En pos de lo supremo, de Oswald Chambers

Una versión actualizada del clásico de Oswald Chambers, con 365 lecturas devocionales para todo el año.

09 DE JUNIO DE 2017 · 09:50

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “En pos de lo supremo”, de Oswald Chambers (2007, Clie). Puedes saber más sobre el libro aquí.

1 Febrero- El llamamiento de Dios

No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio… (1 Corintios 1:17)

Pablo dice aquí que el llamamiento de Dios es para predicar el evangelio. Pero recuerda lo que Pablo entiende por “el evangelio”, es decir, la realidad de la redención en nuestro Señor Jesucristo. Nos sentimos inclinados a hacer de la santificación la meta de nuestra predicación.

Pablo se refiere a experiencias personales sólo por vía de ilustración, nunca como el objetivo. No hemos sido llamados a predicar la salvación ni la santificación, sino que hemos sido comisionados a elevar a Jesucristo (véase Juan 12:32). Es una injusticia decir que Jesucristo realizó la redención para hacer de mí un santo.

Jesucristo consumó la redención para redimir a todo el mundo y para situarlo perfectamente sano y restaurado delante del trono de Dios. El hecho de que podamos experimentar la redención ilustra el poder de su realidad, pero esta experiencia es un subproducto de la redención, no su meta.

Si Dios fuese humano, estaría hastiado y cansado de las constantes peticiones que hacemos por nuestra salvación y santificación. Le cansamos de la mañana hasta la noche con nuestras súplicas en favor de nosotros mismos o por algo que nosotros queremos que nos sea dado.

Cuando al final toquemos el fundamento subyacente de la realidad del evangelio de Dios, nunca más le molestaremos con pequeñas quejas personales.

La sola pasión de la vida de Pablo era proclamar el evangelio de Dios. Aceptó de buen grado las frustraciones, desilusiones y tribulaciones por una sola razón –estas cosas le mantuvieron inamovible en su devoción al evangelio de Dios.

 

2 Febrero- La fuerza compelidora del llamamiento

¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! (1 Corintios 9:16)

 

Portada del libro.

Cuídate de rehusar el llamamiento de Dios. Todo aquel que es salvo es llamado a testificar de su salvación. Sin embargo, esto no es propiamente el llamamiento a predicar, sino más bien una ilustración a emplear en la predicación. En este versículo, Pablo hace referencia a los dolores punzantes que le producía la fuerza impelente a predicar el evangelio.

Nunca intentes aplicar a las almas que están siendo llamadas por Dios a la salvación lo que Pablo dijo acerca del llamamiento a predicar. No hay nada más fácil que ser salvo, porque es sólo la obra soberana de Dios –“Miradme a mí, y sed salvos…” (Isaías 45:22).

Nuestro Señor nunca demanda las mismas condiciones para el discipulado que para la salvación. Estamos abocados inevitablemente a la salvación por medio de la Cruz de Cristo. Pero el discipulado tiene una opción en sí –“Si alguno…” (Lucas 14:26).

Las palabras de Pablo implican el ser siervos de Jesucristo, y en ello no se pide nuestra opinión o consentimiento sobre qué haremos o a dónde iremos. Dios nos hace como pan quebrantado y como vino derramado para complacerse a Sí mismo. Ser “…apartado para el evangelio” significa oír el llamamiento de Dios (Romanos 1:1).

Cuando alguien oye este llamamiento, se produce en él un sufrimiento digno del nombre de Cristo. De repente, todas sus ambiciones, todos los deseos de vida y todas las perspectivas propias quedan borradas y extinguidas. Sólo queda una cosa: “…apartado para el evangelio…” ¡Ay del alma que intenta dirigirse a otra dirección cuando ya le ha llegado el llamamiento!

Este Instituto de Instrucción Bíblica existe para que cada uno de vosotros podáis saber si Dios tiene aquí o no a un hombre o mujer que verdaderamente anhela servir en Su evangelio y ver si Dios os ha tomado con este propósito. Cuidado con los llamamientos extraños una vez os haya tocado el llamamiento de Dios.

 

3 Febrero- Viniendo a ser “la escoria del mundo”

Hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo… (1 Corintios 4:13)

Esta afirmación no es ninguna exageración. La única posibilidad de que pueda no hacerla cierta en nosotros, que nos llamamos ministros del evangelio, no es que Pablo olvidara o comprendiese mal el uso correcto de estos términos, sino que nosotros somos demasiado cautos y estamos excesivamente preocupados por nuestra imagen como para dejarnos convertir en la basura, o “escoria del mundo”.

“Completo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo…” (Colosenses 1:24) no es el resultado de la santidad de la santificación, sino la evidencia de la consagración, de estar “apartados para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1). “Amados, no os sorprendáis de la llama que ha prendido en medio de vosotros para probaros…” (1 Pedro 4:12).

 

Oswald Chambers.

Si hallamos extrañas las cosas que encontramos, es porque somos miedosos y cobardes. Prestamos tanta atención a nuestros propios intereses y deseos que nos mantenemos fuera del lodazal y decimos: “No me someteré; ni me doblaré ni me inclinaré”. Y no tienes que hacerlo, puedes salvarte, si quieres, “por un pelo”. Puedes rehusar dejar que Dios te considere como “apartado para el evangelio…”.

O puedes por el contrario decir: “No me preocupa ser calificado “la escoria del mundo, siempre que se proclame el evangelio”. Un verdadero siervo de Jesucristo es el que está dispuesto a sufrir desprecio por el evangelio.

Cuando una persona moral es confrontada con el menosprecio, la inmoralidad, la deslealtad o la falta de honradez, se siente tan repelida por la ofensa que se aparta y, desalentada, cierra su corazón al ofensor.

