Don Juan ante el más allá, o la salvación por amor (VIII)

En toda la escena Don Juan habla a Don Gonzalo de su salvación, de su confianza en que Dios le ha enviado a Doña Inés para a través de ella alcanzar el cielo.

23 DE DICIEMBRE DE 2016 · 08:20

Don Juan Tenorio,
Don Juan Tenorio

Don Juan no profana el cuerpo de Doña Inés. Quiere ir a postrarse ante el padre y pedir que la de en matrimonio. Pero el destino tiene otros designios. Llegan Don Luis Mejía para vengar la afrenta echa a su novia y el Comendador para vengar el rapto de su hija. En sus manos lleva la carta que quedó tirada en la celda del convento.

En toda la escena Don Juan habla a Don Gonzalo de su salvación, de su confianza en que Dios le ha enviado a Doña Inés para a través de ella alcanzar el cielo. Más furioso aún, Don Gonzalo responde:

         ¿Y qué tengo yo que ver

         con tu salvación, Don Juan?

Don Juan insiste. Se postra a los pies del padre de su amada y confiesa:

         Comendador,

         yo idolatro a Doña Inés,

         persuadido de que el cielo

         me la quiso conceder

         para enderezar mis pasos

         por el sendero del bien.

         No amé la hermosura en ella,

         ni sus gracias adoré;

         lo que adoro es la virtud,

         Don Gonzalo, en Doña Inés.

         Lo que justicias ni obispos

         No pudieron de mí hacer

         con cárceles y sermones,

         lo pudo su candidez.

         Su amor me torna en otro hombre,

         regenerando mi ser,

         y ella puede hacer un ángel

         de quien un demonio fue.

         Escucha, pues, Don Gonzalo,

         lo que te puede ofrecer

         el audaz Don Juan Tenorio

         de rodillas a tus pies.

         Yo seré esclavo de tu hija;

         en tu casa viviré;

         tú gobernarás mi hacienda,

         diciéndome esto ha de ser;

         el tiempo que señalares

         en reclusión estaré;

         cuantas pruebas exigieres

         de mi audacia o mi altivez,

         del modo que me ordenares

         con sumisión te daré.

         Y cuando estime tu juicio

         que la pueda merecer,

         yo la daré un buen esposo

         y ella me dará el Edén.

De nada valen las súplicas ni los buenos deseos. Don Luis Mejía por un motivo y Don Gonzalo por otro, ambos quieren la muerte de Don Juan. El Tenorio se siente ofendido y acorralado. Mata a Don Gonzalo de un tiro y a Don Luis Mejía de una estocada. Acto seguido salta por un balcón de la casa a las aguas del río y huye en una barca. Antes pronuncia palabras de autojustificación, que hasta hoy día se repiten en libros de literatura y en dramas de teatro:

         Llamé al cielo y no me oyó;

         y pues sus puertas me cierra,

         de mis pasos en la tierra,

         responda el cielo, y no yo.

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Don Juan ante el más allá, o la salvación por amor (VIII)