En estos tiempos, añade, se quiere “ensuciar” la imagen de Magdalena “con motivos literarios sin ningún tipo de fundamento histórico, religioso y científico”. "/>

“María Magdalena, la apóstola apostolorum” , por Luz María del Amo Horga

En estos tiempos, añade, se quiere “ensuciar” la imagen de Magdalena “con motivos literarios sin ningún tipo de fundamento histórico, religioso y científico”.

24 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 09:00

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Inicio este artículo ofreciendo al lector un esclarecedor párrafo que la autora presenta en la introducción a su trabajo:

“Así con este nombre “Apóstola apostolorum” (apóstol de apóstoles), se conocía a María Magdalena en la Iglesia occidental, por ser la primera que proclamó la Resurrección de Cristo.

En la Iglesia oriental, en cambio, se la conocía como “isapóstoles” (igual que un apóstol). Su pasado pecador no fue un desdoro. Pedro fue infiel a Jesús y Pablo un perseguidor de los cristianos. La grandeza de María Magdalena no está en su impecabilidad, sino en su amor”.

Luz María del Amo es doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense. El texto sobre María Magdalena que aquí presenta forma parte de un trabajo escrito para el Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas de El Escorial. Actualmente colabora con instituciones culturales en Ayuntamientos de Las Rozas, Pozuelo de Alarcón, Torrelodones y Collado Villalba, todos en la Comunidad de Madrid. Tiene 44 años. Confiesa que siempre quiso investigar sobre la mujer de Magdala, pero nunca encontró el momento adecuado. En estos tiempos, añade, se quiere “ensuciar” la imagen de Magdalena “con motivos literarios sin ningún tipo de fundamento histórico, religioso y científico”. Esto la llevó a emprender un estudio serio de la ejemplar figura femenina basándose “en las fuentes directas que se conservan, tanto las canónicas como las gnósticas, para dar una visión de la santa lo más concisa posible”.

Fiel a este planteamiento, Luz María del Amo dedica las primeras páginas de su trabajo a razonar sobre los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, deteniéndose en los textos de estos Evangelios que tratan de María Magdalena. Nada se sabe de ella desde el momento en que es sanada por Jesús hasta el momento de la crucifixión. “Algunos suponen que estuvo al lado de Jesús junto con los apóstoles y algunas otras mujeres desde su sanación en adelante”, apunta.

Es el cuarto Evangelio el que contiene una de las escenas más conocidas, representada en numerosas pinturas bajo el título “noli me tangere” (no me toques). En el huerto de la resurrección vemos a una mujer “movida por un profundo amor hacia Jesús que habla en primera persona y actúa de manera resuelta”.

Para Luz María del Amo los demonios que poseían a Magdalena “tienen en castellano una connotación necesariamente negativa que recuerda al demonio por excelencia que sería el diablo”. Sin embargo la palabra “daimon” en griego no tiene esa connotación negativa y describe a unos espíritus o deidades que no son necesariamente malignos.

En los evangelios gnósticos, María Magdalena es una figura relevante porque ella es una de las pocas discípulas que sigue en contacto directo con Jesús después de su muerte, comunicándose directamente con él. El evangelio gnóstico de María Magdalena es el único que existe en este tipo de literatura supuestamente escrito por una mujer.

A lo largo de los siglos, María Magdalena ha sido confundida en su literatura con otras figuras femeninas de los Evangelios: María madre de Jesús; la mujer samaritana; la mujer adúltera que Juan menciona en el capítulo 8 de su Evangelio; la novia en las bodas de Caná de Galilea.

El papa Gregorio I, llamado Gregorio Magno, frecuentemente citado en estos artículos, pronunció un sermón en septiembre del año 591 en el que declaró que María Magdalena, María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro y la mujer anónima que aparece en el capítulo 7 del Evangelio escrito por San Lucas, son una misma persona. Quería así acabar con las largas discusiones que ya en aquellos siglos divagaban sobre la verdadera identidad de Magdalena. “El método de exégesis preferido por Gregorio Magno –escribe Luz María del Amo –se basaba en el sentido moral. Él sostuvo que los siete demonios que Jesús saca de la Magdalena indican moralmente los siete pecados capitales. Los siete eran, por tanto, la manifestación exterior de su vida pecadora, y sus pecados eran necesariamente de naturaleza sexual”.

Fue este papa quien calificó a María Magdalena de “prostituta” y “fornicaria”.

Luz María del Amo escribe páginas bellas y bien documentadas sobre el tratamiento iconográfico y literario dado a Magdalena a través de la Historia. Desde los padres de la Iglesia en los primeros años del cristianismo hasta la Edad Media fueron muchos los escritores, pintores y escultores que trabajaron sobre María Magdalena. En los dramas religiosos del siglo XV y primera mitad del XVI Magdalena aparece como una mujer frívola. Su figura vale a los dramaturgos para advertir a las damas nobles a no caer en pecado. En 1516 surge en Francia el teólogo y filósofo Jacques Le Févre D´Estaples. Presentó serios argumentos contra los que se oponían a que la Biblia fuera traducida al francés. En un comentario que escribió al Nuevo Testamento dejó claro que María Magdalena, María hermana de Marta y la mujer anónima de Lucas capítulo 7 son tres mujeres distintas. El Nuevo Testamento de Le Févre fue condenado por la Universidad de la Sorbona, entonces dirigida por el clero católico, pero acabó siendo traducido a otros idiomas y ampliamente divulgado. Siguiendo en Francia, el escritor Ernesto Renán, sacerdote católico pasado al racionalismo, publica en 1863 un libro ya famoso sobre la vida de Jesús. Renán representa a la Magdalena como defensora de la igualdad entre hombre y mujer y propone un tipo de iglesia que se opone a la visión que de ella tiene Pedro.

Goethe anticipa en el siglo XIX una idea de María Magdalena como representante de lo sagrado femenino.

A finales de ese siglo aparecen algunas obras literarias donde se sugiere a una Magdalena como amante de Jesús, idea en la que abunda el escritor griego Nikos Kazantzakis en su novela “La última tentación de Cristo”, llevada al cine con el mismo título por Martín Scorsese.

Desde mediados del siglo pasado hasta el día de hoy se han publicado muchas novelas protagonizadas por María Magdalena utilizando viejos estereotipos. Lo hacen sin escrúpulo alguno, sin argumentos bíblicos, ni históricos, ni científicos. Les da igual. Engañan y mienten con la única intención de que los editores vendan más ejemplares y ellos obtengan mayores beneficios.

Las páginas escritas por Luz María del Amo concluyen con una anécdota que es eso, anécdota, relación breve de algún acontecimiento curioso. En países católicos se come durante la Pascua de Resurrección un dulce en forma de huevo generalmente de chocolate. Algunos de ellos están pintados simbolizando la nueva vida en Cristo. Cuenta una antigua leyenda de la Iglesia Ortodoxa que tras la ascensión de Cristo al lugar de donde descendió Magdalena se fue a Roma a predicar el Evangelio. En presencia del emperador Tiberio y sosteniendo el huevo de una gallina exclamó: “Cristo ha resucitado”. El emperador se rio y le dijo que eso era tan improbable como que el huevo se volviera rojo; “antes de que acabara de hablar se volvió rojo”.

Ese parece ser el origen del huevo de Pascua.

Eso se cuenta.

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