Lecturas vespertinas, de C.H. Spurgeon

Es conveniente que apartemos un momento tranquilo antes que el día haya terminado del todo, un momento de acción de gracias por la abundante gracia recibida.

08 DE DICIEMBRE DE 2017 · 08:55

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “Lecturas vespertinas” de C.H. Spurgeon (Editorial Peregrino, 2012). Puede saber más sobre el libro aquí.

Como de meollo y de grosura será saciada mi alma; y con labios de júbilo te alabará mi boca, cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche Salmo 63:5-6

Prefacio

Cuando el bullicio y la agitación del día terminan, es agradable gozar de la comunión con Dios. El fresco y la calma de la tarde armonizan deliciosamente con la oración y la alabanza.

Las horas de la caída del sol son como tantas callejuelas en el jardín del tiempo, en las que el hombre puede hallar a su Hacedor, quien le espera para tener comunión con él como la tuvo con Adán, antiguamente, al aire del día.

Es conveniente que apartemos un momento tranquilo antes que el día haya terminado del todo, un momento de acción de gracias por la abundante gracia recibida, un momento de arrepentimiento por nuestros muchos deslices y un momento de examen de conciencia por los males que se nos insinuaron.

Habiendo tenido nuestro volumen anterior, Lecturas matutinas, la bendición de nuestro Maestro, nos sentimos estimulados a prestar nuestra mejor atención a la presente serie de breves meditaciones, y la publicamos con la insistente oración de que su lectura sea motivo de bendición para todo lector.

Ya son muchos los lectores que nos acompañan en el culto de la mañana: ¡oh, que todos puedan recibir gracia del Señor por medio de la porción leída! y que, cuando un número similar se reúna para leer la selección vespertina, gocen todos de la sonrisa del Padre celestial.

Nos hemos esforzado por mantenernos fuera de lo común; de ahí que hayamos empleado textos inusuales, y presentado asuntos olvidados. El defecto que tienen muchas obras religiosas es la pesadez, de la que nosotros hemos procurado librarnos.

Nuestros amigos deben juzgar hasta dónde lo hemos conseguido. Mucho material está extraído de nuestra propia experiencia, pues siempre nos hemos sentido seguros de que una verdad que ha sido santificada para nuestro propio bien, no habría de quedar sin unción para otros.

Si podemos alentar a algún corazón que de otra manera hubiera decaído, o sembrar en una sola mente un propósito santo que de otra manera nunca se hubiese concebido, estaremos muy agradecidos.

El Señor nos está haciendo llegar tales resultados en miles de casos; a él sea, pues, toda la alabanza. Cuanto más vivimos, tanto más profundamente nos persuadimos de que solo el Espíritu Santo puede hacer que la verdad resulte provechosa para el corazón; por eso, con ferviente oración entregamos a su cuidado este volumen y el anterior.

C. H. Spurgeon

1 de enero

Nos gozaremos y alegraremos en ti.Cantares 1:4

Nos gozaremos y alegraremos en Dios. No abriremos las puertas del año a las lúgubres notas del tamboril, sino a los suaves sonidos del arpa del gozo y a los retumbantes címbalos de la alegría.

"Venid, cantemos con gozo al Señor, aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación" (Sal. 95:1, LBLA). Nosotros los llamados, los fieles, los elegidos, ahuyentaremos nuestros pesares y levantaremos nuestras banderas de confianza en el nombre de Dios.

Dejemos que otros se lamenten de sus aflicciones; nosotros que tenemos para echar en el amargo lago de Mara el árbol que endulza, magnificaremos al Señor con gozo. ¡Oh Espíritu Eterno, nuestro eficiente Consolador, nosotros que somos los templos en que tú habitas, no cesaremos nunca de adorar y de bendecir el nombre de Jesús! Queremos que Jesús tenga la corona del deleite de nuestro corazón; no afrentemos a nuestro Esposo gimiendo en su presencia.

Estamos destinados a ser los cantores del Cielo; ensayemos, pues, nuestro cántico antes de entonarlo en los palacios de la nueva Jerusalén. Nos gozaremos y alegraremos, dos palabras con un significado: doble gozo, felicidad sobre felicidad.

¿Es necesario que nuestro gozo en el Señor tenga ahora algún límite? ¿No hallan los hombres piadosos que su Señor es aun ahora alheña y nardo, caña aromática y canela? ¿Pueden estas sustancias tener en los cielos una fragancia mejor? Nos gozaremos y alegraremos en ti. Esta última palabra es como el meollo de la nuez, como el alma del texto.

