‘Natividad del Amado galileo’ y otros poemas de Leopoldo L. Samprón
Tres textos inéditos del poeta leonés, leídos en el marco del XIII Encuentro ‘Los poetas y Dios’, celebrado en Toral de los Guzmanes el 16 y 17 de diciembre.
22 DE DICIEMBRE DE 2016 · 17:20
Entre los evangélicos españoles que escriben poesía dedicada a Cristo, hay algunos que admiro porque su obra está marcada por la excelencia.
Uno de ellos, en lugar destacado entre mis afectos, es Leopoldo López Samprón, natural de un pueblo del Bierzo (San Julián-Vega de Valcarce, 1951), pero con larga residencia en León capital. A Leopoldo los versos le fluyen de una manera natural, porque resultan auténticos frutos de una necesidad espiritual, de un testimonio del alma que desea elevar su mejor oración a Dios. Forma y fondo, sentimiento y razón, emoción y pensamiento, música, armonía, mensaje… Todo resulta sangre amartillada, estremecimiento, casi extenuación porque se sale de lo reglamentario y vuelve a los orígenes, a esos profetas que exponían su fe pero también cuestionaban lacras e injusticias. ¿Por qué este lírico boxear? Porque la Poesía no puede ni debe ser sumisa o estar embotellada: la Poesía es el Viento que sopla sobre la brasa de la Resurrección. Y mi querido hermano Leo es un poeta-poeta que va de humilde por la vida. Y aunque la existencia le ha descuartizado muchas veces, él sigue escribiendo, en medio del remolino, esos certeros disparos de su clarividencia y de lo que calladamente circulaba por sus adentros.
Aquí tres poemas inéditos, escritos para esa comunión que anualmente celebramos en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes.
NATIVIDAD DEL AMADO GALILEO
Sentado sobre los bordes de la razón
dentro del paisaje claro de las aguas
miro con los ojos cerrados el montón
que forman los tallos secos de la paja
donde se arrulla tu pequeña cara
junto al buey, y el asno del labrador.
Las estrellas te pintan en sus ramas
el frío anochecer sobre el mesón
que seguro tejerá en muestra historia
una aurora de luz y de esperanza
para el hombre, que rebelde en su interior
en una cruz, te clavará mañana.
Y tu sonríes, mi Jesús en esa cama
que huele a sangre sacrificio y dolor
cargando sobre los lomos de tu espalda
las heridas, los fracasos, el temor…,
y levantas una mirada de eternidad
para ofrecer el santuario del perdón.
El pesebre, donde nace la fragancia
y se olvida el poder de la razón
que aprieta con sus manos la ignorancia
de niños que su pena los abrasa
entre luces de colores y el olor
a hogar de manos tiernas y de amor
que los hombres les cortan con su hacha.
Y hoy, al sentido tierno de tu cuadra
le hemos puesto la bandera del rencor
para decir quien más tiene y quien más gana
aunque el único poder sean las balas
que en el nombre de tu nombre y el honor
siembran junto a los prados del terror
la semilla creciente de una lágrima.
Y tu sonríes mi Jesús en esa cama
que huele sangre, sacrificio y dolor
y alzas tus ojos hacia la garganta
que grita que el costado se te parta
con la espada de los ecos de la voz
que golpe a golpe rompen tu corazón
que entregas por el precio de sus almas.
CUANDO EL TIEMPO TE REGRESE
Estoy contento en mi alegre pecho
de tenerte en las horas más tristes
de la amargura, aquí conmigo.
Apenas se nada de lo que fuiste
antes de abandonar el trono
y nacer niño en el pesebre,
con alma divina y piel de humano
bajar a buscar aquí en la tierra,
donde nace pobreza y llanto.
Ahora ya tenemos primaveras
que tú regalaste en el Calvario
y aunque el alma casi siempre llora
alguna alegría en el destierro,
sabemos que tu sacrificio por la vida
nos dio la llave para abrir el cielo.
Las cadenas que ahora cierran la inocencia
fundirán campanas para anunciarte
en otra navidad, como rey eterno
cuando el tiempo te regrese.
30 DE DICIEMBRE
Es día plomizo y gris;
cubierto el cielo de nubes
grises. Al hilo de un suspiro
aún le queda algo de tiempo
para respirar el aire.
A la voz, un sólo grito
le falta. Un paso al viaje
le sobra. Aquel que le dimos
a la vida erróneamente
sin vuelta atrás. Nos perdimos
hasta hoy. La noche duerme
y mañana al despertarnos
veremos que todo sigue
en los hilos de un suspiro
con pausas de color vacío:
Un año que se detiene,
otro se cuela en silencio.
Comenzarán nuestros pasos
a la espera, nuevamente
acechando entre los llanos
un hueco para esconderse.
Y el alma pregunta e insiste:
(en la asfixia del abrazo)
Señor Jesús ¿cuándo vuelves?
..........
Aún nos queda un día de fe
para recibirte este año.
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