Pero el milagro de la realidad redentora de Dios es que el peor y más vil ofensor nunca puede agotar las profundidades de Su amor. Pablo no dijo que Dios le había separado para mostrar al mundo qué hombre tan maravilloso podía hacer de él, sino para “revelar su Hijo en mí…” (Gálatas 1:16).

 

4 Febrero- La majestad compelidora de su poder

El amor de Cristo nos constriñe… (2 Corintios 5:14)

Pablo decía que estaba comprimido, sometido y retenido como el eje de una prensa, por “el amor de Cristo”. Muy pocos de nosotros conocemos de verdad qué es estar retenidos y aferrados al amor de Dios. Tendemos más bien a controlarnos a través de nuestra propia experiencia.

Lo que asía de Pablo y lo retenía, con exclusión de todo lo demás, era el amor de Dios. “El amor de Cristo nos constriñe…” Cuando oyes esto en relación a la vida de un hombre o de una mujer, es inconfundible. Sabes que el Espíritu de Dios actúa con plena libertad en su vida.

Cuando nacemos de nuevo por el Espíritu de Dios, nuestro testimonio se basa sólo en lo que Dios ha hecho por nosotros, y está bien. Pero esto cambiará y desaparecerá para siempre cuando “haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” (Hechos 1:8).

Sólo entonces comenzarás a darte cuenta de lo que quería decir Jesús cuando prosiguió diciendo: “Me seréis testigos…” No testigos de lo que Jesús puede hacer –esto es algo fundamental y sobreentendido- sino “me serviréis de testigos…”

Aceptaremos todo lo que nos suceda como si le estuviese sucediendo a Él, tanto si recibimos elogios o censuras, persecuciones o recompensas. Nadie es capaz de adoptar esta actitud por Jesucristo si no se siente totalmente impulsado por la majestad de Su poder. Es lo único que importa, y sin embargo es extraño que es lo último de que los obreros cristianos nos damos cuenta.

Pablo dijo que se sentía presionado por el amor de Dios, y por esta razón actuaba así. Los demás podrían considerarle como loco o cuerdo –no le importaba. Sólo había una cosa que le importaba: persuadir a la gente del venidero juicio de Dios y comunicarles “el amor de Cristo”. Esta rendición total a “el amor de Cristo” es lo único que traerá fruto a tu vida. Y siempre dejará la marca de la santidad y el poder de Dios, nunca atrayendo la atención a tu santidad personal.

5 Febrero- ¿Estás dispuesto a ser derramado como ofrenda?

Aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. (Filipenses 2:17)

Estás dispuesto a sacrificarte por la obra de otro, a derramar tu vida sacrificialmente por el ministerio y la fe de los demás? ¿O más bien eres de los que dices: “No estoy dispuesto a ser derramado de inmediato, y no quiero que Dios me diga cómo servirle. Prefiero escoger el lugar de mi propio sacrificio. Y quiero que haya gente contemplándolo y diciendo: “Muy bien hecho”?

Una cosa es seguir el camino del servicio divino cuando eres contemplado como un héroe, y otra muy distinta si el camino que Dios te ha señalado demanda que llegues a ser una “esfera” a los pies de otros. El propósito de Dios puede que sea enseñarte a decir: “Sé estar humillado…” (Filipenses 4:12 V.M.).

¿Estás dispuesto para ser sacrificado de este modo? ¿Estás dispuesto a ser menos que una mera gota de agua en el cubo? ¿A ser algo tan insignificante que nadie te recuerde, incluso aquellos a quienes tú serviste?

¿Estás dispuesto a vaciarte y ser derramado hasta que seas utilizado y agotado –no buscando ser servido, sino servir? Algunos santos no son capaces de realizar trabajos manuales y a la vez mantener una actitud piadosa, porque piensan que tal servicio no es digno de ellos.

 

6 Febrero- ¿Estás dispuesto a ser derramado como ofrenda? (Segunda parte)

Yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación… (2 Timoteo 4:6, BAS)

¿Estás dispuesto a ser derramado como una ofrenda de libación? Se trata de un acto de tu voluntad, no de tus emociones. Dile a Dios que estás listo para ser ofrecido como sacrificio para Él. Luego acepta las consecuencias según vengan, sin quejas, con todo lo que Dios pueda enviarte.

Dios te envía a través de la crisis, en solitario, donde nadie te puede ayudar. Desde el exterior, tu vida puede parecer la misma, pero la diferencia reside en tu voluntad. Una vez hayas experimentado la crisis en tu voluntad, tu voluntad no contará el coste cuando comience a afectarte en lo externo. Si no tratas con Dios primero a nivel de tu voluntad, el resultado será sólo suscitar la autocompasión.

“Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar” (Salmo 118:27). Has de estar dispuesto a ser colocado sobre el altar y a pasar por el fuego; dispuesto a experimentar lo que el altar representa –quemazón, purificación y separación para un solo propósito- la eliminación de todo deseo y afecto no basado en o dirigido hacia Dios. Pero no eres tú quien lo elimina, sino Dios.

Tú debes atar “el sacrificio… a los cuernos del altar” y cuidarte de no entregarte después a la autocompasión, cuando comience el fuego. Después de hacer pasado por el fuego, no habrá nada que pueda angustiarte o deprimirte. Cuando surja otra crisis, te darás cuenta de que las cosas no te pueden afectar como solían. ¿Qué fuego se avecina en tu vida?

Dile a Dios que estás dispuesto a ser derramado como ofrenda, y Dios demostrará ser todo lo que tú jamás soñaste que Él sería.

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