"Maria Magdalena, de apóstol a prostituta y amante", de Isabel Gómez-Acebo

Se trata de una obra eminentemente feminista, seria, muy documentada, escrita en su mayor parte con objetividad y cuyo contenido no se corresponde con el alarmante título.

20 DE OCTUBRE DE 2017 · 06:20

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“MARÍA MAGDALENA, DE APÓSTOL A PROSTITUTA Y AMANTE” edición de Isabel Gómez-Acebo, Editorial Desclée de Brouver, Bilbao.

Confieso que al recibir en casa este libro pedido por internet y ojear el título, esperaba, como en otras obras, una sarta de mentiras, blasfemias y calumnias. Me equivoqué.

Cuando lo hube leído comprobé que se trata de una obra eminentemente feminista, seria, muy documentada, escrita en su mayor parte con objetividad y cuyo contenido no se corresponde con el alarmante título.

Los ocho capítulos del libro están escritos por otras tantas mujeres y editado por una de ellas: Isabel Gómez-Acebo. Puesto que todas dicen cosas importantes sobre la figura de la santa mujer de Magdala voy a ofrecer a los lectores de este artículo breves pensamientos de cada una de ellas, excepto de Mar Marcos y de Juana Torres, protagonistas de otro trabajo donde escribía de María Magdalena y la literatura gnóstica.

Ya en la introducción Isabel Gómez-Acebo afirma: “incluso hoy, que esta mujer se ha puesto de moda, una encuesta en la calle nos daría diversas respuestas sobre su persona. Pecadora, arrepentida, amante de Cristo…”.

Carmen Bernabé, doctora en Teología por la Universidad de Deusto, en el país vasco, escribe de los siete demonios que Jesús expulsó del cuerpo de Magdalena, según Marcos 16:9 y Lucas 8:2. Dice que esta especial enfermedad se manifestaba “en la espectacularidad de los síntomas voluntarios. Autolesiones, abandono de las responsabilidades, amnesias, convulsiones, alteración de la sexualidad, parálisis, mudez, cambios bruscos de personalidad con comportamientos anormales…”.

Cuatro Marías se destacan específicamente en el Nuevo Testamento. La Bienaventurada madre del Hombre-Dios; María esposa de Cleofás y madre de Santiago el menor; María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro y María Magdalena.

Mercedes Navarro, doctora en Teología y Psicología, profesora de Sagrada Escritura, desmiente a los muchos autores que ven en María de Betania y María Magdalena una misma mujer. “Tampoco es inocente –escribe- que apenas se conozca, popularmente, la figura de María de Betania en su singularidad, y no mezclada y confundida con la Magdalena o superpuesta a la mujer que baña los pies de Jesús en Lucas 7… María de Betania atrae a otros a la fe, la Magdalena es enviada a dar testimonio del Resucitado. Ambas son presentadas como testigos, discípulas, y en reciprocidad amorosa con Jesús”.

Bien por los acertados juicios de Diana Rocco, doctora en Filosofía y Letras, licenciada en Teología por el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos en Buenos Aires, Argentina. Para esta especialista en Historia del Cristianismo Antiguo, “la historia de María Magdalena tiene principio y fin, y en el medio muchas lagunas. Un destino del personaje, mal conocido, que está repleto de leyendas: la Iglesia oriental la da por residente en Éfeso junto con María, la madre de Jesús, donde habría muerto, pero otras leyendas occidentales la ubican en la Provenza francesa donde, después de dedicar su vida a evangelizar, tuvo su muerte”.

La intervención de Ángela Muñoz, profesora de Historia medieval en la Universidad de la Mancha, me parece la menos interesante del libro. Al escribir sobre la conversión de María Magdalena sigue a dos escritores antiguos, Santiago de Vorágine, Arzobispo de Génova, autor en el siglo XIII de una famosa obra de santos titulada “La leyenda dorada”, donde dedica un capítulo a María Magdalena, y a Isabel de Villena, abadesa del convento de la Trinidad en Valencia durante el siglo XV, quien escribió una vida de Jesucristo en catalán.