¡Qué riquezas están atesoradas en Jesús! ¡Qué ríos de infinita felicidad hallan en él su manantial y cada gota de su plenitud! ¡Oh bondadoso Jesús, ya que tú eres la presente porción de tu pueblo, favorécenos este año con tal sentido de tu inmenso valor que desde el primer día hasta el último podamos gozarnos y alegrarnos en ti. Que enero comience con gozo en el Señor y diciembre concluya con alegría en Jesús.

 

C.H. Spurgeon.

2 de enero

Tomen los pueblos nuevas fuerzas.Isaías 41:1 (VM)

Todas las cosas de la tierra necesitan ser renovadas. Ninguna cosa creada puede continuar existiendo por sus propios medios. «Tú renuevas la faz de la tierra», dijo el salmista. Aun los árboles, que no se consumen de ansiedad ni acortan sus vidas con fatiga, tienen que beber la lluvia caída del cielo y absorber los ocultos tesoros del suelo.

Los cedros del Líbano, que Dios plantó, solo viven porque día tras día se llenan de la fresca savia que extraen de la tierra. Tampoco la vida del hombre puede sostenerse sin ser renovada por Dios.

Como es necesario reparar el desgaste del cuerpo con repetidas comidas, también lo es reparar el desgaste del alma, alimentándola con la lectura de la Palabra de Dios, con la predicación del evangelio y con la participación de la Cena del Señor. ¡Cuán deprimidos se hallan nuestros dones cuando descuidamos los medios de gracia! ¡Cuán extenuados están algunos santos que viven sin el diligente uso de la Palabra de Dios y de la oración privada!

Si nuestra piedad puede vivir sin Dios, entonces no ha sido creada por Dios: es solo una ilusión. Pues si Dios la hubiese creado, esperaría en él como las flores esperan el rocío. Sin una constante renovación, no estaremos preparados para hacer frente a los continuos asaltos del Infierno o a las severas aflicciones del Cielo o a nuestras luchas interiores.

Cuando el torbellino se desate, ¡ay del árbol que no haya absorbido la savia o se haya asido fuertemente de la roca, entretejiendo en ella sus raíces! Cuando se levanten las tempestades, ¡ay de los marineros que no hayan afirmado su mástil, echado sus anclas o buscado el puerto!

Si permitimos que el bien se debilite, sin duda el mal se fortalecerá e intentará desesperadamente lograr el dominio sobre nosotros; a esto quizá siga una penosa desolación y una lamentable desgracia.

Acerquémonos con humildes ruegos al trono de la divina gracia y experimentaremos el cumplimiento de esta promesa: "Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas" (Is. 40:31, LBLA).

3 de enero

Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus veredas. Lucas 3:4

La voz del que clama en el desierto pide un camino para el Señor, un camino preparado y un camino preparado en el desierto. Yo deseo atender la proclama del Maestro y proporcionarle un camino en mi corazón: un camino obra de la gracia a lo largo del desierto de mi carácter. Las cuatro indicaciones del texto merecen mi sincera atención.

"Todo valle se rellenará".Los pensamientos bajos y rastreros acerca de Dios deben abandonarse; hay que remover la duda y la desesperación y olvidar los deleites carnales. De una a otra parte de estos profundos valles tiene que construirse una calzada de gracia.

"Se bajará todo monte y collado". Deben derribarse la presunción altiva y la arrogante justicia propia para hacer un camino real para el Rey de reyes. A los pecadores altivos y orgullosos nunca se les concede la comunión divina.

El Señor atiende al humilde y visita al contrito de corazón, pero el altivo le es abominación. Alma mía, pide al Espíritu Santo que te ponga en orden acerca de este particular.

"Los caminos torcidos serán enderezados". Es menester que el corazón vacilante tenga trazado un camino de decisión por Dios y de santidad. Los hombres indecisos son extraños al Dios de verdad. Alma mía, procura ser sincera y veraz en todas las cosas: como en la presencia de Dios, que escudriña los corazones.

"Los caminos ásperos [serán] allanados·. Tienen que quitarse los estorbos del pecado y desarraigarse las espinas de la rebelión: tan sublime visitante no debe encontrar caminos encenagados ni lugares pedregosos, cuando venga a glorificar a los suyos con su séquito.

¡Oh, que esta noche halle el Señor en mi corazón un camino real por el cual pueda efectuar su marcha triunfante desde el principio hasta el final de este año!

