Humanismo cristiano y capitalismo, de Bernardo Bátiz

Estamos ante un “libro militante” fruto de la experiencia de un laico católico que ha respondido a las exigencias sociales y políticas de su tiempo.

23 DE JUNIO DE 2017 · 16:57

Bernardo Bátiz.,
Bernardo Bátiz.

Bernardo Bátiz Vázquez (Ciudad de México, 1936) es un abogado y político mexicano de formación católica, cuya militancia en el Partido Acción Nacional (PAN) transcurrió entre 1965 y 1992, cuando decidió renunciar y se unió al centro-izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Tiene una Maestría en Derecho Parlamentario y ha sido diputado federal en cuatro ocasiones, presidió el Instituto de Investigaciones Legislativas y en 1994 fue candidato a senador. En 2000 fungió como Procurador General de Justicia (fiscal) de la capital del país.

Actualmente pertenece al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Como profesor, ha dictado clases en las universidades de Leiden, Complutense de Madrid y Estatal de Nueva York. Entre sus libros se cuentan Cronicuentos (1993), Teoría del derecho parlamentario (1999), Cuaderno de ideas ajenas (2005), Pido la palabra. Intervenciones legislativas (2005).

En Humanismo cristiano y capitalismo (México, Porrúa, 2016), dedicado al papa Francisco, (“por ser jesuita, latinoamericano y partidario de la justicia para los pobres”), ha reunido una serie de textos dividida en tres secciones bien definidas: “Reflexiones”, abordajes personales sobre la fe, la política y el humanismo cristiano; “Pensadores y maestros”, en donde pasa revista a algunos autores de su interés, todos ellos con una perspectiva abiertamente religiosa; y “Camino a la ortodoxia”, reconstrucción de sus años formativos. En la “Justificación”, Bátiz explica el origen del volumen:

No fue premeditado, más bien surgió de mi experiencia como hijo fiel de una iglesia, la católica y apostólica, de mi experiencia como militante durante mi juventud y una parte de mi madurez en las filas de un partido de inspiración cristiana, luego, cuando por razones de principios me separé con amigos y camaradas de aquel partido, de mi militancia independiente pero activa en el periodismo, la política nacional, cerca de movimientos de izquierda emergentes desde muchas fuentes, surgidos de veneros insospechados, a partir de motivos diferentes, entonces como hoy, con más cercanía al centro que a los extremos (p. XIII).
 

 

Humanismo cristiano y capitalismo, de Bátiz.

De modo que estamos ante un “libro militante” fruto de la experiencia de un laico católico que ha respondido a las exigencias sociales y políticas de su tiempo con una actitud en la que su religiosidad no le ha representado un obstáculo, pues, por el contrario, le ha funcionado como un motor para la acción.

Su identificación con el ideario del PAN durante una larga etapa no le impidió dar el salto ideológico a otro partido de orientación muy diferente.

Su renuncia a dicho partido (junto con otros militantes de trayectoria similar como Pablo Emilio Madero, José Ángel Conchello y Jesús González Schmal, el llamado “Foro Democrático y Doctrinario”) aconteció en el marco de fuertes diferencias originadas por el cambio de rumbo que advirtieron: “…el PAN había olvidado sus principios, auspiciaba la inclusión de las cúpulas empresariales y tendía a ‘parecerse cada vez más al PRI [Partido Revolucionario Institucional]’”.1

El libro, explica Bátiz, se fue estructurando con el objetivo de “probar que el catolicismo y el materialismo capitalista son antagónicos” y que “si conviven, la convivencia es forzada y a veces monstruosa”, pues ambos, como principios, deben repelerse.

Al compararlos encuentra marcas distintivas totalmente opuestas, pues el capitalismo promueve “la competencia feroz e inhumana”, mientras que el catolicismo, en su opinión, “abraza principios que unen y acercan a las personas; es solidario, humano en tanto que cree en la paternidad divina”(p. XIV).

Con estas ideas en mente, los textos reunidos constituyen una especie de “declaración personal de principios”, una justificación de acciones políticas y un testimonio del sacrificio que para las personas cercanas ha representado la “intensa y a veces errática actividad en la vida pública de México” (p. XV) del autor. Se trata de un libro que no quiere ser inocuo sino provocador.

En la apertura de la primera sección, el texto “Preámbulo sobre la fe” cumple bien la función de introducir al lector al ámbito reflexivo en el que se mueve Bátiz. Es una auténtica apología de la fe como base de la aspiración vital de alguien capaz de incorporar a su pensamiento aspectos tanto de la ciencia como de la religión, pues sugiere que “se requiere más credulidad para aceptar las verdades científicas que las religiosas” (p. 3).

 

Libro de Bernardo Bátiz.

La fortaleza de la fe es para el autor la razón de ser de su vida y pensamiento. De ahí que al comenzar su reflexión propiamente dicha en “Iglesia, Estado y política”, lleve a cabo un recuento de los avatares del catolicismo en su relación con el poder a través de la historia.

Sin renunciar al tono apologético, pero con un énfasis crítico continuo, expone diversos ejemplos acerca del trato ambiguo del catolicismo con los Estados. Al momento de abordar la existencia del Estado laico es suficientemente claro: “Un Estado laico supone que no hay una Iglesia oficial y otras no oficiales, todas ante la ley tendrán existencia jurídica, derechos y obligaciones, estarán sujetas por igual a la soberanía que radica en el pueblo y que hacia el interior del Estado se manifiesta en supremacía legal. Se trata del respeto a los derechos de las minorías” (p. 21).

Más incisivo es Bátiz, mediante un lenguaje plural sin concesiones (que tanto trabajo le cuesta aceptar al catolicismo tradicional en nuestros países), cuando delinea el lugar de la misión de las iglesias en el seno de una sociedad marcada por el laicismo:

La Iglesia, pequeña o grande, debe llevar a cabo su papel pastoral sin apoyos ni privilegios que el Estado le facilite. Para lograr que su fieles cumplan con las conductas exigidas por sus convicciones, las iglesias no pueden pedir ni mucho menos exigir al Estado que les proporcione la fuerza jurídica o política para imponerse. El Estado ya no es ni podrá ser, en adelante, el brazo secular de la Iglesia como lo fue en el pasado. Por cierto, es justo reconocerlo, no sólo en el catolicismo, sino también y marcadamente en el protestantismo, Iglesia y Estado, cada uno con sus fines y organización, deben existir con recíproco respeto e independencia (pp. 21-22, énfasis agregado).
 

Bien harían muchos católicos mexicanos y de más allá de estas fronteras (y también algunos evangélicos) en acercarse al análisis de este pensador católico que ha conseguido salir de los límites confesionales para comprender, desde sus aspectos jurídicos esenciales, la necesidad de una sana convivencia entre las diversas creencias religiosas en el marco de Estados que ya no deben otorgar privilegios de ningún tipo a la religión dominante, la católico-romana, muchos de cuyos representantes siguen pensando que merece ser considerada por encima de todas las demás.

Todo ello porque el triunfalismo evangélico supone que las cosas, en efecto, deben cambiar, a su favor, para instaurar regímenes o nuevos convenios con los Estados en los que las iglesias cristianas no católicas obtengan los privilegios perdidos por el catolicismo.

 

1 “Neopriismo en el PAN”, en Proceso, 20 de marzo de 2005, www.proceso.com.mx/194283/neopriismo-en-el-pan; Cf. “PAN, una historia de divisiones y luchas internas”, en El Siglo de Torreón, 1 de junio de 2007, www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/278474.pan-una-historia-de-divisiones-y-luchas-internas.html.

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