En parte de su capítulo Ángela Muñoz se inclina a favor de la tradición que hace de María Magdalena, María de Betania y la mujer anónima de Lucas 7 una misma persona. Concluye diciendo que “el episodio de la conversión (de Magdalena) detalladamente diseccionado en sus movimientos, es portador del paradigma del conocimiento de amor”. Sigue el encuentro con Jesús, crisis de lágrimas y dolor por el abismo que la separa del Maestro, si bien nada de esto consta en los Evangelios.

Tolstoi el grande o el gran Tolstoi dejó escrito que “el arte es una entre las condiciones de la vida humana, siendo un medio de comunión entre los hombres”.

Así parece haberlo entendido María Leticia Sánchez, licenciada en Teología por la Universidad de Salamanca, autora del capítulo seis en el libro que estoy comentando, al que pone por título “María Magdalena en el arte: entre el enigma y la fascinación”.

Se trata de unas páginas bien documentadas, seguidas de 29 reproducciones de pinturas y esculturas de famosos artistas en torno a Magdalena. En el texto literario Leticia Sánchez explica: “si realizáramos una estadística sobre qué figuras y acontecimientos del Cristianismo han sido representadas con más frecuencia por los artistas a lo largo de los tiempos, exceptuando lógicamente a Cristo y a la Virgen, nos encontraríamos que encabezando la lista de los santos y las santas se encuentra María Magdalena: por delante de los apóstoles, por delante de los mártires primitivos y de los Padres de la Iglesia, y concretamente en el caso de España, por delante de figuras tan emblemáticas como Santiago o Santa Teresa de Jesús”.

En mi opinión, el arte religioso, por muy bello que sea, supone una esclavitud, sujeción rigurosa y fuerte de las personas a las imágenes representadas, que cambian de color, de edad, de posturas, de formas, de fisonomía, de rostro, de físico en general según el artista que las pinta o el escultor que les da forma. He visto vírgenes negras en Nigeria y Cristos amarillos y de ojos oblicuos en Pekín. La moreneta catalana es eso, una virgen muy morena en tanto que la macarena andaluza es rubia, de ojos azules.

Me ha gustado el capítulo siete de “María Magdalena, de apóstol a prostituta y amante”. Honora Howell Chapman, profesora de filología clásica y humanidades en la Universidad de California en Fresno, Estados Unidos, compone 24 páginas en torno a María Magdalena y las tradiciones del Santo Grial. Sobre este tema ya escribí ampliamente en otro artículo.

Según la autora norteamericana de este capítulo, “cuando el grial hizo su debut literario en “Le Conte du Graal” (El cuento del Grial) de Chrétien de Troyes a finales del siglo XII, es posible que un grial fuera algún tipo de “plato llano” en francés antiguo. En poco tiempo, la forma del grial se fue cambiando en el imaginario popular, tal vez como respuesta a obras literarias del siglo XIII; en una de ellas Sir Gawain contempló el grial y le pareció ver un cáliz”.

Cierra el libro su editora Isabel Gómez-Acebo, licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y en Teología por la Universidad de Comillas. Escribiendo sobre María Magdalena en la narrativa contemporánea se centra en analizar el tipo de mujer que presentan las novelas, las biografías y los ensayos que van apareciendo sobre la santa de Magdala. Pregunta: “¿qué rol se le adjudica hoy a María? ¿Se describe a la discípula a la que Jesús encomienda una misión? ¿Es una prostituta arrepentida, una amante del Maestro? ¿Tiene problemas con Pedro?... Honrada, valorada, difamada, silenciada, empujada a los márgenes, elevada a la irrealidad hasta convertirla en un objeto sexual. En este siglo de cambio para las mujeres ¿qué imagen van a impulsar estas novelas?”.

Me importa confesar que entre los libros hasta ahora comentados sobre María Magdalena, este de la Editorial Desclée de Brouwer, escrito por nueve mujeres lideradas por Isabel Gómez-Acebo Duque de Estrada, es uno de los que con más convicción recomiendo a los interesados en la figura de María Magdalena.

 

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