Los pulpos contradicen la evolución

Los pulpos poseen una compleja máquina proteica capaz de editar el ARN copiado del ADN y alterarlo con el fin de adaptarlo a sus necesidades particulares.

20 DE ABRIL DE 2017 · 20:00

Foto de un pulpo, tomada en Blanes. / Antonio Cruz,
Foto de un pulpo, tomada en Blanes. / Antonio Cruz

Muchas personas conocen los cefalópodos por las gustosas tapas de pulpo a la gallega que se preparan en los bares especializados. Se piensa en ellos como cabezas de las que salen ocho deliciosos tentáculos repletos de ventosas. Sin embargo, estos animales acuáticos encierran muchos misterios biológicos. Son los invertebrados más inteligentes que existen y se adaptan al entorno de forma diferente a como lo hacen al resto de las especies.

Unos descubrimientos realizados en los pulpos y otros cefalópodos desafían las creencias convencionales del neodarwinismo. Hasta ahora se pensaba que las mutaciones en el ADN eran aleatorias y que así era como se proporcionaba material para que los procesos ciegos de la selección natural hicieran su trabajo evolutivo. Sin embargo, en un reciente artículo de la revista científica Cell, se explica cómo estos animales marinos parecen contradecir tal modelo evolucionista.[1]

Al parecer, en tales invertebrados se produce un fenómeno muy curioso, conocido ya en bacterias y otros organismos desde 1986, que se denomina: edición o recodificación del ARN (RNA editing). Según este complejo mecanismo biológico, las células de los pulpos -en especial las del sistema nervioso- son capaces de realizar cambios en las moléculas de ARN, después de que éstas han sido copiadas (transcritas) del ADN. Estos cambios alteran las secuencias de aminoácidos de las proteínas que se forman posteriormente, modificando así la información original para adecuarla a las necesidades del medio ambiente. De manera que tal edición genética de pulpos, sepias y calamares, podría ser la causa de la notable inteligencia de estos animales, capaces de resolver complicados rompecabezas espaciales y comunicarse visualmente cambiando el color de su piel.

Hasta ahora, el evolucionismo afirmaba que la selección natural era incapaz de ejercer ninguna influencia por adelantado sobre las mutaciones al azar. No podía causar modificaciones útiles y, por tanto, no había finalismo. Este es un principio aceptado por todos los biólogos evolutivos. Pero entonces, ¿cómo ha sido capaz el pulpo, y demás especies afines, de desarrollar mecanismos tan sofisticados como su asombrosa capacidad mimética?

Para simular en su piel el color del entorno, primero necesita darse cuenta de cómo es éste y, después, llevar a cabo la increíble habilidad de la imitación. Si únicamente captara la coloración del medio, como una cámara fotográfica, pero sin fundirse cromáticamente con él, sería algo inútil. Y al revés también, de nada le serviría cambiar el color de su piel, si fuera incapaz de detectar el del ambiente. Son necesarias ambas capacidades a la vez y esto es algo que las mutaciones al azar no pueden hacer. Se requeriría un número tan elevado de ellas que asumir la aparición del mimetismo por selección natural, tal como afirma el neodarwinismo, resulta inverosímil.

 

Un sepia, foto tomada en Blanes. / Antonio Cruz

Por el contrario, lo que se ha descubierto es que los pulpos tienen una manera de generar estos cambios genéticos en tiempo real. Poseen una compleja máquina proteica capaz de editar el ARN copiado del ADN y alterarlo con el fin de adaptarlo a sus necesidades particulares. Esto es algo asombroso que echa por tierra las creencias evolucionistas anteriores. ¿Cómo se podría haber generado repentinamente tal mecanismo tan importante para la supervivencia en este reducido grupo de moluscos? Y si les resulta tan eficaz, ¿por qué no lo adoptaron también los demás grupos animales?

Es sabido que estos lugares de edición o recodificación del ARN están flanqueados por largas secuencias colindantes muy conservadas que no suelen evolucionar. Se trata de cientos de nucleótidos que forman estructuras secundarias de ARN muy específicas que deben ser perfectamente reconocidas por las proteínas editoras del ARN. Incluso la sustitución errónea de uno solo de tales nucleótidos puede imposibilitar la edición del ARN. ¿Cómo habrían podido las mutaciones aleatorias dar con la secuencia correcta? Se requerirían infinitas mutaciones antes de obtener el más mínimo acierto. Y, además, todo esto debería ocurrir sin estropear ningún mensaje previo que ya poseyera la secuencia. Según la evolución, tales aciertos milagrosos se deberían haber dado no una, sino cientos de miles de veces en los diversos lugares de edición del ARN. Se trata de algo tan increíble que requiere grandes dosis de fe evolucionista.

No obstante, lo que sugieren estas largas secuencias colindantes bien conservadas es que la evolución ha perdido aquí su capacidad para evolucionar. Si algo funciona, mejor no cambiarlo. Si tales sitios de recodificación están tan conservados debe ser porque son adaptativos y mejoran la aptitud de los organismos. Es más lógico pensar que no se trata de errores al azar sobre los que actuó la selección natural sino de elementos bien diseñados para hacer lo que hacen. Es decir, para responder a las condiciones cambiantes del entorno y permitir en él la supervivencia de los cefalópodos.

Se ha comprobado que una de las utilidades de la edición del ARN tiene que ver con la función del canal de potasio en las membranas celulares. Algo relacionado con el intercambio de sustancias entre las células y el medio que las rodea. Pero si la edición del ARN es un mecanismo útil para responder a las cambiantes condiciones del ambiente, es necesario que exista previamente una serie de instrucciones de señalización que le indiquen a la proteína editora del ARN cuándo y dónde debe realizar su edición. Se requieren múltiples componente interdependientes que deben estar todos a la vez en su lugar para que la capacidad editora del ARN funcione correctamente. Es inimaginable la cantidad de mutaciones que requeriría el origen por selección natural de este sistema de señalización. Una vez más, esto supera en mucho las posibilidades de la explicación neodarwinista estándar.

Ante semejante evidencia, las tesis evolucionistas para el origen de las especies se derrumban. Hay demasiadas contradicciones, muchos ejemplos opuestos y explicaciones absurdas o inverosímiles. De ahí que, frente a esta situación, aparezcan curiosas frases poco científicas en las publicaciones especializadas. En ocasiones se dicen cosas como que estos inteligentes animales “cambiaron” la evolución de su genoma por una edición de ARN mucho más eficaz. Como si los pulpos fueran conscientes de su propia evolución y decidieran inteligentemente hacer las oportunas modificaciones o inventar semejante mecanismo.

Este lenguaje teleológico o finalista es absurdo, no explica cómo ocurrieron las cosas y nada tiene que ver con la ciencia. ¿No sería mejor decir que esta singularidad de los cefalópodos responde a una especie de software programado de antemano para la estabilidad ambiental de tales animales, en vez de asegurar que fueron los propios pulpos, sepias y calamares quienes diseñaron inteligentemente su peculiar estrategia evolutiva? ¿Qué es más razonable, creer en el espíritu sabio de los cefalópodos o en el Dios creador de la Biblia?


[1] Noa Liscovitch-Brauer et al., 2017, “Trade-off between Transcriptome Plasticity and Genome Evolution in Cephalopods”, Cell, volumen 169, Issue 2, (6 April 2017) p. 191-202.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Los pulpos contradicen la evolución