Zeca: José Afonso y la Revolución

José Zeca Afonso entregó su vida y su talento al servicio de lo que creyó la causa más digna: la defensa de los más indefensos.

28 DE ABRIL DE 2016 · 21:20

José Zeca Afonso,
José Zeca Afonso

A finales de los 60 Portugal era un país asfixiado por una dictadura, la más longeva de Europa. El general Salazar se mantenía en el poder desde 1932, al frente de un régimen totalitario autodenominado Estado Novo.

Con el país sumido en grandes dificultades económicas que la situaban a la cola del continente e incluso por detrás de la España de Franco, Salazar apostó por la guerra colonial cuando Guinea, Angola y Mozambique pretendieron escindirse.

A los 79 años y tras un golpe en la cabeza, fue obligado a firman una renuncia en favor de Marcelo Caetano, un catedrático de Derecho y político afín al régimen, aunque nadie comunicó el relevo al dictador, quien fallecerá pensando que sigue en el poder. Bajo la batuta de Caetano se prolongaría durante seis años (1968-1974) la etapa salazarista, sin mayores reformas que la sustitución de la temida policía política (la PIDE) por la DGS.

El proceso que condujo a la destitución de Marcelo Caetano y a la revolución del 25 de Abril no se puede entender sin la participación del MFA (Movimento das Forças Armadas). Formado en la clandestinidad por jóvenes oficiales que habían luchado en la guerra colonial, sus principales objetivos eran el fin de la guerra sucia, la retirada de las colonias de África, elecciones libres y la supresión de la policía política portuguesa.

El acercamiento del general Antonio de Spínola al MFA, tras su destitución como Comandante en Jefe Adjunto por publicar Portugal e o futuro, un texto muy crítico con la política colonial del régimen, fortaleció la voluntad de aquellos militares que deseaban cambiar el rumbo de su país.

 

Tanques en las calles

En marzo de 1974 un grupo de oficiales del MFA intentó un golpe de estado sublevando un regimiento de infantería en la localidad de Caldas da Rainha con el fin de marchar sobre Lisboa. El llamado Levantamiento de las Caldas fracasó ese mismo día y este hecho llevó al régimen de Marcelo Caetano a lanzar una agresiva campaña de espionaje dentro del Ejército, ordenando detenciones y traslados de guarniciones.

Sin embargo, aquel grupo de oficiales, que pasaría a la historia con el hermoso nombre de Los Capitanes de Abril, siguió adelante con su planteamiento. Deseaban un golpe incruento que abriese una vía al socialismo.

La noche del 24 de Abril, cinco minutos antes de las 23:00, se da la primera señal para el arranque de la sublevación. El periodista Joao Paulo Diniz hace sonar en la emisoria “Emisssores Associados de Lisboa” una canción muy popular entonces, pues había representado al país diecinueve días antes en el Festival de Eurovisión: E despois do adeus de Paulo Carvalho. Por cierto, quedó en última posición. La cobertura de la estación emisora se limita a la capital del país, suficiente para quienes estaban atentos a esa seña.

A las 00:25 del día 25 de Abril, otra canción es programada, pero esta vez las ondas ya alcanzan a todo el territorio portugués por cortesía de Rádio Renascença. Es la segunda señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país mediante una serie de coordinaciones fijadas por un puesto de mando establecido por el mayor Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha en Lisboa. La misma persona que había escogido la canción que debía sonar en esta segunda ocasión.

Horas más tarde el régimen dictatorial se derrumba cuando, a partir de las 01:00 horas del 25 de abril, las guarniciones de las principales ciudades (Oporto, Santarém, Faro, Braga, Viana do Castelo) deciden seguir las órdenes del MFA, ocupando aeropuertos y aeródromos, así como tomando las instalaciones del gobierno civil. De hecho, fuera de Lisboa la situación discurre con sorprendente calma, y a lo largo de la madrugada las autoridades del Estado Novo pierden el control del país sin resistencia.

 

Los portugueses se echaron a la calle

A pesar que desde las 03:00 horas del 25 de abril se emiten continuos llamamientos radiofónicos de los Capitanes de Abril a la población, para que permanezca en sus hogares, y a la policía, para que no se oponga a las actividades de las tropas, al amanecer de ese mismo día miles de civiles portugueses ganan las calles en varias localidades, mezclándose con los militares sublevados. En el transcurso de la madrugada los militares rebeldes salen de sus cuarteles y ocupan los aeropuertos internacionales de Lisboa y Oporto, ordenando el cese de los vuelos en todo el espacio aéreo portugués. Unidades de la marina de guerra se adhieren a la revuelta y toman el control de los puertos del Atlántico, de Madeira y de las Azores.

