura mentira histórica.

Ocurre lo mismo con Saulo de Tarso, a quien el autor maneja desde las primeras páginas de su libro. Lo identifica como nieto de la segunda mujer de Herodes el Grande. Persigue a Jesús por los caminos de Judea y Galilea. Al conocer que estaba en Tarso se dirige allí acompañado por sabuesos de su confianza. Nada ocurre en el camino. Llega a Damasco. Habla con Simón Pedro y con Jesús. Se miran frente a frente. Saulo se siente incómodo. Cuando se despide, Jesús dice a Simón: “advertí que quería decirme algo”. Casi al final, página 461, Saulo es encarcelado por los esbirros de Caifás.

Después del autor francés de esta novela vendrán otros autores y otras novelas en su misma línea o incluso más desbordados. María Magdalena, la mujer más citada en los Evangelios, ha sido desde los primeros siglos fuente de inspiración y de dinero para escritores sin escrúpulos que han sustituido la verdad de la Biblia por sus mentiras viles. Escribir este tipo de libros ocultos, esotéricos, ha sido y seguirá siendo una fuente de dinero y de fama para autores amancebados con la fábula.

P.D. Para mí este ha sido el año de María Magdalena. Desde el 26 de marzo hasta este último he comentado 29 libros escritos sobre ella. Aunque tengo material para otra serie de la misma intensidad, voy a dejarla descansar por ahora. Tiempo habrá de resucitarla aquí, en Protestante Digital.

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