El consumo de reptiles

¡Las Sagradas Escrituras reflejan una sabiduría que supera con creces los conocimientos humanos de la época!

09 DE DICIEMBRE DE 2016 · 09:50

Foto: Antonio Cruz.,
Foto: Antonio Cruz.

Y de todos los animales que andan en cuatro patas, tendréis por inmundo a cualquiera que ande sobre sus garras; y todo el que tocare sus cadáveres será inmundo hasta la noche. Y el que llevare sus cadáveres, lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; los tendréis por inmundos. Y tendréis por inmundos a estos animales que se mueven sobre la tierra: la comadreja, el ratón, la rana según su especie, el erizo, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija y el camaleón (Lv. 11: 27-30).

El libro de Levítico se refiere a los cocodrilos y los incluye en la lista de animales impuros que los hebreos no podían consumir. Es sabido que algunos de estos animales eran divinizados por las culturas periféricas al pueblo hebreo y que dicho rechazo seguramente tenía motivaciones religiosas.

No obstante, además de esto, hoy sabemos que también eran importantes los motivos puramente sanitarios. En aquella época no se podía saber por qué era peligroso comer la carne de los reptiles, sin embargo actualmente conocemos bien su posible toxicidad.

El consumo de la carne de los reptiles -como cocodrilos, tortugas, lagartos o serpientes- puede causar diversas enfermedades y problemas de salud (triquinosis, pentastomiasis, gnatostomiasis, esparganosis, etc.) por la presencia de bacterias patógenas en ella, especialmente de los géneros Salmonella, Shigella, Yersinia, Campylobacter, Clostridium y Staphylococcus.

De ahí que las autoridades sanitarias recomienden hoy congelar la carne de estos animales antes del consumo humano y no comerla nunca cruda, con el fin de evitar los posibles riesgos para la salud. ¡Las Sagradas Escrituras reflejan una sabiduría que supera con creces los conocimientos humanos de la época!

Un cocodrilo puede llegar a pesar dos mil kilos, sin embargo su cerebro no es más grande que el dedo pulgar de un hombre. A pesar de eso, son animales bien adaptados a su ambiente que jamás han estado en peligro de extinción. Cuando se les impone una larga cautividad, algunos de sus órganos pueden deformarse, como los dientes de este ejemplar que fotografié en el Zoo de Barcelona.

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