"El evangelio de María Magdalena y la literatura gnóstica", por Juana de Torres y Mar Marcos

Los textos gnósticos vienen a confirmar el papel relevante que la santa de Magdala llegó a ocupar entre el grupo de discípulos que seguían a Cristo.

13 DE OCTUBRE DE 2017 · 06:20

,Maria Magdalena

“EL EVANGELIO DE MARÍA MAGDALENA Y LA LITERATURA GNÓSTICA”, por Juana de Torres y Mar Marcos.

Este trabajo forma parte del libro “María Magdalena, de apóstol a prostituta y amante”, escrito por Isabel Gómez-Acebo- y otras ocho mujeres, entre ellas Torres y Marcos. Libro de 322 páginas publicado en Bilbao por Editorial Desclée de Brouwer el año 2007. En otra ocasión comentaré el referido libro. Ahora me limito a las 36 páginas que componen el capítulo tres, del que son autoras las dos mujeres referidas.

Juana Torres es doctora en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca. Ha ejercido como Profesora Titular de Filosofía Latina en la Universidad de Cantabria. Entre los libros publicados figura “La mujer en los orígenes del Cristianismo”.

Mar Marcos es Profesora Titular de Historia Antigua en el Departamento de Ciencias Históricas en la Universidad de Cantabria. Es Doctora en Historia Antigua y ha publicado numerosos trabajos sobre la historia del Cristianismo primitivo, entre ellos “El Cristianismo y la caída del Imperio romano”.

Las autoras enfatizan la presencia gnóstica dentro del Cristianismo, particularmente en la vida de María Magdalena, como ya hizo con amplitud Samuel Aun en “Biblioteca Gnóstica”. “Algunas estudiosas han creído ver en el papel relevante de las mujeres en el gnosticismo una continuación de la amplia participación femenina en las primeras comunidades cristianas… Entre las mujeres de tiempos históricos destaca la figura de María Magdalena, que aparece en los textos gnósticos con diversas caracterizaciones, unas veces sola y otras acompañada de otras discípulas de Jesús”,  dicen las autoras.

Las fuentes más fiables establecen que el movimiento gnóstico, considerado como “la más peligrosa herejía dentro del Cristianismo”, hace su aparición en torno al año 100 de la era cristiana. Los gnósticos pretendían poseer el conocimiento en sí, es decir, el saber total y absoluto. Para ellos la materia era esencialmente mala. Aurelio de Santos, autor de “Los Evangelios apócrifos” (Biblioteca de Autores Cristianos, BAC), dice que “las primitivas comunidades cristianas sentían viva comezón por saber cosas nuevas relativas a la persona de Cristo… y se dejaban encandilar por relatos fantásticos y por halagadoras leyendas, refrendadas a veces por el testimonio de los que se decían testigos de la vida de Cristo”.

Los editores de la Biblioteca de Nag Hammadi en español definen así el gnosticismo: “Con el vocablo gnosis suele designarse hoy, en el ámbito técnico de la historia de las religiones, un movimiento religioso sincrético que tiene sus primeras manifestaciones en el siglo I de nuestra era, y que florece con esplendor en el siglo II, en especial con aquellas versiones conocidas en esos dos siglos: el Judaísmo y el Cristianismo”.

Quienes tengan interés en la relación entre gnosis y Biblia pueden acudir al largo artículo del francés Jacques Ménard en el tercer tomo de la “Enciclopedia de la Biblia”. Ménard es licenciado en altos estudios por la Universidad de la Sorbona, en París, y profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Mayor de Nantes, Francia. Para Ménard, “el uso de ciertas expresiones bíblicas en las obras gnósticas no ha de engañarnos; se las usa, pero vaciadas de su sentido profundamente bíblico. Su búsqueda de Dios nos emocionaría, si no sintiéramos que a su mismo lado está el Cristianismo auténtico que nos brinda algo más bello y más real”.

Juana de Torres y Mar Marcos repasan la literatura gnóstica que se ocupa de María Magdalena. Al reproducir aquí párrafos de estos libros advierto que lo hago simplemente a título de información. No comparto, en absoluto, las versiones de sus autoras respecto a Magdalena. No admito más libros inspirados que los 39 del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo. Rechazo aquellos escritos de los primeros siglos cristianos que de forma más o menos velada pretenden arrogarse el carácter de sagrados y equipararse a los que hoy tenemos como realmente inspirados por Dios. Cuando Orígenes, en el siglo tercero, comenta el esfuerzo de Lucas por poner en orden la vida de Cristo y la doctrina que enseñó (1:1), distingue entre los cuatro Evangelios canónicos y otros muchos “compuestos por quienes se lanzaron a escribir evangelios sin estar investidos de la gracia del Espíritu Santo”.

La primera aproximación de las autoras es al “evangelio apócrifo de Tomás”. “Simón Pedro les dijo: Que María salga de entre nosotros porque las mujeres no son dignas de la vida. Jesús dijo: Mirad, yo la impulsaré para hacerla varón”.

Segundo. El apócrifo “Diálogo del Salvador”: “María dijo: Dime, Señor, ¿para qué he venido a este lugar? ¿Para obtener algún provecho o para sufrir detrimento? Dijo el Señor: Tú manifiestas la abundancia del Revelador”.

Tercero: “La sabiduría de Jesucristo”. “María Magdalena aparece dos veces como interlocutora en el diálogo junto con otros cuatro discípulos: Felipe, Mateo, Bartolomé y Tomás.

Cuarto: “El Primer Apocalipsis de Santiago”. “El nombre de María (Mariam) comparece en una lista de siete mujeres gnósticas, discípulas del Señor”.

Quinto: “El Evangelio de María Magdalena”. Sobre este libro, cuyo texto original se suele datar en el siglo II, escribiré un artículo completo, más allá de estas notas.  Aquí me limito a referir una supuesta pregunta de Pedro a Magdalena: “Mariam, hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, que nosotros no hemos escuchado”.

Sexto: “Pistis Sophia”. “Es un documento muy largo, compuesto de cuatro libros. Las interpelaciones de María al Salvador son muy numerosas, ella hace más preguntas que todos los demás juntos. Jesús alaba a María por la calidad de sus preguntas y se admiraba de sus palabras”.

Todos estos documentos apócrifos atribuidos a los gnósticos nacieron de la curiosidad y piedad populares. Bordaban episodios pintorescos que satisfacían la fantasía religiosa. Algunos pretendían ser equiparados a los Evangelios y Epístolas canónicas que hoy leemos en nuestras Biblias. Su utilidad radica en el hecho de que ilustran el ambiente cristianos en que nacieron. En sí carecen de valor especial. En el caso que me ocupa, revisión de la literatura sobre María Magdalena, los textos gnósticos vienen a confirmar el papel relevante que la santa de Magdala llegó a ocupar entre el grupo de discípulos que seguían a Cristo, el respeto y el reconocimiento que le profesaban.

 

 

 

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