Si bien al inicio las tropas de la aviación se mantienen indecisas, aceptan seguir al MFA debido a la decidida actuación de las tropas del ejército. A las 04.00 horas el gobierno de Caetano toma conocimiento de la revuelta y se pierde el factor sorpresa, pero las órdenes del gobierno (dictadas durante las tres horas siguientes) para detener a los rebeldes por la fuerza no son obedecidas y pronto las fuerzas del MFA controlan puntos claves del país a las 09.00 horas. Sólo ofrecen resistencia algunos grupos de la violenta PIDE/DGS, a quienes hay que apuntar los únicos muertos (cuatro) durante la revuelta, tras disparos contra la multitud que rodea su cuartel general.

El presidente Caetano es depuesto y se le permite coger un avión hacia Brasil. El general António de Spínola asume la jefatura del Estado. Los partidos políticos, incluyendo al Partido Comunista, fueron legalizados, la policía política desmantelada y Portugal inicia un nuevo rumbo que se reflejaría en la Constitución de 1976.

En la memoria de todos los portugueses quedó fijada, orgullosamente, aquella fecha del 25 de Abril y aquella revuelta bautizada como Revolução dos Cravos (Revolución de los claveles). Este nombre reclama el deseo que presidía la intentona rebelde: evitar derramamiento de sangre.

Celeste Martins Caeiro trabajaba en un restaurante del centro de Lisboa que aquella mañana cumplía dos años desde su apertura. Con tal motivo su dueño había decidido obsequiar con Porto y flores a la clientela de aquel día. Cuando decidió cerrar el local ante los acontecimientos que se estaban produciendo, ofreció claveles (la flor de la temporada) a sus empleados, quienes marcharon hacia sus hogares con ellas.

De camino, Celeste se topó con una columna de militares; se acercó a un tanque y le preguntó a un soldado por lo que estaba sucediendo. Este le explicó que se dirigían a detener a Marcelo Caetano, que aquello ella una revolución. Y le pidió un cigarrillo. Como quiera que la mujer no tenía, le ofreció un clavel y el sublevado se lo colocó en la espingarda. La mujer continuó su ruta, repartiendo el resto de los claveles que pasaron a ocupar el caño de los fusiles, simbolizando el deseo de no hacer uso de ellos.

 

Los claveles pasaron a ocupar el caño de los fusiles

Las tropas fueron comandadas en el terreno por diversos capitanes, de entre los cuales uno de los más importantes fue Salgueiro Maia, que comandó a las tropas venidas de la escuela de caballería de Santarém. En el cuartel de Pontinha, las operaciones eran dirigidas por el brigadista Otelo Saraiva de Carvalho.

Otro de los nombres propios de la Revolución de los Claveles es el del cantautor José Zeca Afonso. “Zeca” es el apelativo que suele darse a los Josés en portugués de Brasil. José Manuel Cerqueira Afonso dos Santos nació en Aveiro en 1929, y vivió su infancia entre Portugal y las colonias de Angola y Mozambique, donde trabajó su padre, juez. Padeció una obligada y olvidable estancia con su tío Filomeno, alcalde de Belmonte y fanático del régimen de Salazar y de la figura de este. Tuvo que vestir el uniforme de la Mocidade Portuguesa, equivalente del Frente de Juventudes de Falange en España, que rendía culto al dictador.

Su recorrido artístico comenzó ya en el Liceu D. João III de Coímbra, donde fue bautizado como “o bicho cantor” (el novato cantante). Zeca, como pronto sería conocido, pasó de la serenata al fado y a la canción protesta, según fue implicándose en los movimientos contrarios a la dictadura. Tampoco faltaron en su repertorio los ritmos africanos, legado de sus años en las colonias.

Con apenas 23, tendría su primer hijo y, después de la mili, vendría el segundo. Había pasado de la bohemia de Coímbra a la boda secreta con María Amália de Oliveira, una humilde costurera que no era aceptada por los padres del artista en ciernes, a quienes escribiría para ponerles al tanto de sus apreturas económicas.

