Pentateuco, de Samuel Pagán

El Pentateuco, en esa tradición literaria, afirma que la revelación divina es salvadora, dialogal, universal, comunitaria, familiar, personal, histórica y escatológica. Un fragmento de "Pentateuco. Interpretación eficaz hoy", de Samuel Pagán (2016, Clie). 

09 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 05:20

Portada del libro.,
Portada del libro.

Un fragmento de "Pentateuco. Interpretación eficaz hoy", de Samuel Pagán (2016, Clie). Puede saber más sobre el libro aquí

 

La Ley de Moisés

La importante frase, «Oísteis que fue dicho a los antiguos», que en el Evangelio de Mateo se incorpora como parte del llamado Sermón del monte (Mt 5:1-7:28), es una alusión a la Ley de Moisés. En el contexto de esas enseñanzas, que constituyen el fundamento de su mensaje, Jesús de Nazaret explora y expande el significado y la interpretación del mensaje del Pentateuco. La base fundamental de sus palabras fueron las antiguas revelaciones del famoso legislador israelita, aplicadas a su contexto inmediato. Tomó el corazón de la Torá y las enseñanzas de Moisés y las actualizó para que sus discípulos descubrieran y disfrutaran las implicaciones transformadoras del mensaje bíblico.

Jesús se ubica, de esa manera, en la gran tradición de maestros judíos y rabinos que afirmaban y celebraban la Ley y destacaban la importancia de la alianza de Dios con su pueblo. Esa comprensión teológica amplia y ese intenso entendimiento pedagógico de las enseñanzas mosaicas, se ponen claramente de manifiesto, inclusive, en la literatura deuterocanónica o apócrifa (Ecl 24:23- 29), en la cual se indica directamente que la Ley fue promulgada por Moisés, es herencia del pueblo de Jacob, y está llena de sabiduría; además, declara que está llena de sensatez e instrucción.

En efecto, la Ley de Moisés contiene el corazón del mensaje de la Biblia, que revela su importancia teológica en las famosas palabras del Shemá: «Oye, Israel: El Señor, nuestro Dios, el Señor uno es» (Dt 6:4). Este mensaje pone de relieve la doctrina primordial de la revelación bíblica: ¡Dios es uno! Y esa gran afirmación teológica y monoteísta, se convirtió en el núcleo principal del mensaje de los profetas y sacerdotes, y también de Jesús de Nazaret y sus discípulos.

En cierta manera, el mensaje general de la Biblia se asocia con el estudio, la revisión, el análisis y la actualización de esa enseñanza básica de la Torá. Los profetas presentaban sus oráculos al pueblo para declarar las bendiciones asociadas a la fidelidad y obediencia a la Ley y al pacto que se llevó a efecto en el monte Sinaí, a la vez que promulgaban el juicio divino que se desprendía de las actitudes de infidelidad y rechazo a la revelación divina, de acuerdo con sus expresiones mosaicas.

Desde esta perspectiva histórica y teológica, la Ley de Moisés es un componente indispensable y fundamental en la revelación bíblica, y su estudio y comprensión es determinante para el entendimiento adecuado y la valoración justa del mensaje de los profetas y para aquilatar adecuadamente el ministerio transformador de Jesús de Nazaret.

 

La revelación divina

Los creyentes, las iglesias y las sinagogas estudian el Pentateuco desde la perspectiva de la fe. Ese entendimiento afirma que la Biblia es parte de la revelación de Dios a la humanidad. Las Sagradas Escrituras no solo son recuentos de las intervenciones de Dios en medio de la historia del pueblo de Israel, sino que constituyen el corazón de la revelación divina a la humanidad. Y de una forma singular, la Biblia es, a la vez, palabra de Dios y palabra humana.

En efecto, la revelación de Dios se hace realidad y se transmite por medio de las palabras de autores humanos que intentan comunicar el mensaje divino. Dios habla por medio de hombres y mujeres, que utilizan el lenguaje para transmitir ideas, conceptos, enseñanzas, historias, poemas, leyendas, leyes… Y por esa singular razón, es menester comprender la naturaleza misma del lenguaje humano, para también entender adecuadamente el mensaje divino.

 

La revelación de Dios

El Dios del Antiguo Testamento, de acuerdo con los relatos bíblicos, escogió revelarse al pueblo de Israel en medio de la historia, específicamente decidió manifestarse en las vivencias reales y cotidianas de la comunidad, al revelar la Ley y establecer un pacto o alianza con el pueblo, que era el claro objeto de su amor y misericordia.

Hablar es una característica singular de las personas. Las palabras, los mensajes y las comunicaciones son parte esencial en la vida, pues le permiten a la humanidad afirmar su existencia. Las comunicaciones entre las personas, y con Dios, son parte vital de esa existencia, pues es una manera de afirmar la vida. Quizá esa capacidad de comunicación es la que más acerca a las personas a lo eterno, pues es una manera concreta de reflejar «la imagen y semejanza de Dios». Los hombres y las mujeres, hablan, escuchan, atienden, entienden, analizan, hacen pausas en la comunicación, responden… Ciertamente, las palabras son un vínculo indispensable en el desarrollo de convivencias estables, saludables, respetuosas, responsables y dignas.

El lenguaje humano tiene varias funciones que no debemos ignorar, y que pueden identificarse y estudiarse. Hay un propósito informativo esencial en el cual transmitimos hechos, cosas, sucesos, y también interpretamos lo que hemos visto o experimentado. Además, la comunicación nos permite expresar sentimientos profundos e interpelar personas.

En hebreo, la palabra dabar significa, a la vez, palabra pronunciada y acontecimiento (Gn 22:1; 1 R 2:41). Por esa razón, tanto dabar como logos, en griego, pueden traducirse como palabras o suceso. El sentido bíblico de estas expresiones incluye las ideas de palabra, obra, decir y hacer. Y esa palabra bíblica inspira y promueve el diálogo y la respuesta.

La Biblia es Palabra de Dios que se transmite por medio de las comunicaciones de las personas. La revelación divina se divulga a través de esas palabras humanas, que informan, pero que también forman, transforman y reforman. La Biblia en general y el Pentateuco en particular contienen la Palabra divina dirigida a la gente y a los pueblos en medio de sus vivencias cotidianas.

Es Palabra creadora (Gn 1-2) y liberadora (Ex 3-15), y también expresión que llama a los patriarcas y a las matriarcas de Israel (Gn 12), y establece pactos con el pueblo (Ex 20). No es una palabra para el entretenimiento, sino el mensaje que fomenta la conversión y la renovación.

La revelación divina se hace realidad mediante el lenguaje humano, que facilita los procesos de comunicación. Esa revelación, que es la manifestación extraordinaria del amor, la misericordia, los juicios y la voluntad divina, se transmite a través de los documentos escritos que se han preservado en las Sagradas Escrituras. El Pentateuco, en esa tradición literaria, afirma que la revelación divina es salvadora, dialogal, universal, comunitaria, familiar, personal, histórica y escatológica.

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