4 de enero

"José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no lo conocieron".Génesis 42:8

Esta mañana, en Lecturas matutinas, hemos deseado que el conocimiento que tenemos del Señor Jesús experimente un crecimiento; es bueno, pues, que esta noche consideremos un asunto el cual tiene afinidad con el tema de esta mañana: es decir, el conocimiento que nuestro celestial José tiene de nosotros.

 

Portada del libro.

El conocimiento que Jesús tiene de nosotros era perfecto mucho antes de que nosotros tuviésemos el más insignificante conocimiento suyo. Antes que estuviésemos en el mundo, ya estábamos en su corazón.

Cuando éramos sus enemigos, él nos conoció y conoció también nuestra miseria, nuestra insensatez y nuestra maldad. Cuando llorábamos amargamente en desesperado arrepentimiento, y lo veíamos solo como un juez, él nos miraba como a hermanos bien amados y sus entrañas suspiraban por nosotros.

Él nunca desconoció a sus escogidos, sino que siempre los consideró como objetos de su infinito afecto: «Conoce el Señor a los que son suyos».

Esto es tan cierto en cuanto a los pródigos que apacientan los cerdos como acerca de los hijos que se sientan a la mesa.

Pero, ¡ay!, nosotros no conocimos a nuestro Hermano real, y en esta ignorancia se originaron un sinfín de pecados. Le negamos nuestros corazones y no le permitimos entrar en nuestro amor. Desconfiamos de él, y no dimos crédito a sus palabras.

Nos rebelamos contra él y no le rendimos ningún homenaje de amor. El Sol de Justicia brilló y nosotros no pudimos verlo. El Cielo descendió a la tierra y la tierra no lo advirtió.

Gracias a Dios, esos días han pasado para nosotros; sin embargo, aun ahora, conocemos muy poco a Jesús en comparación con el conocimiento que él tiene de nosotros. Solo hemos empezado a conocerlo, pero él nos conoce enteramente.

Es una ventaja que la ignorancia no esté de su lado, pues eso sería desesperanzador para nosotros. Él no nos dirá: «Nunca os conocí»; sino que confesará nuestros nombres en el día de su Venida y, mientras tanto, se manifestará a nosotros como no se manifiesta al mundo.

5 de enero

Y vio Dios que la luz era buena.Génesis 1:4

Esta mañana, en Lecturas matutinas, señalamos la bondad de la luz y la división que hizo el Señor entre ella y las tinieblas. Observemos ahora cómo considera Dios la luz. "Vio Dios […] la luz".

La miró con satisfacción, la contempló con placer, "vio que […] era buena". Si el Señor te ha dado luz, querido lector, él mira esa luz con particular interés; pues no solo la quiere por ser obra de sus manos, sino porque es semejante a él mismo, que "es luz".

Para el creyente constituye un placer saber que Dios observa con tanto cariño la obra de gracia que él ha empezado. Dios nunca pierde de vista el tesoro que ha colocado en nuestros vasos de barro.

Algunas veces nosotros no podemos ver la luz, pero Dios la ve siempre; y es mucho mejor que sea así. Es mejor que el Juez vea mi inocencia y no que yo piense que la veo. Es para mí muy agradable saber que formo parte del pueblo de Dios; pero, aunque no lo supiera, con tal que lo sepa el Señor, estoy fuera de peligro.

Este es el fundamento: "Conoce el Señor a los que son suyos". Tú, quizá estés sollozando y gimiendo a causa de tu pecado innato y, posiblemente, llores en tus tinieblas; sin embargo, el Señor ve "luz" en tu corazón, pues él la puso ahí, y las oscuridades y tinieblas de tu alma no pueden ocultar tu luz de sus misericordiosos ojos.

Quizá estés hundido en el desaliento y hasta en la desesperación, pero si tu alma anhela a Cristo y procura descansar en su obra consumada, Dios ve la luz. No solo la ve, sino que también la preserva en ti: "Yo, el Señor —dice—, la guardo".

Estas palabras constituyen un valioso estímulo para aquellos que, después de una angustiosa vigilancia y de un buen cuidado de sí mismos, sienten su impotencia para conservar esa luz. La luz, así preservada por su gracia, será transformada por Dios en el esplendor del mediodía y en la plenitud de la gloria. Esa luz que está en el corazón indica la aurora del día eterno.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Fragmentos - Lecturas vespertinas, de C.H. Spurgeon