Afonso se había matriculado en Ciencias Histórico-Filosóficas (su tesis versó sobre Jean-Paul Sartre), carrera que alternó durante una década con el pluriempleo: tocó con el orfeón de la Universidad, dio clases particulares y en colegios, ejerció como corrector del Diário de Coimbra, editó con Alvorada dos discos de fados inencontrables y todo ello no le alcanzaba para mantener a su familia, cuya relación terminó resintiéndose. Primero se vio obligado a mandar a sus vástagos con los abuelos, que residían en Mozambique, y después se divorció de su mujer.

 

Siendo cierto que en las letras de sus canciones está ampliamente representada la canción política, su mirada también se dirige hacia la vida social y personal de una forma muy lúcida. Las relaciones humanas y los anhelos del ser humano son parte importante de su obra artística.

Zeca no poseía una formación musical, ni era un virtuoso de la guitarra. Se sentía tan inseguro que sufría ataques de nervios antes de subir al estrado. Así lo cuenta un músico amigo, el cacereño Luis Pastor. Tanto él como Pete Seeger, Daniel Viglietti, Mercedes Sousa o Paco Ibáñez reconocían en él artista luso al maestro. Pero Zeca era una antiestrella, un hombre que hacía música popular para dirigirse al pueblo.

Expulsado de la enseñanza oficial portuguesa en 1968, es decir, represaliado; tuvo que esperar hasta 1983 para ser reingresado y tener derecho a una miserable pensión equivalente a 180 euros. Le quedaban cinco años de vida, que transcurrieron entre penurias.

En 1982, los médicos le habían detectado una enfermedad rara y hasta ahora incurable: esclerosis lateral amiotrófica, producida por un virus que afecta el sistema nervioso central y provoca la destrucción progresiva del tejido muscular. Murió por asfixia, cuando la parálisis le afectó al diafragma.

Un neurocirujano lisboeta, Armando Hasse Ferreira, afirmó en 1983 que la enfermedad de Afonso podía tratarse de una variante de las neumonías atípicas provocadas por el aceite español adulterado (el tristemente popular caso del aceite de colza(. Afonso había estado en España, en casa de su amigo Luis Pastor, cuando se verificaron los primeros casos de neumonía atípica, y a su regreso a Portugal sufrió una enfermedad pulmonar semejante al cuadro clínico de las víctimas de la colza. El artista portugués admitió esta explicación, sobre todo porque le dejaba la esperanza de salvarse, mientras que el diagnóstico inicial, confirmado en Londres y Estados Unidos, excluía toda posibilidad de cura, o siquiera de estabilización de la enfermedad. Pero tampoco quiso que se hiciera demasiado escándalo acerca del caso. "Si es verdad, soy apenas una de las víctimas a las cuales el Estado español debe ayudar y proteger", dijo.

Su carrera artística se vio señalada por una excursión a un pueblo del interior de Portugal. Zeca, con un pie en los efervescentes ambientes estudiantiles y otro en los escenarios (sobre todo de Portugal, pero también de Angola, Francia, Suiza, Alemania o Suecia), actuó el 17 de mayo de 1964 en un pueblo del Alentejo que marcaría su obra y su vida para siempre. Invitado por la Sociedade Musical Fraternidade Operária Grandolense, popularmente conocida como Música Velha, compareció ante un público nutrido de campesinos, corcheros y un militante comunista en la clandestinidad llamado José Saramago. Recordando aquellos aquellos días, comentaría después el Nobel: "No era famoso ni nada, escribía en los periódicos y sólo había publicado un libro", explica.

 

Jose Zeca Afonso en concierto

Como Zeca, Saramago recorrió las colectividades del sur. Pero hablando y escuchando. "En los años sesenta y setenta no se llamaban conferencias; se llamaban, muy presuntuosamente, sesiones de esclarecimiento. Eran diálogos con la gente. Si había muchos comunistas, se hablaba con total franqueza; cuando había gente que no era del partido, entrábamos en las medias tintas. No arriesgábamos mucho, aunque a veces llegaba la policía y nos dispersaba.

Tengo un recuerdo entrañable de aquellos lugares. Las madres iban con los niños y les daban de mamar allí mismo... Esa gente sin cultura nos enseñaba mucho a los que teníamos algo de cultura. A ellos les faltaba todo además de la cultura, pero todo les interesaba. Era un intercambio justo. En aquella época todos éramos muy buenos. La calidad humana de aquella gente era extraordinaria.”

