La prédica del siglo

Dos cánticos más tarde, veo salir al tipo por la puerta de atrás, seguido por el pastor dos coros después. Ya no aguanto más, tengo que ir a ver lo que está pasando…

14 DE JULIO DE 2016 · 16:35

Imagen: Alain Auderset,
Imagen: Alain Auderset

MI PASTOR, ESE HÉROE

El nuevo

El domingo pasado, el culto tenía que haber sido como cualquier otro. Yo estaba de pie en la parte de atrás alabando a Dios con los brazos en alto, cuando de repente me fijo en una persona "nueva". Entra y se sienta delante.

Hasta ahí nada anormal.

 

Pero… ¿Se mueve?

De vez en cuando, abro un ojo (solo para asegurarme de que no hemos sido teletransportados al cielo :¡nunca se sabe!)

¡Pero bueno!

El "nuevo"  está ahora muy cerca de mí. Es bajito, tiene unos ojos azules que me miran con insistencia y el pelo blanco y corto. Está dándole la mano a la que gente que está a mi alrededor.

Yo, sigo con los brazos en alto (casi como si estuviera cogiendo

manzanas) y con una pinta de adorador sabiamente estudiada, me quedo tranquilo.

¡¿Y ahora… ?!

El hombrecito ya no está ahí (desaparecido), ¿pero qué ven mis ojos? ahora está en las filas de delante y… ¡nooo! ¡ menudo desastre! Ha encendido  un pitillo (¡¡¡ una pitillo en una iglesia!!!  mi lado cristiano recibe un golpe…)! aparentemente inicia una gran discusión con Luc (mi amigo el pastor) ¡jooo! ¡Esta alabanza no me deja oír lo que se están diciendo!.

Vuelvo a abrir un ojo (esta vez el otro, hay que variar un poco). Me asusto: el hombrecillo está de nuevo a mi lado hablando con el pastor que ha seguido tras él (pues claro, no va a tener un pastor delante y otro detrás).

- ¿Por qué no me deja sentarme delante de todo? y el pastor (que no tiene nada de tonto) le responde:

- ¡Ah! Quieres ir delante, no hay problema; tengo un lugar de honor para ti.

El pastor le lleva a la primera fila (reservada para los invitados) a su lado.

 

Pero… ¿se marchan?

Le abraza muchas veces, tanto que me pregunto si el hombrecillo no es alguien cercano a su familia.

Dos cánticos más tarde, veo salir al tipo por la puerta de atrás, seguido por el pastor dos coros después. Ya no aguanto más, tengo que ir a ver lo que está pasando…

Al llegar a la manilla de la puerta me doy cuenta de que mis brazos siguen estando en alto (pero como yo también soy bastante listo, los bajo para poder abrirla) ¡Hombre no, es una broma! ¡ Soy capaz de abrirla con los pies!

En el vestíbulo de la iglesia, ya no hay nadie. Salgo y me doy cuenta de que en la estación de enfrente Luc se sentó a su lado para hablarle y explicarle que no tiene que sentirse rechazado…

Vuelvo a mi lugar de alabanza; el cántico apenas termina cuando los dos hombres regresan y se vuelven a sentar delante.

 

Pero… ¿Están hablando ahí delante?

Después llega el momento en que el pastor toma la palabra:

- Aquí tengo a Pedro, que insiste en que le gustaría decirles algo.

¡No me lo puedo creer!, ¿le cede la palabra? el desconocido orgulloso de tener un micrófono exclama:

- Oh, sólo quería deciros que os quiero a todos, gracias.

Y se volvió a sentar (eso no tenía mucho impacto, alguien que no te conoce y te dice que te quiere … enfin).

Durante la santa (es)cena, Pedro entona un cántico cristiano seguido de otro menos conocido en nuestros medios:

- Me gustan las mujeres, me gusta el vino, y si tengo que olvidarlas bebo y olvido…

Luc consiguió por los pelos desviar la atención de los asistentes…

 

Apenas recuerdo las palabras que dijo mi amigo el pastor en su sermón de aquel día, (con ese título, es una pena ¿verdad?) pero he visto la actitud de un pastor de gran corazón, tan atento para no herir a un total desconocido. Y esa es una de las más bellas prédicas que haya oído en mi vida.

 

Imagen: Alain Auderset

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cita con Dios - La prédica del siglo