“Libertad… Te reconocemos en la faz de Dios”: Dietrich Bonhoeffer

Dios es libertad. Así concluye el poema “Estaciones en el camino hacia la libertad”, escrito por el pastor y teólogo alemán: sentirse libre aun estando en cautividad, magno ejemplo de un auténtico cristiano.

04 DE ABRIL DE 2016 · 17:52

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Grata y provechosa me ha resultado hacer esta cosecha de textos para el número especial que la Revista ‘Sembradoras’ dedica al autor de ‘resistencia y sumisión’. Grata labor el espigar la prosa y el verso de Dietrich Bonhoeffer, un escritor maduro en sus reflexiones teológicas, presto al debate si hacía falta. Ahora, cuando de su poesía se trataba, la seguridad se ponía a prueba, pues quien realmente sabe lo que significa la Poesía, sabe lo difícil que es lograr buenos frutos.

Por ello las varias cartas, todas de 1944, donde pide a su amigo Eberhard Bethge (teólogo casado con una sobrina de Bonhoeffer) una valoración de las mismas: “… Te agradezco mucho el juicio y la crítica de la poesía. Me encuentro algo desconcertado y falto de criterio ante estas criaturas mías recién nacidas…” (21 de junio);  “… ¿Recibiste la poesía sobre la Libertad? Está aún sin pulir, pero su contenido me conmueve mucho…” (23 de agosto); “… Aunque signo ignorando si el correo llega a tus manos y dónde lo recibes, te escribo a tus antiguas señas. Pero antes de proseguir con el tema teológico, quisiera esperar hasta recibir no­ticias tuyas. Lo mismo cabe decir de las poesías -en especial una de las últimas, bastante larga, sobre las impresiones de mi estan­cia aquí-, que en realidad son más apropiadas para una velada pasada en común que para un largo viaje postal … (27 de junio); “… Me gustaría saber si has leído mis poesías. Más adelante deberás leer un poema muy largo (con rima): Voces nocturnas en T[egel]. Junto con esta carta te envío un esbozo de trabajo. Ignoro si sacarás algo en limpio de él, pero me imagino que, poco más o menos, comprenderás lo que quiero decir. Espe­ro poder continuar con la tranquilidad y la energía necesarias pa­ra escribir esta obra. La Iglesia debe salir de su estancamiento. Hemos de respirar de nuevo el aire libre de la confrontación in­telectual con el mundo. Incluso hemos de arriesgarnos a decir cosas impugnables, si así logramos que sean debatidas las cuestiones de importancia vital… (3 de agosto). Y otra, escrita hacia mediados de agosto de 1944: “Querido Eberhard: he escrito esta líneas hoy, al atardecer, durante unas cuantas horas. Aunque los versos están aún muy poco pulidos, quizá te gusten algo; al fin y al cabo, son algo así como un regalo por tu cumpleaños. ¡Mis más cordiales saludos!”.  Al día siguiente, antes de enviar la carta, agrega: “Hoy, por la mañana temprano, me he dado cuenta de que debo rehacer estos versos. Sin embargo, te los envío tal como están. ¡Al fin y al cabo, no soy poeta”.

Difícil es ser poeta. Fácil es escribir versos. Eso lo sabía Dietrich Bonhoeffer y por ello respetaba en grado sumo la Poesía.  Podemos decir, sin caer en alabanzas que no tienen sustento alguno, que su poesía teológica es más que recomendable: es necesaria para todo cristiano, como este poema escrito el día de Año Nuevo de 1945:

 

“Libertad… Te reconocemos en la faz de Dios”: Dietrich Bonhoeffer

Si nuestro destino fuese apurar la copa del sufrimiento, 
aun las heces del dolor, por tu mandato, 
no claudicaremos al recibir con gratitud
o que nos es dado por tu amorosa mano.

Pero si tú quisieras una vez más sacarnos 
al goce de la vida y al resplandor de su sol, 
que cuanto hemos aprendido del dolor nos acreciente 
y toda nuestra vida sea dedicada a ti.

Mientras todas las fuerzas de Dios nos asistan, 
afrontaremos con decisión el futuro, cualquiera que sea. 
Al anochecer, al amanecer, Dios nos amparará, 
y lo hará, ¡ciertamente!, cada día de Año Nuevo.

Aquí el poema cuyo último verso usé para titular esta última entrega en torno a la poesía escrita por Bonhoeffer:

 

ESTACIONES EN EL CAMINO HACIA LA LIBERTAD

 

Disciplina

 

Si sales en busca de libertad, aprende ante todo

la disciplina de tus sentidos y de tu alma, para que tus deseos

y tus miembros no te arrastren sin descanso de aquí para allá.

Castos sean tu espíritu y tu cuerpo, a ti sumisos del todo

y obedientes, para ir en busca de la meta propuesta.