Todo esto caló en Zeca, que compuso Grándola Vila Morena. Concebida como un homenaje a aquella sociedad musical por su quincuagésimo segundo aniversario, Afonso se mostraba en la letra cautivado por el ambiente de fraternidad que había palpado en aquella villa de 15.000 habitantes, en la que el partido comunista portugués gobernaría desde 1974 hasta 2001.

Efectivamente Grándola Vila Morena es aquella segunda canción que el 25 de abril dio el pistoletazo de salida a la revolución de los claveles. El tema formaría parte del album Cantigas de Maio y en principio Zeca no depositó muchas esperanzas en él. Tardó en estrenarlo en directo. Se dice que lo hizo en Santiago de Compostela, en un recital en el Burgo de las Naciones al que acudió invitado por Benedicto, del colectivo de cantautores Voces Ceibes (voces libres). Era un 10 de Mayo de 1972. Al llegar al estribillo miles de gargantas hicieron estallar en el aire unas palabras preñadas de alegría. Fue entonces cuando el bardo portugués advirtió las posibilidades de aquella sencilla tonada.

Grândola, vila morena

Terra da fraternidade

O povo é quem mais ordena

Dentro de ti, ó cidade

Dentro de ti, ó cidade

O povo é quem mais ordena

Terra da fraternidade

Grândola, vila morena

Em cada esquina um amigo

Em cada rosto igualdade

Grândola, vila morena

Terra da fraternidade

Terra da fraternidade

Grândola, vila morena

Em cada rosto igualdade

O povo é quem mais ordena

À sombra duma azinheira

Que já não sabia a idade

Jurei ter por companheira

Grândola a tua vontade

Grândola a tua vontade

Jurei ter por companheira

À sombra duma azinheira

Que já não sabia a idade

Grândola, villa morena

Tierra de la fraternidad

El pueblo es quien manda

Dentro de ti, oh ciudad

Dentro de ti, oh ciudad

El pueblo es quien manda

Tierra de la fraternidad

Grândola, villa morena

En cada esquina, un amigo

En cada rostro, igualdad

Grândola, villa morena

Tierra de la fraternidad

Tierra de la fraternidad

Grândola villa morena

En cada rostro, igualdad

El pueblo es quien manda

A la sombra de una encina

De la que ya no sabía su edad

Juré tener por compañera

Grândola, tu voluntad

Grândola, tu voluntad

Juré tener por compañera

A la sombra de una encina

De la que ya no sabía su edad

Su último recital en Galicia fue en Vigo, en 1981. Y precisamente en el parque público de Castrelos en Vigo, en agosto de 1985, se juntaron casi veinte mil personas para tributarle un homenaje con un evento que duró más de doce horas. Poetas, músicos, escritores, admiradores y amigos del cantautor portugués celebraron un encuentro entre gallegos y portugueses (sin faltar representación de Timor Este) con el objetivo de recaudar dinero para ayudar a Zeca, que ya luchaba con la enfermedad que lo vencería. Las canciones que se oyeron aquel día fueron recogidas en el album “Galiza a Jose Afonso”.

Fue muy grande la influencia de Zeca (su autenticidad, su compromiso) en toda la lusofonía. Siempre en la vanguardia política, siempre en la lucha social. Sus allegados acusaban su rechazo a las etiquetas y su desconfianza de los proyectos una vez se alzaban con el poder. En su entierro, su féretro fue cubierto con un paño rojo desprovisto de símbolos. El cortejo constituyó un último ejemplo.

Treinta mil personas tardaron dos horas en recorrer 1.300 metros. Tras los restos del músico desfiló el pueblo anónimo, coreando una vez más sus canciones y enarbolando banderas rojas, sin siglas y agitando claveles del mismo color. Luego diversos gremios y agrupaciones sociales y, entre el gentío, algunos de los políticos que en vida de Zeca no se habían acercado a él.

José Zeca Afonso entregó su vida y su talento al servicio de lo que creyó la causa más digna: la defensa de los más indefensos, la reivindicanción de la justicia social, la persecución de oportunidades para quienes habían nacido con las alas cortadas. Nació en una familia privilegiada social y económicamente y murió casi en la pobreza, pero dejando tras sí un testimonio lleno de coherencia personal y solidaridad. Hoy en día sigue siendo un mito entre aquellos que quieren emitir un mensaje al mundo acompañado sus palabras con una guitarra.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - Zeca: José Afonso y la Revolución