Fui árbol

Poema de Irena Vrkljan, tomado del libro "Dulce libertad", editado por Verbum. (selecciona Isabel Pavón)

27 DE JULIO DE 2017 · 17:00

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(Bila sam drvo)

 

Fui árbol y tuve ramas.

¿Dónde están amigos de la infancia?,

ahora cerrados en cuartos ajenos,

en lejanas torres de multicolores paisajes

a las que ustedes fueron uno por uno,

como larga y cansada procesión diaria, mientras

que el pegajoso sedimento del tiempo cayó entre nosotros

entre nuestros rechazados gorros, pelotas y libros.

Hubo años y hubo momentos

que con sus transparentes dedos

compusieron palabras, peatones, gente,

y levantaron una pared derecha en la que están ustedes,

en la que no están ustedes, amigos,

y yo estoy en su búsqueda,

con su imagen cambiante

en el fondo del vaso del que se derramó el agua,

miro su oscura huella ¿dónde desapareció?,

¿qué tierra absorbió sus cuerpos?,

y su súbita caída.

Fue una ciudad y en ella la casa conocida,

en los oscuros atrios tan conocidas escaleras,

pero ahora todo es diferente

y yo no tengo a nadie a quien visitar,

está cerrada la puerta tras de la que me espían,

no abren, y por mí se mueren

desnuda y cruelmente como el hambre.

Amigos, surtidores de una corta alegría

que les alimentó y les alejó de mí

en un extraño e inevitable olvido

que y yo tengo que aprender,

vuelvan por las cosas que aún guardo,

porque hay que poner las cartas de nuevo en las cajas,

las fotografías en algún álbum viejo,

el amor de vuelta al corazón,

si esto fuera ahora todavía posible,

ahora, cuando la montaña crece entre mis deseos

de verlos, una alta y densa

cortina de horas vacías

que cae como cascajo por mi sendero desierto.

Fue la época cuando fuimos

sólo un intento de comprensión o de amistad

que ya no necesitamos, que ya no está

en el estrecho espacio del recuerdo que tengo de ustedes

que quizás en realidad nunca existieron

salvo en mi alegría que detrás de su frente veo

la posibilidad de que fueran cercanos, y de alguna manera humanos.

Fui y hubo amigos,

no pude sólo imaginar todo eso,

un gran sol y una pequeña noche sin miedo,

forma de algún ojo, dolorosa superficie de la palabra,

ese frío paisaje en el que ya no florece

ni un árbol, ni una rama.

 

Irena Vrkljan

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