Nadie sondea el misterio de la libertad, a no ser por medio de la disciplina.

 

Acción

 

No hay que hacer y osar lo arbitrario, sino lo justo;

no hay que flotar en lo posible, sino emprender con valor lo real;

pues la libertad no está en el torrente de los pensamientos, sino en la acción.

Sal de la vacilación angustiosa

y afronta la tempestad de los acontecimientos,

llevado tan sólo por la ley de Dios y por tu fe,

y la libertad acogerá con júbilo tu espíritu.

 

Sufrimiento

 

¡Maravillosa transformación! Tus manos fuertes, activas,

atadas están. Impotente, solitario, ves el fin

de tus actos. Mas tomas aliento y, tranquilo y confiado,

entregas lo justo a manos más fuertes y quedas aliviado.

Sólo un instante rozaste feliz la libertad,

luego la entregaste a Dios, para que Él la perfeccione maravillosamente.

 

Muerte

Ven ya, fiesta suprema en el camino hacia la eterna libertad;

muerte, abate las molestas cadenas y murallas

de nuestro cuerpo mortal y de nuestra cegada alma,

para que por fin podamos contemplar lo que aquí nos está velado.

Libertad: te hemos buscado largo tiempo en la disciplina,

la acción y el sufrimiento.

Moribundos ya, te reconocemos en la faz de Dios.

 

 

Eberhard Bethge y D. Bonhoeffer, en 1939

 

“RUEGO A DIOS QUE TE PROTEJA SIEMPRE…”

La amistad, las despedidas, el amor, la fidelidad, el tiempo pasado… Hay poemas de  Bonhoeffer que tratan otros temas inherentes al ser humano, pero siempre en relación con Dios. Especialmente atractivo es su largo poema titulado “El amigo”, del cual sólo copio los primeros doce versos:

No es el pesado suelo,

donde sangre, linaje y juramento

son poderosos y sagrados,

donde la misma tierra

 -contra la locura y el delito-

guarda, protege y venga

las sagradas y antiguas leyes;

no es el pesado suelo de la tierra,

sino la libre iniciativa

y el libre deseo del espíritu,

que no precisa juramento ni ley,

quien da al amigo un amigo…

 

Por esa estrecha amistad, Bonhoeffer cede, finalmente, a hacer conocer sus escritos poéticos. Así, en carta dirigida a Bethge y firmada el 5 de junio de 1944, confiesa que hasta entonces había preferido ocultar los poemas que había pergeñado en el cautiverio: “… Tengo la sensación de ser un crío estúpido cuando te oculto que aquí siento deseos de hacer ensayos poéticos. Hasta ahora he ocultado a todo el mundo, incluso a María… Así pues, te envío hoy una prueba. En primer lugar, porque me pare­ce una tontería tener un secreto para ti; en segundo lugar, para que durante el viaje puedas leer algo inesperado; y, en tercer lugar, porque el tema te afecta en estos momentos y porque en él doy ex­presión a algo que a ti quizá se te ocurra de forma similar al despedirte de Renate. Para mí, esta reflexión sobre el pasado, este in­tento de retenerlo y, sobre todo, el temor de perderlo, constituyen el acompañamiento musical casi diario de mi vida en este lugar. En ocasiones -especialmente después de las breves visitas, a las que siempre sigue una larga despedida- este acompañamiento se convierte en un tema con variaciones. La despedida, la viven­cia del pasado, tanto si se trata de una hora vivida la víspera co­mo de años atrás -ambas cosas confluyen rápidamente la una en la otra-, constituyen una tarea siempre nueva para mí. Tú mismo me escribiste en cierta ocasión que ‘no había manera de aprender a despedirse’. En este ensayo poético que te envío, todo el senti­do se expresa en el último par de versos. Creo que han resultado demasiado breves. ¿Qué opinas? Por extraño que parezca, ellos mismos encontraron su rima. Todo el conjunto fue escrito en unas cuantas horas y todavía no está pulido [...] Posiblemente reprimi­ré en el futuro tales impulsos y utilizaré el tiempo de manera más provechosa. En realidad, es algo que quisiera hacer dependiendo de tu opinión. Si quieres, te enviaré todavía algo más para que lo examines...”.

 

María y Dietrich.

Y le adjunta el poema “Pasado”, escrito tras la visita que en mayo le hiciera su prometida María von Wedemeyer.

 

PASADO

Tú fuiste felicidad amada y dolor querido.

¿Cómo te llamaré? ¿Tribulación, vida, dicha,

parte de mí mismo, corazón mío - pasado mío?

La puerta se cerró

y oigo cómo tus pasos se van alejando hasta perderse.

¿Qué queda? ¿Alegría, tormento, deseo?

Sólo sé una cosa: te fuiste y ya todo se fue.

 

¿Sientes cómo mis brazos se tienden hacia ti,

cómo me agarro a ti,

hasta dañarte?

