Las dos brujas

Imaginaron posible que se ejecutasen la una a la otra como seres malvados que se suponía que eran.

01 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 06:44

Lanzaron antorchas encendidas con las que enseguida prendió aquella casa maldita.,
Lanzaron antorchas encendidas con las que enseguida prendió aquella casa maldita.

Corría el año 1476 cuando cayó la sombra de la desgracia sobre los habitantes del pueblo catalán de Besalú. Tres niños de sendas familias fallecieron de modo inesperado en pocos meses.

Todas las miradas de los lugareños se dirigieron contra dos mujeres tenidas por brujas que vivían a las afueras del poblado. Que por otro lado, fueron las mismas que ayudaron al parto de estos niños.

Pero se rumoreaba que ofrecían culto al diablo y hacían por las noches aquelarres. Sospecharon que algún maleficio transmitieron a los niños con sus malas artes, por lo que pidieron a la autoridad local que fuesen ajusticiadas.

En un juicio rápido, y con las gentes enfervorecidas, se determinó que las dos supuestas siervas del diablo fuesen quemadas en la hoguera.

Como tontas no eran estas dos mujeres ni se consideraban malvadas, adujeron en su defensa dos argumentos incontestables.

Una de ellas dijo que como buenos cristianos, debían saber que la ley divina castiga al infractor con la misma infracción que cometió: “ojo por ojo, diente por diente”. Por tanto si ellas mataron con hechizos de magia negra, con hechizos debían morir y no quemadas en la hoguera.

La otra dijo que si debían recibir algún hechizo maligno, éste debía proceder de otra bruja, para que muriesen como murieron los niños. El modo de hacerlo no era otro que una a otra se lanzasen maleficios hasta fenecer.

Aquella propuesta no satisfizo al ansioso populacho, pero a las autoridades civiles les pareció razonable. Imaginaron posible que se ejecutasen la una a la otra como seres malvados que se suponía que eran.

Las brujas pusieron como condición que el ritual de aquella acción maligna a dos, debía hacerse en noche de luna llena.

Llegada aquella noche y alumbrados con antorchas, el pueblo rodeó a las dos mujeres como sombras tenebrosas. Oyeron lanzarse las peores invocaciones de modo que se tapaban los oídos aterrorizados.

Justo llegó el momento cúspide de maldad que las dos cayeron fulminadas sobre el suelo. Todo el pueblo asistente respiró aliviado.

Arrastraron los cuerpos por sus vestiduras hasta casa de ellas, y esperaron que despuntase el alba para prender fuego a todo.

Muy de mañana y desde bien lejos, lanzaron antorchas encendidas con las que enseguida prendió aquella casa maldita.

Se cuenta que desde entonces los espíritus de aquellas malvadas mujeres flotan de noche entre las casas de Besalú, como almas en pena.

Pero lo que no saben es que estas dos mujeres salvaron el pellejo haciéndose las muertas y escapando de noche ayudadas por la luz de la luna llena.

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