''Benaurança', de Benjamín Planes

No olvidamos nada. Todo continúa existiendo en nuestra conciencia. La memoria es un faro luminoso que nos guía en las tormentas de la vida. Memoria y autobiografía tienen el mismo significado y persiguen el mismo objetivo: recordar el pasado y contarlo.

27 DE ENERO DE 2017 · 08:10

,Benaurança, Benajmín Planes,

El título de este libro, escrito en catalán, puede ser traducido al castellano como “Venturanza”, “felicidad”, “dicha”. Diría yo con la misma felicidad que impregna la vida de su autor, quien acaba de cumplir 90 años. El subtítulo del libro dice: “mis memorias, la familia, el trabajo y el Evangelio”.

Conozco a Benjamín –qué se yo- desde hace más de medio siglo, cuando los dos nos encontrábamos en reuniones de los escasos escritores evangélicos que entonces soñábamos con una España en libertad y batallábamos por ella.

Nada me debe Benjamín Planes. Nada le debo. Con toda libertad, sin condicionamientos, a corazón abierto digo que lo he admirado desde siempre. Por su sinceridad, por su honradez, por su entrega sin regateos, por su dedicación a la causa del Maestro, por su consagración a la literatura cristiana. Ahora se cumple medio siglo, exactamente 50 años desde el primer número de la excelente revista “Presencia Evangélica”, que aún publica y dirige. Todo un record.

Esta “Venturanza” es un libro de memorias. Los recuerdos sobreviven a la congelación del tiempo. Graham Greene dice que hay algo en la inocencia que no se resigna a perder nunca. Por eso son imborrables de la infancia y de la vida vivida. En su novela “Nadie muere jamás”, Ernest Hemingway afirma que la memoria es el más precioso regalo en la vida. No olvidamos nada. Todo continúa existiendo en nuestra conciencia. La memoria es un faro luminoso que nos guía en las tormentas de la vida. Memoria y autobiografía tienen el mismo significado y persiguen el mismo objetivo: recordar el pasado y contarlo. La memoria no es ficción ni tampoco invención. Es recurso mental envuelto en la sábana del tiempo. Qué digo, el libro de Planes ¿es autobiografía pura o entra en el género literario llamado yoista? En su redacción emplea la primera persona del singular: “Yo”. Es el protagonista indudable pero evoca recuerdos laborales y familiares –especialmente familiares- entrañables. Esto justifica las constantes alusiones personales. Y facilita la lectura del libro con sólo repasar los 19 puntos del sumario, más los anexos. Asumo que pocos lectores de “Protestante Digital”, por una u otra razón, tendrán acceso a las tiernas páginas de memorias escritas por Benjamín Planes. Para que no las ignoren totalmente me atrevo aquí con la minuciosa síntesis que presenta el autor en las páginas finales del libro.

Antes, en el inicio de la obra, el autor confiesa que cuando ideó el tema sólo pensaba en un folleto o librito de pocas páginas, con detalles de su vida que recordaba y algunas referencias a la familia. Entonces intervino su hijo Daniel y le objetó: “Dentro de un año no te será posible recordar gran cosa de tu vida”. La opinión de su hijo era que escribiera una obra más amplia, tanto para conocimiento de la familia como de aquellos amigos interesados en el tema.

Un domingo por la tarde del año 2013 visitó una iglesia evangélica en Barcelona. Allí le regalaron un libro que resultó ser una interesante biografía de un dirigente cristiano. Una vez que la hubo leído desaparecieron todos los escrúpulos y complejos y emprendió la redacción de la obra que estoy comentando. Entonces creyó, y sigue creyendo, que los recuerdos de su familia y de su trabajo no son tan importantes como para merecer un libro. Pero aquí está: en las palabras finales del prólogo, Planes dice con humildad: “espero que vosotros, pacientes lectores, que tendréis la paciencia de leer lo que sigue, juzguéis si ha merecido la pena o no poner estos pensamientos en letra de imprenta”.

Los antepasados de Benjamín Planes eran de origen aragonés, instalados en Cataluña. Él, segundo de tres hermanos, nació en 1926. Dos años más tarde nació Salomé.

También yo mando despertar la memoria. Salomé contrajo matrimonio con otro catalán de ascendencia aragonesa, Valeriano Lanaspa. La pareja formó parte de la emigración de españoles hacia otros países europeos entre los años 1950 y 60. Ellos se instalaron en Ginebra, Suiza. Tuvieron dos hijos, Abel, hoy día un médico muy valorado en tierras de Calvino, y Flora. Miembros de la Iglesia bautista en Sabadell, al llegar a Ginebra iniciaron la celebración de cultos en propia casa. Más tarde alquilaron un local. A Ginebra llegaban evangélicos de distintas partes de España y de varias denominaciones. Por aquellas fechas, viviendo yo en Marruecos, entré en contacto con Lanaspa y realicé un primer viaje a Ginebra. A partir de entonces me desplazaba a la ciudad suiza una o dos veces al año para celebrar conferencias. Conseguí que una Iglesia de Estados Unidos ayudara económicamente a Valeriano, lo que le permitió dejar el trabajo secular y dedicarse por completo al servicio de la Iglesia.

En mis primeros viajes solía quedarme en el apartamento donde ellos vivían. Esto me permitió conocer bien a la familia.

Salomé murió primero. Luego, años después, también Valeriano se fue de la tierra. Con ellos, dos buenos amigos se me adelantaron a las misteriosas mansiones eternas.

Por lo que cuenta en su libro, Benjamín Planes fue un empedernido viajero. Una faceta de su vida que yo desconocía. Ahora mismo, cuando escribo, llamo a su casa de Sabadell para asegurarme de su edad y su hija Isabel me dice que estaba en Malta, en esa isla del Mediterráneo al sur de la italiana Sicilia. De Barcelona a Malta supone un viaje de ida y vuelta en avión. ¡A sus 90 años!

Viajamos por curiosidad. Por aprender y por huir de la rutina diaria. Se viaja por viajar, escribió Robert Louis Stevenson, quien murió en las islas Sanoa, en el Pacífico Sur. Para los jóvenes, el viaje es educación; para los mayores, experiencias.

Según leo en las páginas de “Benaurança”, Planes ha viajado por varios países de Europa: Francia, Suiza, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Grecia, Italia, Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Moldavia. Ha estado dos veces en Israel. Ha ido a Gibraltar, a Ceuta, a Canadá y a Estados Unidos. En casi todos estos países ha pronunciado conferencias o ha viajado expresamente para llevar ayuda alimentaria a iglesias y a personas necesitadas, especialmente a los países del Este europeo salidos de la influencia soviética.

El año 2014 la Asociación Cristiana por Tarrasa le ofreció la medalla de oro al mérito ecuménico.

Méritos para esa medalla y para muchas más le sobran a Benjamín Planes. Desde que tiene conocimiento ha estado dando testimonio de su fe con gran firmeza. Abanderado del protestantismo en Cataluña, las historias que cuenta en este libro tienen un claro beneficiario: sus hermanos en la fe, a quienes ha servido y continúa sirviendo con sus predicaciones y sus escritos, singularmente al frente de la revista “Presencia Evangélica”, donde guarda una sorpresa en cada número.

Planes puede tranquilamente hacer balance de su vida y de su trabajo, temas capitales del libro que termino de presentar, con la seguridad absoluta de que no ha defraudado a Dios.

 

Nota: El libro “Benaurança” está escrito en catalán, asequible a quienes entiendan el idioma del gran poeta Juan Maragall.

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