¿Cómo te lastimo y te hiero

para que brote tu sangre,

sólo para estar seguro de tu presencia,

tú, plenitud de mi vida carnal y terrestre?

¿Te imaginas que ahora tengo el terrible deseo

de sufrir en mi propio cuerpo,

que deseo ver mi propia sangre,

sólo para que no se hunda todo

 en el pasado?

 

Vida, ¿qué me has hecho?

¿Por qué viniste? ¿Por qué te has ido?

Pasado, incluso si huyes de mí,

¿no sigues siendo mi pasado, el mío?

Cual sol hundiéndose con creciente rapidez en el mar,

como si las tinieblas lo atrajesen,

así se hunde, se hunde, se hunde

inexorablemente

tu imagen en el mar del pasado,

y algunas olas la cubren.

Cual hálito de un cálido aliento,

que se esfuma en el frío aire matinal,

así se borra tu imagen de mis ojos

y ya no acierto a discernir

tu rostro, tus manos, tu cuerpo.

Una sonrisa, una mirada, un saludo brotan,

pero ya todo palidece,

se extingue,

se vacía de todo consuelo, de toda cercanía,

se aniquila,

y todo es sólo pasado.

 

Quisiera respirar el perfume de tu ser,

impregnarme de él y en él permanecer,

como en un cálido día de estío las flores abiertas invitan

a las abejas y las embriagan;

como las mariposas nocturnas se emborrachan de alheña;

mas un rudo soplo de viento difunde perfume y flores,

y yo permanezco como un loco,

ante lo que ha desaparecido, ya pasado.

 

Es como si tenazas de fuego arrancasen trozos de mi carne,

cuando tú, mi vida pasada, huyes de mí.

Prende en mí una rebelión loca, una cólera salvaje,

lanzo al vacío mis preguntas vehementes y vanas,

y repito siempre de nuevo: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

¿Por qué mis sentidos no pueden retenerte,

vida efímera y ya pasada?

Así quiero pensar y pensar de nuevo,

hasta encontrar lo que he perdido.

 

Pero siento

que todo cuanto está sobre mí, debajo de mí, junto a mí,

impasible y misterioso se ríe de mí,

de mi desesperado esfuerzo

por atrapar el aire,

por recobrar el pasado.

 

Ojos y alma se vuelven malignos,

odio cuanto veo,

odio cuanto me conmueve,

odio todo cuanto es vivo y hermoso,

todo cuanto viene a sustituir lo que he perdido.

Mi vida es lo que quiero, mi propia vida lo que exijo,

mi pasado,

¡tú!

 

¡Tú! Una lágrima brota de mis ojos:

¿Quizás bajo el velo de mi llanto

voy a recobrar tu imagen intacta,

a ti, entera?

Mas no quiero llorar:

las lágrimas sólo ayudan al fuerte,

al débil le hacen enfermar.

 

Fatigado llego al atardecer,

bienvenido sea el lecho

que me promete el olvido

cuando la posesión se me niega.

Noche, extingue lo que separa, dame un olvido total;

sé benévola conmigo, ¡oh noche!, en tu dulce cometido:

a ti me encomiendo.

Pero la noche es sabia y fuerte,

más sabia que yo y más fuerte que el día.

Lo que no logra ninguna fuerza terrenal,

lo que no pueden alcanzar pensamientos,

sentimientos, porfía y llanto,

la noche lo vierte en pura abundancia sobre mí.

 

Indemne de las heridas del tiempo,

pura, libre y total,

el sueño te trae a mí,

tú, vida mía, pasado mío,

tú, día de ayer, horas para siempre fenecidas.

Tu proximidad me despierta en el fondo de la noche

y tengo miedo.

 

¿De nuevo te he perdido?

¿Te busco enteramente en vano,

a ti, pasado mío?

Extiendo las manos

y rezo;

y heme de pronto ante algo nuevo: por la gratitud y el arrepentimiento,

el pasado vuelve

como el fragmento más vivo de mi vida.

Alcanzo en el pasado el perdón y la misericordia divina,

y ruego a Dios que te proteja

hoy y siempre.

Existen otros poemas de Bonhoeffer, como “Voces nocturnas en Tegel”, “Jonás”, o “Dicha y desdicha”. Precisamente termino esta recolección con los últimos versos de este último poema:

Ésta es la hora de la fidelidad

la hora de la madre y de la amada

la hora del amigo y del hermano.

La fidelidad transfigura toda desdicha

y la envuelve suavemente

en un dulce brillo sobrenatural.

 

(Parte final del ensayo-antología publicado en el número 9 de  la revista ‘Sembradoras’, editada en Salamanca).

 

Sembradoras, con retrato de Miguel Elías.

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Barro del Paraíso - “Libertad… Te reconocemos en la faz de Dios”: Dietrich Bonhoeffer